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sábado, 31 de octubre de 2020

El pijama de calabaza

Hace dos días, le compré a mi niña un pijama – disfraz para la noche de Halloween con el que simulará ser una rica calabaza…

Le ha encantado, y al ponérselo esta noche ha cantado tremendamente contenta…

¡Soy una calabaza!

¡Soy una calabaza!

Mientras que salta sobre la cama sin querer dormirse. Nos dieron las tantas de la madrugada cuando por fin fuimos capaces de descansar a pierna suelta, presos de la resaca emocional de mi chiquitina.

A la mañana siguiente nos despertamos tarde, sin prisas, puesto que se trata de la celebración de un día festivo, y no nos había dado tiempo de desperezarnos cuando echamos de menos los gritos y ruidos cotidianos que suelen acompañar a nuestra pequeña.  Reinaba  aquí, un silencio sospechoso que venía a encoger el ánimo de toda la casa, y ese ha sido el hecho desencadenante para que se desatase en  nosotros, una angustiosa alerta.

“¡Nena!

Nenita… ¿Estás despierta?”

Grité desde el pasillo, al tiempo que abrí la puerta de su habitación…

Creo que mis gritos han sido escuchados en el resto del vecindario…

¡Ahhhhh!

¡Nena, nenita!...

Grité aún más fuerte agitando una calabaza inflable y enorme que descansaba sin dar más importancia al hecho, sobre la cama de mi pequeña…

La abracé, abracé a la calabaza con todo mi cariño y llena de frustración materna me desgañité nombrando a mi pequeña…

Anita… cariño, vuelve a ser tú… Te quiero mi pequeña; por favor, regresa con mamá… ¡Regresa Anita; regresa!...

Mis ojos no veían detrás de tantísimas lágrimas que mojaban mi pijama hasta llegar para descansar sobre mis pies descalzos…

De pronto la escuché...

“¡Mamá”

Miré a la calabaza desconcertada, pues su boca seguía estática, sin una pizca de movimiento…

“¡Mamá!”

La volví a escuchar decir… Entonces por pura intuición se me ocurrió mirar bajo la cama…

“Hola mamá”

Sonreía mi pequeña bajo la cama con una chocolatina en su mano derecha, y toda su cara embadurnada de marrón chocolate.

No fui capaz de sostener el llanto producido por aquella tremenda angustia convertida en emocionante alegría.

La besé mil veces…

¡Te quiero, mi preciosa muñequita de chocolate! 

Le dije... y enseguida, mi corazón dio un vuelco de nuevo...

¿Y si volvía a suceder?... Nació en mi mente un nuevo temor y una nueva imagen de chocolatina gigante con la cara de mi niña...

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©Mercedes del Pilar Gil Sánchez

#AbuelaTeCuenta


jueves, 29 de octubre de 2020

Halloween

Hallloween

Salí a la calle sin ánimo  y un tanto desconcertada…

¿Me habría equivocado de día?

No sería raro en mí… Recuerdo el día aquél en que me peiné de peluquería y me vestí de tiros largos para la boda de Alejandra, y esperé a la puerta de la iglesia durante horas a que llegasen los novios…

O aquella otra que en idénticas circunstancias me equivoqué de iglesia, asistiendo a una ceremonia en la que a nadie conocía; no me di cuenta hasta que salieron los recién casados por la puerta y… Salí yo detrás sumergida en colosal bochorno, ya que en la reunión previa que suele formarse ante la iglesia, me había presentado y saludado a todas aquellas personas que me miraban, y yo miraba con extrañeza, pero que nadie, nada decía.

Había comenzado la noche y yo de Halloween vestida, con dos trenzas largas y negras, que caían sobre dos cuellos blancos, en un sábado de Halloween, de Miércoles vestida.

Decidí regresar a casa un tanto decepcionada media hora después de mi frustrada salida, cuando le vi llegar… Un momento inolvidable en que le descubrí en medio de la oscuridad desde lejos.

Se acercaba a mí con una trasnochada capa que le caía desde los hombros en continuada búsqueda de su inalcanzable suelo, penando por él contagiada en color por la inmensa negrura de la noche, y desventando los sueños a merced de un obstinado y recalcitrante viento.

Éste, se afanaba por mostrarlo a mis ojos a conciencia, dejando que la escasa luz de las más escasas farolas que permanecían encendidas, se reflejasen en los rojos de los rasos internos para hacerles brillar, y contribuir con un poco de color a la humildad de la noche.

El cuello alto de aquella amplia y vistosa prenda, se pega a él como una segunda piel de bordes purpúreos, para hacer juego con aquél insólito y solitario hilillo de sangre falsa que se adhiere a las comisuras de una boca sonrosada y carnosa, que pronuncia para resaltar, el fulgor de sus dientes brillantes y encaje perfecto con incipientes colmillos…

El color de la tez parece empolvado en talco, y el pelo forzado hacia atrás estirado al máximo, e impregnado de brillante gomina.

Su disfraz no tenía nada que ver con el del clásico Drácula, pues apenas se había maquillado, sólo aquél hilillo rojo sangrante; rubio de tez albina y ojos impregnados de luz, tan azules, como la inmensidad del océano… Alto, delgado, de sonrisa franca y amplia. Mostrando en su porte, un fino ademán de elegancia sumamente tierno…

No restregué los ojos porque el halo circundante y negro que les había pintado, al igual que un borrón en un cuaderno infantil antiguo se expandiría.

Conocía a ese hombre; sí, estoy segura… Le había soñado en multitud de ocasiones; ya lo creo que le conocía. ¿Quién no reconoce a su hombre ideal cuando de repente le ve en persona? Es que lo contrario, sería una verdadera tontería.

Se me acercó…

¿Es que acaso había alguien en un séptimo u octavo cielo leyendo mis pensamientos?

-“Hola, ¿Has venido a la fiesta?”

-Sí “Contesté titubeante”

No podía imaginar cómo mi ideal de hombre y yo, nos habíamos equivocado de día, de fiesta o de lo que fuese que nos equivocásemos, en un mismo momento de un mismo día…

-“¿Qué te parece si vamos juntos, o esperamos a que vaya llegando la gente en esa cafetería?”

¡Os lo aseguro… todos los bares cerrados, y únicamente abría sus puertas al público, una única cafetería!

Entramos, y estaba allí, toda la gente metida…

¡Qué de Miércoles… Qué de Dráculas!… Qué mogollón de caretas, qué de gritos y de risas, y él y yo, como almitas gemelas… Él cargado de belleza masculina y yo que le miro embelesada como se mira lo inalcanzable. Mi hombre ideal por fin, por una vez en mi vida, frente a mí.

Cogió mi mano, me levantó de la silla en la que me había dejado caer como un fardo agotado libre de todo atisbo de sensualidad…

Pasó su mano izquierda alrededor de mi cintura, y con la mano derecha libre de estorbos, agarró mis mofletes, frunció mis labios para acercarlos a los suyos…

Cerré los ojos… y muy cerca de mis oídos escuché mi nombre como susurrado advirtiéndome: 

¡Cuidado con sus colmillos!... 

¿Es que no sabes que el hombre ideal no existe?

Desperté de repente y... justo a tiempo, ya que mi boca mostraba huellas de un intento de punción de aquella cortante y atractiva dentadura.

Aunque… no pude dejar de pensar en que: El peor de los sueños, es aquel que te pone la miel en los labios, y que cuando te rindes a sus pies para saborearla, desaparece de repente. 

Mercedes del Pilar Gil Sánchez

 


https://www.agapea.com/Mercedes-del-Pilar-Gil-Sanchez/Las-vacaciones-que-iluminaron-mi-vida-9788494695025-i.htm

Un #relato de #AbuelaTeCuenta

©Mercedes del Pilar Gil Sánchez

martes, 27 de octubre de 2020

Todo por AMOR

Todo por amor…

Lo hice por amor, la amaba aunque apenas la conocía.

Sí, ya sé que parece raro, pero no… En realidad, ni la conocía.

Hablaba con ella, a través de mi teclado, y cada día mis ojos más cerca de mí la sentían…

Sí, ya sé que he dicho antes que apenas la conocía, y así era entonces y así viene siendo hoy, pero mi mente volaba a su lado como si estuviese pegado, a la mejor de mis amigas… Le contaba mis cosas, y ella, al principio me escuchaba… “O leía” y su silencio me hacía sentir reconfortado ya que era por mí interpretado como comprensión, e inmensa capacidad para entender mis problemas…

¡Já! (Me río)

Problemas… Creía entonces que mi vida estaba cargada de problemas, cuando se trataba de las distintas incidencias que conlleva la vida, y la inmensidad de monotonía en que llega a convertirse una convivencia normal en pareja…

La simple insistencia de tu mujer, que por echar abajo tus penas, te dice que no es nada; que no tienes motivos de queja… Que si problemas son otros que pasan otras parejas… Que nosotros somos felices y vivimos sin más traspiés que aquellos que trae por sí misma la vida… Que si el trabajo es el trabajo y que no hay necesidad de sufrir por sus tonterías.

“Cuando sales del trabajo debes dedicarte a hacer tu propia vida”

Esa era su frase favorita, y ya… Cortaba de raíz mis deseos de todo tipo de acercamiento a alguien que sentí que “no me comprendía”.

"Ella" mi contertulia era distinta, aguantaba horas de tecleado continuo, hasta que perdíamos ambos la necesidad del sueño y todo deseo de descanso…

Comencé a cerrar la puerta del cuarto, para pasar desapercibido en casa, y más tiempo a gusto para ir dejando reflejada en la pantalla mi salud, mi descanso, y mi sentido de la responsabilidad para con mi familia…

Si tengo que decir algo en mi favor… es que no era consciente de que aquél acercamiento a ella, me alejaba de todo cuanto hasta entonces, había sido mi vida.

Poco a poco, según se iba consolidando este absurdo de relación continuada, yo hablaba menos… Sucedía como si ya se lo hubiese contado todo, y ella, por el contrario, se iba abriendo ante mí y, cada vez con mayor amplitud de detalle daba luz a unos sentimientos que  guardaba para mí ocultos en la umbría de sus pensamientos.

“Mi marido tampoco se ocupa de mí”

Esa fue la primera frase que sobre sí misma llevó a la pantalla…

¿Cómo podía ser que una existencia tan maravillosa, no obtuviese en su casa compensación a sus desvelos?...

“Me ocurre lo mismo que a ti… Él, tampoco piensa en mí, ni le importan ninguno de mis sentimientos”

La pantalla se desvaneció de frío al igual que mi corazón, presos de una horrible sensación de soledad. 

Por primera vez me sentí físicamente, a años luz de ella…

Sí, esa fue exactamente la primera vez que deseé abrazarla y llenar sus ojos de besos que desterrasen para siempre el dolor vertido por la incomprensión de su hogar… Aquél hombre debía ser un patán desagradecido… Un sinvergüenza sin mayor capacidad mental que la de verse a sí mismo.

La imaginé en la cama sufriendo quién sabe qué clase de tratos humillantes de alguien que no la quería… Y yo, aquí lejos de ella sumido en la impotencia de la soledad y lejanía. Ahora… ahora la pantalla del ordenador se hacía barrera insalvable, un agujero negro lleno de vacío, y ella, desvanecida para mí en el lado oculto de la luna.

¿Dónde vives? Le pregunté por primera vez…

Ella me dio sus datos completos y su dirección sin más barreras ni más miedos, hasta me envió unas fotografías suyas en las que él, el sinvergüenza maltratador, sonreía a su lado mostrando sus asquerosos dientes, como si tal cosa.

No me sentía capaz, ni mirarle… Cogí un editor gráfico y eliminé el trozo de fotografía en el que aparecía aquella persona de aspecto tan desagradable.

Le odiaba, y mi odio hacia él crecía cada noche, cada vez que ella se abría más y más a su teclado para dejar la negrura de aquellas palabras de infinitos desengaños, reflejadas en la deslumbrante y blanca luz de mi pantalla.

¡Si pillo a ese tío... Si lo pillo lo mato!

Me decía a mí mismo, hasta que una vez, también por vez primera, mis dedos lo pasaron a palabras que ella leyó.

“Tenemos que vernos”

Esa había sido su respuesta…

Nos vimos…

Y… Sin más, dimos rienda suelta a nuestros íntimos instintos, a la necesidad de encuentro carnal que sin saber, iba llenando nuestros días cada vez más solitarios y nuestras noches de mental encuentro.

“Tenemos que matarle. Él es nuestra única barrera para la felicidad completa”.

Yo, para sorpresa de mí mismo, repetí aquella frase con cada vez mayor convicción…

Lo demás ha sobrevenido por ese acto reprochable que perpetramos exclusivamente por “AMOR”…


Ella le hundió el cuchillo hasta más allá del corazón, y él cayó fulminado en mis brazos como un saco que contuviese en su interior puro plomo y, que se deslizase desde un bordillo cualquiera.

¡No te preocupes, yo cargaré con todo!

Le dije a ella, y así lo hice, como en un acto heroico ocurrido en una guerra en el que uno se lanza como barrera a parar el fuego del un enemigo en puertas.... Así me sentía, como su héroe... Hasta que la vi en los juzgados acusándome, lavando su culpa con mi culpa y tan tranquila. 

Sí, tan tranquila, mientras que yo desde que ocurrió lo ocurrido; no dejo de llorar, no concilio el sueño, no pueden mis ojos dejar de recordarme el peso de su cuerpo en mis brazos, y su sangre saliendo a borbotones para teñir de rojo mis prendas exteriores de vestir, como el chaquetón que llevaba puesto y que se caló en mí, hasta el blanco de los calzoncillos.


¡Has sido tú!

Grité enfurecido mientras el juez dicta contra mí su brutal sentencia:

"Se le condena a ser tratado con fármacos intravenosos, hasta que sus pulmones pierdan la capacidad de respirar"

La miré, miré aquellos ojos libres de obstáculos y henchidos de frialdad, y aquellos labios que sin temor a nada, esbozaban solamente para mí, una leve sonrisa.

¡Has sido tú! 

Repetí, pero nadie escuchaba ya mis palabras, ni tampoco nadie deseaba escucharme… 

¿Para qué si a manos de la ley, existía ya un culpable?

©Mercedes del Pilar Gil Sánchez

#AbuelaTeCuenta

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"Amor es sólo una palabra, hasta que alguien llega para darle sentido"

(Paulo Coelho)


sábado, 10 de octubre de 2020

Cerquita de la estación

Cerquita de la estación

va paseando Luita.

Me mira desconcertada

intuí en su mirada

cierta forma de pregunta...

y muy fija contemplaba

a los bagajes rodantes

que portan los viajantes…

con cara de cierta intriga.

 

Y bien pronto comprendí,

pues sus maletas se guían,

por una especie de asa

semejante a su correa.

 

Mi pequeñita pensaba

 que los rodantes legados

son semejantes a perros.

que guiados por sus amos

caminan junto, a sus dueños.

 

No son perritos cariño,

que son inertes valijas,

pobres bultos sin linajes

de muy vulgares talegas…

 

De quienes por necesidad

caminan hoy sin andar

sobre barrigas de trenes.

 

Volvió a mirarme Luita…

Enseguida le entendí.

¿Qué viajar también quieres?

Corrí a la ventanilla…


Páseme usted dos billetes,

para mí, y mi perrita,

que se me ha vuelto flojita

y pasear en tren quiere.

 

¿Que mi perrita no paga?

Deme usted ida y vuelta,

disfrutaremos más rato

mirando por la ventana

como los postes se afanan,

en correr atrás de lado.

 

A la vuelta, pasarán

Corriendo atrás con soltura

la playa de Cortadura,

con sus dunitas y olas,

su sol, sus nubes y cielo,

y si de la puesta es tiempo,

veremos del sol y las llamas

que surgirán a lo lejos…

Vuelve a mirarme mi Lúa

seria, y más pensativa…

 

¿Mamá, y las maletas pagan?

¡No mi amor, ellas pagan.

Ellas solo son “maletas”!...

Un ajuar de viajero

Un paquete sin más fuero

Que acompañar a su dueño.

 

¡Quiero pagar mi mamita!

Que pese a llevar correa

no soy yo una maleta.

Soy tu amiga y compañera


Soy tu perrita casera

yo soy tu pequeña Lúa

lo sabes, buena mamita

pues soy yo, quien pasea.


©Mercedes del Pilar Gil Sánchez

#AbuelaTeCuenta

viernes, 9 de octubre de 2020

No me lo puedo creer!!!

¡No me lo puedo creer

que otra vez haya ocurrido!

Que dentro de mi armario

toda mi ropa ha encogido.

Ha sido una bruja mala

que ojeriza me ha cogido…

Mientras que esta mañana

me distraje en el olvido…

Al tanto estaba la loca,

llenó mi armario de hechizos

La he pillado infraganti

exhorta en maleficios...

He visto nubes de verde

de verde claro de hilo…

Y es que la bruja tejía

mis blusas y mis vestidos.

Primero los deshacía,

convirtiéndolos en hilos.

Confeccionaba de nuevo

iguales, pero encogidos.

¡Mire usted, vaya un trabajo,

le parecerá a usted bonito…

Que ahora no pueda salir

a lucir mi buen palmito!…

Protesté a aquella bruja

que embrujada por los hilos

tejía y destejía, como una loca,

sin demostrar más conciencia,

sin más atisbo de tino.

©.Copyright Mercedes del Pilar Gil Sánchez

#AbuelaTeCuenta