La abuela en The Crow Magazine del mes de Noviembre
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domingo, 1 de noviembre de 2015
sábado, 31 de octubre de 2015
El fantasma de Federico
El castillo taladraba todos los oídos con gritos desesperados.
Sus habitantes estaban presos del pánico.
El fantasma de Federico, traspasaba paredes corriendo como un poseso.
Su esposa, le hizo abandonar la cama esgrimiendo una sartén asida por su mango.
Federico, en su carrera gritaba:
--UUUuuuuuHHHhhhh!!!
Mientras Leonor, su esposa corría tras él dando alaridos de muerte:
--TE MATO!!!
SI NO ESTÁS MUERTO, TE MATOOOOOO!!!
NI FANTASMA NI GATOS MUERTOS!!!!
SI NO ESTÁS MUERTO TE MATOOOOOOO!!!!
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Un micro de Halloween
Nuestros vampíricos colmillos, se vieron enredados en nuestras lenguas, convirtiendo dulces besos de amor, en tragos de espesa y roja sangre, que rauda fluía a través de dientes, traspasando la frontera de los labios, y convirtiendo besos, en una macabra y deliciosa orgía de fresca, y sabrosa sangre.
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jueves, 29 de octubre de 2015
Mi Capítulo de Crow Mirror
Capítulo XVI de la novela conjunta LA MANSIÓN CROW MIRROR
La
visión del expediente que contenía su nombre no se le quitaba de la mente, ni
le dejó dormir aquella noche.
La
conversación mantenida con Mery karenina le había llenado de una nerviosa curiosidad
que preocupaba su mente hasta tal extremo de hacer doler su cabeza.
Se
tomó un calmante e intentó dormir.
¡No
era posible!
No
dormiría aunque viniese un coro de ángeles a cantarle un nana.
¡Estaba
más que decidido! No habría más remedio que volver. Debía regresar a aquel
lugar lúgubre y maldito. Debía leer qué decían de sí aquellos papeles
descubiertos en el desván.
Sabía
que estarían alerta, que no había podido esconder su presencia en el lugar. Se
puso un pantalón ceñido negro y un jersey del mismo color. Manchó su cara en el
betún que utilizaba para hacer lucir sus botas, buscó entre sus cosas algo que sirviese de gancho… Sacó las perchas
del armario, de las que extrajo una a una su hierro colgador. Arrancó el cable
de la lámpara que reposaba sobre la mesita de noche… Ató todos los ganchos por
su extremo recto, utilizó su sabiduría de pescador para atarlos, igual que
empataba el anzuelo con un nudo extremadamente seguro.
No
se le olvidó forrar con cinta aislante las puntas de los ganchos, sin hacerles
perder la punta, con la única finalidad de atenuar el ruido que en la noche,
hubiera sido suficiente para delatarle.
La
cuerda que consiguió no era demasiado larga pero la haría servir. La haría ser
útil… Todo sería tener que volver mañana.
De
lo que estaba muy seguro es que no cejaría hasta conocer letra a letra el
contenido de ese informe.
El
primer obstáculo con que se encontró, contaba con él de antemano. La verja de
entrada a la mansión. La estudió bien, muy bien aquel primer día que llamó y no
le abrieron, tuvo tiempo suficiente para adentrarla en su mente y estudiarla
profundamente.
Le
preocupaba, el tiempo que hacía que no escalaba, le preocupaba también no tener
el equipo necesario, contaba sólo con lo que había en aquel armario y unas
pocas cosas que traía en su maleta y formaban parte de su equipo detectivesco.
Se
colocó sus guantes de piel, que por suerte, también eran negros.
Trepó
la cancela de entrada ayudándose únicamente de sus manos, sus pies y su buena
forma física.
Corrió
agazapado a través de la amplia explanada que separaba la verja de la casa.
La
noche camuflaba su presencia, envolviéndole en un oscuro anonimato.
Al
llegar frente a la casa, lanzó el gancho, lió a su muñeca el extremo de la
cuerda y pudo trepar hasta la base del balcón de la primera planta.
Debió
ir superando tramo a tramo cada una de las alturas, hasta hacerse llegar a la
altura del desván.
La
claraboya permanecía abierta y su cuerpo la traspasó a duras penas, entonces
pensó en que había engordado y debía cuidarse más, dejar el bourbon e intensificar
sus ejercicios.
Sacó
su linterna de campaña, la misma que utilizó en la guerra, formaba parte de uno
de aquellos recuerdos que tantas veces quiso olvidar.
Se
desplazó con sumo cuidado de no tropezar con nada para no delatarse, aunque su
imagen mental, le podría guiar hasta sin linterna. Peter gozaba de una
exquisita memoria fotográfica de esas que solo poseen los buenos detectives.
Fue
derecho hacia la puerta secreta y sin dudar la abrió con cuidado de no dejar oír
chirridos.
¡No
podía ser!
Se
quedó paralizado al ver que él no era el único que esa noche le había costado
dormir.
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jueves, 22 de octubre de 2015
Un relato de terror
Hacía ya
veinte minutos que el reloj de la plaza mayor había dado las cuatro de la
tarde, mi estómago no paraba de retorcerse buscando en sus propios jugos algo
que digerir. Tengo un estómago muy activo, le gusta digerir y formar bolo
con frecuencia, aunque nunca he comprendido para qué.
Para qué sirve tanto
trabajo vano, tanto movimiento para triturar lo triturado, para remover lo ya
removido, para separar lo que he bebido de lo que he comido…
¡Para terminar
expulsándolo todo!
Para volver a pedir alimento y volver a comenzar el mismo
proceso.
¡Yo pienso que esto es vicio!
Es vicio
estomacal.
Comencé a
caminar hacia una bocadillería.
Estaba
cansada.
¡Que esa es otra!
¡Los
caprichos del susodicho!
¡Si no le
doy de comer me castiga con cansancio y mareo!
Así que he
de darle "madera" para entretenerle o para que trabaje, (si es que quiero no desmayarme)
“Bocadillería
la hartulenta” se llamaba el establecimiento.
Señalé un
bocadillo de jamón y queso muy apetitoso (ya que he de darle alimento, al menos
que sea de mi gusto y disfrute con sus mordidas y posterior masticado)
Asomaba del
pan una larga lengua de jamón en la que se montaba como a caballo una lonsha de queso.
La
dependienta me lo envolvió introduciéndolo en una bolsa de papel, muy rápida y
diligente.
Nada más salir de la bocadillería, me senté en
un banco de la Plaza Mayor y casi tan rápida como la dependienta, lo envolvió, desenvolví mi
bocadillo.
Comprendí enseguida
las prisas de la dependienta.
El único
jamón que contenía el bocadillo era el que mostraba en forma de lengua, permaneciendo
el pan vacío de todo rastro de jamón o de cualquier otra sustancia que no fuese el propio pan. (No hubiera venido mal un poco de tomate o de aceite).
El queso que asomaba, era
también el único queso que contenía el bocata, el grosor de ambos productos, era menor que
el del folio en el que ahora estoy escribiendo.
El dilema
que me surge ahora es que si se trataba de:
¿Un engaño
para mí?
¿O un engaño para mi estómago?
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martes, 20 de octubre de 2015
¡Un hombre lobo!
—
¡Elvira ven aquí!
¡Aléjate de la ventana!
—
¡No me asustes Alberto!
¡Alberto!
¡No me mires con ojos desorbitados!
¡No me mires con ojos desorbitados!
¡¿No ves que me asusta la expresión de tu cara?!
—
¡Ven aquí querida, acurrúcate a mi
lado!
¡Y sobre todo... No mires hacia la ventana!
—
¡AAAaaaaAAAAaaaaHHHhhhhhh!!!
—
¡Te advertí que no deberías mirar!
¡Agárrate fuerte a mí!
¡No te preocupes, mi amor, que no podrá vernos a oscuras!
Cuando regrese la luz, quizá podamos
bajar al sótano. Allí estaremos más seguros.
—
¡Puedo ver sus dientes Alberto!
Los veo con toda claridad... ¡Tengo muchísimo miedo!
Los veo con toda claridad... ¡Tengo muchísimo miedo!
—
¡Estás temblando! Por favor, no temas que
estamos juntos...
Jamás te dejaré sola.
Jamás te dejaré sola.
—
¿Y si abre la ventana?...
¡Tiemblas Tú también, Alberto!
¡Tiemblas Tú también, Alberto!
¡Te noto muy sudado!
¡AlbErtOOOooooo!!!!
*
—
¿Ha sido usted quién nos ha
llamado?
—
¡Sí, señor policía!
—
¿Dígame, qué ha ocurrido?
—
He llegado esta mañana como todos
los días, a traer el desayuno a mis abuelos.
Se lo prepara mi madre todas las mañanas, y yo se lo traigo.
Se lo prepara mi madre todas las mañanas, y yo se lo traigo.
—
¿Y… Dígame... Cuál es el problema?
—
¡Pase usted a la vivienda y véalo
por sí mismo!
—
¡Tremendo!
—
¿Les ha colocado usted en esa
postura?
—
¡No!... no...
Les encontré así, abrazados y
acurrucados en esa esquina.
No he querido tocar, absolutamente nada.
Ni siquiera el teléfono.
Les he llamado a ustedes, desde mi móvil...
No he querido quitar, ni esa horrible careta
de hombre lobo, colgada en la ventana.
—
¿Celebraban Halloween sus abuelos?
*
—
¡Vámonos Paquito!
¡Corre!... ¡Corre!... ¡No te pares!
—
¿Y la careta?
— ¡Cállate!
¡Y... Déjala ahí!
¡Y... Déjala ahí!
Te amo tanto...
— ¿Tienes
Miedo Adela?
— ¿De
ti?
— ¿Por
qué iba a tener miedo?
— He
cambiado tanto…
— Cambiado
o no… Sigues siendo tú.
¡El
mismo de siempre!
Mi
amor… Mi vida…
El
único cambio que advierto, es que estás más delgado…
¡Pero
qué tonterías preguntas!
¡Sabes
que te amo desde siempre y para siempre!
Sabes
que eres y serás eternamente, mi único y verdadero amor.
¡Déjate
de tonterías y ven aquí, junto a mí, muy cerquita!… ¡Verás como sentiremos
nuestro amor, como siempre lo hemos sentido!--
— Mujer…
Sabes que desde lo sucedido… tengo dificultades para mantener el amor erguido y
firme como antes…--
— No
importa, Vida mía. Estamos juntos… Eso será más que suficiente
para mí.--
— Está
bien amada mía. Cogeré tu cintura. Me pegaré a tu espalda. Sentiremos así nuestros
cuerpos en contacto… No habrá nada que pueda superar el placer de rozarte.--
— ¡AAAAaaaahhHHH!!!!--
— ¿Qué
pasa mi vida?
¿No
decías que no te asustaba?
— ¡Ella!!!!
— ¡Vaya!
¡Albertina!…
Dije que podías venir si permanecías oculta
Cálmate…
Adela… Pero si tú la conoces…
¡Albertina,
la de la casa grande!
¿Recuerdas?--
— ¡Pero
si Albertina, está MUERTA!!!--
— ¡También
yo lo estoy. Vida mía!
¿Recuerdas
el accidente?--
— ¡No!!!!
¡No
quiero perderte!!!!
Te amo tanto...--
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