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sábado, 21 de febrero de 2015

Irremediable Cuenta atrás

Tus comentarios me ayudan siempre. 
Gracias
Al principio, le pareció imposible.

Cuando escuchó la noticia, pensó que era alarmista y no necesitaría cambiar nada de lo que solía hacer normalmente.

Eran las seis de la mañana y como cada día, encendió el televisor. 

Antes de acudir a la oficina, escuchaba siempre el noticiario matinal.

“El mundo, tal y como lo conocemos dejará de existir esta misma noche" Comenzamos desde ahora la irremediable cuenta atrás.

La noticia, le hizo esbozar una leve sonrisa. Seguro que se trataba de una broma.

No encontró nadie en la oficina. Se alegró. Por primera vez era la primera en llegar.

No se alarmó hasta que pasaron dos horas y el edificio de oficinas continuaba totalmente vacío.

Salió del edificio corriendo, asustada, una profunda agorafobia se había apoderado de ella invadiéndola un pánico desconocido hasta entonces y que… Jamás hubiera deseado experimentar.

Su corazón se le salía del pecho con latidos desacompasados, rápidos y visibles a través de su ceñida blusa blanca. Por el contrario, su respiración se había hecho lenta, trabajosa… Comenzaba a sentir la falta de oxígeno en su cerebro en forma de mareo y vómitos.

No sabía el por qué le invadió aquel recuerdo del pueblo, de su antiguo novio, de las tardes en el cine de verano, el verde de los campos y lo dura que fue la elección de renunciar a él. A su amado Víctor.

Debió elegir… Su carrera o él.

No lo dudó, echó a correr hacia su coche y como poseída por un autómata condujo hacia su pueblo. Si había que morir, ella elegiría el lugar donde hacerlo y junto a la persona que amaba desde que era una niña.

No sabía que recordase tantos detalles de su pueblo y de su amor al lado de Víctor. Recordaba hasta el mínimo los detalles de cuando descubrieron que se amaban.

Todas las veces que él la defendía y la ayudaba en sus pequeñas exploraciones campestres, le entregaba pequeñas flores recogidas en el campo, le tendía su mano y siempre estaba tan pendiente de ella… Supo que le amaba aquella tarde de domingo en el cine que él cogió su mano y acercó sus labios a su mejilla. Aquél fue el primero de tantos besos de niños repletos de amor infantil, que poco a poco fueron transformándose en besos adultos llenos de deseos de exploración de sus adultos cuerpos.

La carretera estaba atestada de vehículos intentando salir de la ya vacía ciudad (no era la única que había pensado en huir y por un momento se permitió pensar en cuál sería el destino de tantísimos automóviles)

Decidió utilizar la carretera (el camino lleno de baches y polvareda) de servicio que circundaba a la carretera principal y su coche adquirió tal velocidad que los saltos entre bache y bache, se convertían en pequeños vuelos destroza neumáticos.

Cerca ya de su destino, después de conducir durante unas siete horas, su coche se paró después de “volar” sobre el último bache, lo abandonó allí mismo dando un portazo y echó a correr hacia aquella dirección retenida en su memoria.

Llamó a la puerta, le abrió un muchacho. 

Por un momento, sintió que no habían pasado ninguno de aquellos casi treinta años.

- ¡Víctor! - Gritó mirando al chaval.

Tras el muchacho, apareció la imagen de una mujer con expresión intrigada.

- Víctor está allí – Dijo la mujer mostrando ante la puesta de sol, un hombre grueso, mayor, desaliñado y tosco al que no pudo reconocer.

Entonces pensó en lo lejos que estaba de su casa, de sus hijos y de su esposo.
















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domingo, 15 de febrero de 2015

PARA TODA LA VIDA

Tus comentarios son muy importantes para mí.
Gracias
-     ¡Mamá!, ¡Mamá! –
Entré gritando en casa.
Volvía del colegio y deposité mi maleta en el descansillo mientras entraba atropelladamente.
-     Dime, Ana. –
Contestó mamá en un tono un tanto despistado.-
-     ¿Es mucho para toda la vida mamá? –
Pregunté con voz muy alta, pues quería que mamá me respondiera y parecía estar despistada en la cocina, ultimando los preparativos de la comida.
-     ¡Entra la maleta Ana! –
Mandó mamá mientras miraba de soslayo el descansillo de la escalera.
-     Mamá, ¿Es mucho para toda la vida? –
-     ¿Qué es para toda la vida? –
Volví a preguntar gritando aún más fuerte.
-          ¿Es mucho para toda la vida? –
Repetí en tono un poquito más bajo.
Mamá miró hacia mí extrañada y silenciosa.
Soltó la cazuela que removía alzándola asida por las asas y batiéndola de un lado a otro como si se tratase de una extraña danza del vientre acompasada con cazuela.
 Apagó el fuego y se dirigió hacia mí.
-          ¿Qué te pasa cariño? –
Preguntó muy cariñosa mamá intuyendo algo grave.
-          ¿Es mucho para toda la vida? –
Volví a preguntar en tono calmado y apoyando mi cabeza sobre el pecho de mi mamá.-
-          Para toda la vida es para siempre, Ana. –
Contestó mamá.
Yo la escuché atentamente y me quedé pensando….
-          ¿Para siempre es mucho tiempo mamá? –
Pregunté temerosa de la respuesta.
-          ¿Qué quiere decir para siempre mamá? _
-          ¿Cuánto tiempo es para siempre? -
-          ¿Son muchos días, para siempre? –
Pregunté.
-          Para siempre…. es mucho tiempo, Ana.
-          Mucho tiempo.
-          Para siempre…. es para toda la vida –
Volvió a explicar mamá mirándome de frente y repitiendo  lo definido en la definición, como sin saber buscar una respuesta que ella misma no podía encontrar.
Yo me encontraba sentada sobre sus rodillas e intentaba entender.
Miraba muy atenta el movimiento que hacían los labios de mamá. Muy, muy atenta para poder así adivinar qué querían decir aquellas palabras que ya imaginaba debían ser tremendas.
Mamá me miró de nuevo y adivinando que yo permanecía en mi ignorancia, retomó la explicación.
-          Ana, ¿recuerdas aquella flor tan linda que compramos en primavera?
      Moví mi cabeza de arriba abajo asintiendo sin decir ni palabra.
Escuchaba intentando comprender qué tenía que ver aquella flor tan linda que me compró mamá…. Claro que la recordaba, era una flor preciosa blanca, de un blanco tan blanco que parecía tener luz, se llamaba azucena, igual que mi amiga Azucena.
Azucena es un nombre tan bonito…
Antes de conocer a mi flor, pensaba que Azucena era un nombre raro y complicado de decir, pero después de mi preciosa flor, pienso que es un nombre precioso y además  recuerda a aquél olor tan maravilloso que mi flor desprendía para agradecer mis cuidados.
Yo, jamás había olido nada tan delicioso como el olor de azucena y no sé por qué al recordarla se me llenan los ojos de lágrimas y se me hace como un ahogo en la garganta que tampoco entiendo.
Comenzó siendo un capullito verde alagado con la forma de una aceituna larga y estrecha. Cuando se puso grande y se abrió, era una maravilla. Me sorprendió mucho verla crecer tan hermosa.
Surgió de una hoja larga, tosca y verde, similar a un tallo cualquiera que parecía muy pobre soporte para tanta belleza.
Después fueron surgiendo otras más, hijas todas del mismo tosco tallo verde, todas tan hermosas como la primera, pero para mí ninguna fue tan especial como aquella primera flor.
Recuerdo que lloré mucho aquella mañana.
La saludaba todos los días nada más levantarme y comprobaba que no estuviera sedienta.
Siempre le preguntaba antes de darle agua que si le apetecía otra cosa, le hubiera dado leche de mi desayuno, o leche con cacao y azúcar que está más rica aún, pero mamá siempre me decía que a Azucena sólo le gustaba el agua.
Aquella mañana corrí a saludarla pero ella se había encogido, se había aburrido. Se envolvió en sí misma como si se hubiera enfadado acurrucada en un rincón.
Su color, antes brillante se había apagado y tornado de blanco a marrón.
Había dejado de oler y se la veía tan triste…
Intenté hacerle la respiración artificial, pero no respondía y hasta parecía encontrarse peor cada vez que  le soplaba...
Pensé que le hacía falta más agua y le di de beber, (esta vez le di de mi leche con cacao para que se pusiera fuerte y recuperase su vigor del principio)
Mamá me explicó que se había marchitado porque las flores se marchitan y tenemos que esperar a que vuelva a ser primavera para volver a ver a tu amiga la flor.
Yo lloré mucho cuando se marchitó.
Mucho.
-     Verás, Ana.
-     Toda la vida de la flor, es el tiempo que duró nuestra flor. -
-     Entonces… mamá… -
-     Para siempre es poco tiempo ¿Verdad? –
-     La flor duró muy poco tiempo mamá –         
Y esto último lo dije llorando, pues no pude contenerme pensando en el miedo que me daba la posible respuesta de mamá.
Mamá me abrazó y me dijo:
-         Vamos a ver, mi niña…
-         ¿Qué le pasa a mi pequeña muñequita? –
Me abracé a mi mamá y lloré aún más con mucha tristeza y mucha pena.
-         Cuéntale a mamá qué te pasa que mamá necesita saber qué angustia tanto a su muñequita. –
Dijo mamá depositando en mis ojos y en mi frente un montón de besos intercalados en cada una de sus palabras.
-         Te quiero mucho mi niña. –
Guardé silencio un rato sin poder parar mis congojas.
-          Es que te enfadarás conmigo. –
-          No te preocupes cariño que no me enfadaré. –
-          ¡Mamá! ¡La señorita me ha dicho que si hablaba me quedaría sin recreo para toda la vida!
-          ¿Hablaste Ana? –
-          ¡Síiiii!!!
-          ¡Mamáaaaa!!!
-          ¡HablEEEeeeeee!!!
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sábado, 14 de febrero de 2015

Oh! ¡El amor!

Le vio llegar 
desde tan abajo...
Como se ven llegar 
los ídolos o dioses.
Elevando aquella imagen
Más arriba, allá, tan alta…
Que la suya por momentos despeñaba, 
Más abajo y más menguada.
Día a día, por el borde 
de una sima paseaba.
Deslizada sin piedad 
hacia la mina.
Poco a poco su espectro,
Sumergía en aquel terrible
Mar de la agonía.

 *
En un descuido 
de las más altas alturas,
Cruzó con él 
una efímera mirada.
Entregándole en aquella 
Leve luz helada...
El corazón 
Conducido por su alma.
Comenzó ahí 
su sin vivir 
sin una vida.
Su suceder de días
 Exentos de ningún día…
Su sobrevenir 
de noches
Íntegras sin noche... 
Sin luces
De estrellas 
de esperanza.
Enterrada dentro 
de una tenebrosidad 
enormemente…Oscura…
Muerta…
Sola…

Apagada…
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martes, 10 de febrero de 2015

MESA PARA DOS

Este San Valentín, no iba a fallar, sería el mejor de todos los catorce de febrero que habían pasado juntos.

La mesa estaba preparada hasta el último detalle con todo lo que a ella le gustaba. Dos hermosas velas rojas en forma de corazón lucían en el centro unidas por un lazo dorado en representación de su férreo amor infinito, que dejaría consumir durante la cena, en representación de su amor, hasta el último aliento de vida.

Dos globos rojos, se alzaban en busca del cielo desde el respaldo de una silla. Había doblado las servilletas rojas formando un corazón y las había colocado sobre un liso plato negro, buscando sublimar el color del amor.

Subido a una silla contempló la mesa desde arriba para cerciorarse de que no faltaba ningún detalle y únicamente movió una copa que creía, había quedado ligeramente desplazada hacia la derecha.

Soñaba con su aliento convertido en cálidos susurros deleitando sus sentidos a través de los oídos. Soñaba con sus manos recorriendo su espalda entre alientos y suspiros. Soñaba con el cruce de miradas para unirse en silencios compartidos. Soñaba, sí, soñaba… Soñaba con rozarla, con sentirla, acariciarla, con tenerla aquella noche para sí eternamente.

Qué poco quedaba ya para aquella cita completa y repleta de amor compartido.

Miró el reloj. ¡Las ocho!

Sus pulsos se aceleraron, su corazón se volvió loco. Las manos se salieron de control, temblaban de ansiedad a una velocidad inmanejable.

Salió corriendo hacia la habitación contigua y arrastró una pesada silla rodeada de cinta adhesiva. Una melena negra caía pesadamente por su respaldo. La inclinación, dejaba ver parte de un rostro de mujer surcado por ríos negros de maquillaje corrido.

¿Ves lo mucho que te amo? Susurró mostrándole la mesa.

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