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lunes, 16 de noviembre de 2015

El Crítico literario

La mañana resultó mucho peor de lo que había imaginado, su esposa se quedó dormida y no le preparó el desayuno. Él mismo hubo de calentar el café, introducir la rebanada de pan en la tostadora, y hasta untarse la mantequilla, que por cierto, estaba helada y ni el calor de la tostada era capaz de derretirla y hacerla resbalar dulcemente sobre el pan, como a él le gustaba. 

¿Pero cómo hacía María estas cosas para que le saliesen perfectas? 

El  café ardía en el vaso.

Víctor, se encaminó hacia la puerta y la abrió con la esperanza de que hubiese llegado el periódico y poder echarle una ojeada antes de salir hacia el trabajo, mientras se tomaba el café.

Estaba de suerte, al menos eso sí salía bien. 

El periódico estaba en el buzón, enrollado como siempre. 

De camino hacia la mesa de la cocina lo desenvolvió y sacudió a la vez que lo envolvía hacia el lado contrario para que una vez estirado quedase liso y perfecto. 

Al sentarse a la mesa  distraído, el periódico empujó al vaso del café que se derramó rápidamente sobre el papel y sobre la mesa. Unas cuantas gotas de café cayeron sobre su pantalón quemándose en salva sea la parte.

     ¡Mier!….

Retuvo el grito por la mitad.

María se levantó asustada.

     ¿Qué te ha pasado cariño?

     ¡Me quemé!

Dijo el señor señalando la parte quemada de su cuerpo.

     ¡Se me cayó el café!

     No pasa nada, cariño, yo te pondré otro ahora mismo.

     ¡Déjalo! No importa, no me dará tiempo.

     ¡Te lo calentaré un poquito y lo tomarás enseguida!

     ¡No tengo tiempo! He de irme ya.

Salió a toda prisa de la casa, camino del trabajo, sin soltar el periódico, al que no dejaba de sacudir para hacerle abandonar el mayor número de partículas de café, al mismo tiempo que se limpiaba las ardientes gotas del pantalón.

Su viaje en el coche, se hizo bastante accidentado. Nada más salir del aparcamiento, otro coche vecino hubo de frenar en seco para no recibir un golpe contra el coche de Víctor. Al llegar a la rotonda, él fue quien hubo de frenar en seco, para no rozarse con el vehículo que giraba hacia su carril justo por delante de su auto.

Víctor se contuvo, aunque tenía verdaderos deseos de cantarles las cuarenta a todos, y darse el gustazo de enviarles bien lejos...

Arturo, su jefe le esperaba apoyado en la mesa de su despacho, mirando hacia la puerta, donde en ese instante se dibujó su imagen, asustada por la presencia del superior.

     ¡Don Víctor! ¿Ha enviado usted la carta del pedido correspondiente al mes en curso?

     ¡Sí! Creo que sí, señor director.

     ¿Lo cree usted o la ha enviado?

     Yo… Yo…

Contestó sin poder articular palabra.

Dos horas después… Terminado ya el pedido, y la carta reclamada por su jefe, Víctor entró a un chat de literatura, donde solía leer y comentar.


Leyó un poemita sencillo e infantil publicado en un blog, dejando como comentario lo siguiente: 

“¡Pésima poesía! Falta de talento”

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viernes, 13 de noviembre de 2015

El tendedero vacío

Las pinzas en el tendedero contenían telarañas y estaban oscurecidas por el tiempo de no ser usadas. Este hecho, detonó en mí una alarma interna que hizo saltar a mi corazón dentro del pecho.

Mi paso, hasta entonces lento se fue convirtiendo en una carrera. Solté las maletas que quedaron tendidas al sol, como sustitutas yacentes de la ropa que deberían prender aquellas pinzas.

La puerta de la casa se hallaba abierta y el porche vacío.

Mi corazón volvió a acelerarse cogiendo un ritmo infernal que hizo subir mi temperatura, llenando de sudor las palmas de mis manos, al mismo tiempo, noté como un escalofrío subía por mi columna, hasta alcanzar la base del cuello… 

Apenas podía ya caminar…

¿Dónde estaban mis padres?

¿Por qué no me esperaban fuera de la casa como siempre?

   ¿Eres tú hijo?

La voz de mi madre produjo en mí un ligero alivio.

   ¡Entra, Cariño que estamos en el salón!

La imagen que percibieron mis ojos, lo expresaba todo con mayor  claridad que ninguna explicación.

Mamá estaba frente a un ordenador portátil, cuya pantalla describía un bordado de punto de cruz paso a paso.

Papá intentaba encajar unas piezas que caían cual lenta lluvia en un prado e intentaban bajar del modo exacto para ser acogidas por otras piezas que desde el suelo, esperaban un paternal y encajado abrazo.

   ¡Hola!

Dije tímidamente y en voz baja para no interrumpir nada.
Ya, con mi sobresalto había más que suficiente.

A lo lejos, en la terraza de la cocina, el ruido centrífugo de una secadora, disipó mis dudas sobre el tendedero vacío y absorbido por nidos de araña.

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jueves, 12 de noviembre de 2015

El extraño caso del brazo incorrupto


La enorme riada, tras arrasar cuanto se le puso por delante, arrastró hacia el pueblo, un brazo incorrupto.

La bajada de las aguas lo dejó como regalo en medio del pueblo, limpio, resplandeciente y atrayente, sobresaliendo entre un montículo de inmundicias.

Pronto, todos los habitantes se acercaron curiosos, arremolinándose en torno al brazo, cuya mano, daba la impresión de estar viva, aunque quieta, sin ofrecer ningún movimiento a los extraños admiradores que cada vez estaban más confiados y animados, rehuyendo cada vez menos a los miedos, y animándose unos a otros a que tocasen el extraño regalo.

Lo que más les llamaba la atención, era la sensación de viveza, de frescura en la piel, y también en el tacto.

Hasta había quién acercaba la nariz para oler desde cerca y su manifestación era de aprobación, llegando a decir que olía bien.

Cualquier médico capaz de examinar aquél hallazgo, aseveraría su estado de buena salud, aún permaneciendo todo el tiempo inerte y dada la evidencia de que le faltaba el resto del cuerpo.

Atraía a todos los habitantes del pueblo, y necesitaban cerciorarse de su magnífico estado tocando, oliendo, mirando...

Juan, no pudo resistirse a la tentación de tocar.

Fue el tiempo transcurrido de un mínimo instante el que aconteció desde que Juan tocó el macabro hallazgo, hasta haber quedando estrangulado por aquella extraña mano.

Los análisis de ADN, dieron como resultado la pertenencia del brazo y de la mano, a un amigo de Juan, desaparecido varios años atrás, durante una excursión que ambos amigos hicieron al bosque cercano en busca de setas.

El misterioso brazo incorrupto, una vez cumplida su esperada venganza, quedó corrupto al instante.

Ya para nada serviría el esfuerzo de aquella lozanía anteriormente mostrada.


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jueves, 22 de octubre de 2015

Un relato de terror


Hacía ya veinte minutos que el reloj de la plaza mayor había dado las cuatro de la tarde, mi estómago no paraba de retorcerse buscando en sus propios jugos algo que digerir. Tengo un estómago muy activo, le gusta digerir y formar bolo con frecuencia, aunque nunca he comprendido para qué. 

Para qué sirve tanto trabajo vano, tanto movimiento para triturar lo triturado, para remover lo ya removido, para separar lo que he bebido de lo que he comido… 

¡Para terminar expulsándolo todo! 

Para volver a pedir alimento y volver a comenzar el mismo proceso. 

¡Yo pienso que esto es vicio!

Es vicio estomacal.

Comencé a caminar hacia una bocadillería.

Estaba cansada.

 ¡Que esa es otra!

¡Los caprichos del susodicho!

¡Si no le doy de comer me castiga con cansancio y mareo!

Así que he de darle "madera" para entretenerle o para que trabaje, (si es que quiero no desmayarme)

“Bocadillería la hartulenta” se llamaba el establecimiento.

Señalé un bocadillo de jamón y queso muy apetitoso (ya que he de darle alimento, al menos que sea de mi gusto y disfrute con sus mordidas y posterior masticado)

Asomaba del pan una larga lengua de jamón en la que se montaba como a caballo una lonsha de queso.

La dependienta me lo envolvió introduciéndolo en una bolsa de papel, muy rápida y diligente.

Nada más salir de la bocadillería, me senté en un banco de la Plaza Mayor y casi tan rápida como la dependienta, lo envolvió, desenvolví mi bocadillo.

Comprendí enseguida las prisas de la dependienta.

El único jamón que contenía el bocadillo era el que mostraba en forma de lengua, permaneciendo el pan vacío de todo rastro de jamón o de cualquier otra sustancia que no fuese el propio pan. (No hubiera venido mal un poco de tomate o de aceite). 

El queso que asomaba, era también el único queso que contenía el bocata, el grosor de ambos productos, era menor que el del folio en el que ahora estoy escribiendo.

El dilema que me surge ahora es que si se trataba de:


¿Un engaño para mí? 

¿O un engaño para mi estómago?

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lunes, 12 de octubre de 2015

La Lluvia en los cristales



Tintineaba la lluvia en los cristales mientras Esther, sentada frente a la ventana, leía un primaveral libro cuajado de dibujos florales, mariposas, y luz, mucha luz.


La luz era tan importante...


Al cerrar los ojos veía aquél maravilloso sol luciendo en un cielo claro, y limpio de nubes que aliviaba su alma y todo su ser, permitiéndole respirar, llenar de aire sus pulmones encogidos e intimidados. 

Se imaginaba en aquel sueño despierta, corriendo por un prado lleno de bellas y perfumadas flores multicolor, o tumbada al sol en una plácida playa.


La inundación destrozó uno a uno todos sus recuerdos.

El tintineo de la lluvia habitaba cual tortuoso taladro en su cabeza.

Necesitaba soñar.

Necesitaba  soñar un sol radiante en medio de un cielo vestido de la más resplandeciente y bella luz de un delicioso verano.

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Este relato ha sido seleccionado para aparecer en un libro de relatos, en el que debía aparecer la palabra "lluvia" 

domingo, 11 de octubre de 2015

Huye!!!

El ojo de la cerradura penetró en mi ojo como un terrible proyectil.

Escuché ruidos y extraños jadeos al regresar a casa, que procedían del interior del dormitorio. 

Tremendamente extrañado, mi primera intención, fue mirar a través del cierre, con la mala suerte, de que la puerta se abrió en el mismo instante en que coloqué mi ojo frente al "ojo" de la cerradura, inclinando para ello mi cabeza, todo cuanto daba esta de sí, pegando además la nariz a la puerta, con mayor presión de lo que pude pegar mi ojo.

El brutal golpetazo, destruyó mi nariz. Penetró en mi ojo el cierre de la puerta. Caí al suelo, clavándome al caer en mis espaldas y a la altura de las lumbares, un tope anclado al suelo que servía para sujetar la puerta en los días de viento. 

Todo esto, me produjo una tremenda conmoción, dejándome alelado y fuera de combate. Tirado tan largo como soy en el helado y duro suelo del pasillo.

Mi esposa, palmeaba mi cara a la vez que... 

¡Escondía a un hombre tras de sí! y musitó en un tono casi inaudible:



—¡No te ha visto! -

__¡Y no puede verte!... - 

__¡Huye! -


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jueves, 8 de octubre de 2015

Te esperé despierta...

Te esperé despierta,

Y te besé en los labios,

Antes que despertaras,

Contemplé la divina luz,

 De tu divina cara,

Me quedé aquí,

Contemplando tus ojos,

Esperando besarlos,

En cuanto despertaras,

Y que fuesen mis labios,

la primera imagen,

 Que el día te regalara.

Esperé en silencio,

Para que ningún sonido,

 Tu quietud truncara.

Antes de abrir los ojos,

Tendiste hacia mí los brazos...

Y quedé envuelta.

En tu bellísimo amor,

En esta bella mañana.


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martes, 15 de septiembre de 2015

Yo, sólo amasaba empanada!!!


El bate, se resbalaba de sus manos pringosas;

se encontraba solo, en la cocina, amasando empanada.

Un ruido furtivo le sobresaltó desconcentrándole...

Lo del bate, fue algo instintivo…

Giró su cuerpo hacia el lugar de procedencia del estruendo,

mientras se aferraba al bate con ambas manos…

un segundo después, su amada María caía inconsciente a unos tres metros de él.

Espantado e incrédulo, clavó su mirada, en sus manos vacías...

El bate, testigo mudo de lo acontecido, yacía al lado de ella; una muñeca de porcelana

contemplaba la escena impertérrita, tendida en el suelo, a la altura de su cintura.

Una gota de sangre, asomaba de ambas cabezas dormidas, aunque...

"sólo una de ellas, podía sangrar".

Él, contemplaba sus manos vacías incrédulo, sin saber qué pensar, y como única disculpa; gritó:

¡Yo, solo amasaba empanada!

Repitió a modo de consuelo, y disculpa por lo allí acontecido aquella mañana que amaneció

tranquila, como habría transcurrido cualquiera de las mañanas de todos sus días vividos.

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viernes, 24 de julio de 2015

¡QUÉ DÍA MÁS MALO!

     ¡Qué día más malo! –

     ¡Qué día más malo! –

Repetía Luzmila cuando me la crucé en el portal.

     ¿Qué ocurre Luzmila? –

Pregunté muy asustada.

     No creerás si te cuento.... –

Respondió.

     ¡Te creeré! –

     ¡Seguro que te creeré! –

Afirmé convencida.

     Esta mañana salí para hacer ejercicio por el parque… -

     No lo creerás, Virginia –

Asentí para afirmar, mientras  escuchaba.

     Iba campo a través, cuando una nave espacial paró en el aire. 

    Su luz cegadora me envolvió, aturdiéndome y  abduciéndome hacia su interior... 

    Recuerdo una sala de operaciones muy similar a la de un hospital...

    No recuerdo  nada de lo ocurrido después. –

     Me da miedo contarlo, temo que me tomen por loca. –

     No te preocupes Luzmila. -

  -    ¡Yo, te creo! –

Luzmila, presentaba un aspecto raro, extraño.

Era como si alguien recién aficionado a los puzles, la hubiese desmontado y una vez revueltas las piezas, no supiese volver a acomodarlas en su lugar de origen.

Vestía Luzmila unas mallas lila que cubrían sus piernas y  habían quedado colocadas en la parte superior de su cuerpo. 

Sobresalían sus piernas del lugar que correspondería a la cabeza, y ésta, emergía en lugar del brazo izquierdo. 

El brazo izquierdo hacía las veces de pierna, continuando el derecho en su lugar de origen. 

Andaba dando pasos cojos con los pies, en el lugar que deberían haber ocupado las manos. 

Una oreja sobresalía en de su pierna en  lugar de un pie. 

Una mano cubría su cara.

     ¡Te creo Luzmila! –

     ¡Te creo! -
          
        Luzmila desapareció tras cerrarse la puerta del ascensor con dirección al tercer piso, mientras sacaba con toda dificultad de su bolsillo un pañuelo para secar su nariz, que los extraterrestes, habían colocado justo al término  de su espalda.


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viernes, 12 de junio de 2015

BÁRBAROS Y ROMANOS

Un ejército de romanos emergía por detrás de un montículo. En un principio, cuando comenzaron a emerger, no podía imaginar de qué se trataba. Sus penachos rojos resultaban a la vista como un campo de flores crecientes con extraños tallos metálicos.

Poco a poco, vi crecer la imagen de arriba hacia abajo, el casco quedaba ya al descubierto infundiendo el mayor de los respetos, un respeto creciente a medida que crecía la imagen y dejaba ver cada vez mejor las partes componentes de su marcial uniforme. Jamás pensé que un hombre con “faldita” podría infundir tantísimo respeto y tantísimo temor.

Antes de que la imagen se completara hasta dejar ver los pies, eché a correr hacia uno de los lados despejados del campo en el que me encontraba. Corría sin dejar de mirar hacia mi derecha.

El sonido de los pasos del ejército romano se hacía ensordecedor, su desfile a paso ligero golpeaba el suelo multiplicando así la sensación de numerosidad grupal que dejaba sin saliva mi garganta.

No lo había advertido antes, pero a mi izquierda, oí como un eco multiplicado de sonidos, que  hizo girar mi cabeza. Entonces pude contemplar espeluznado un grupo tremendamente mosqueado de bárbaros acercándose a la carrera.

Golpeaban sus escudos con la rudimentaria espada. Sus pies se cubrían con pieles de lobo y en sus espaldas, lucían alas arrebatadas a horribles y enormes buitres negros. Sus vestidos no lucían idénticos ni trabajados como los romanos pero sí imprimían en ellos el dolor y el miedo que transmitían sus pasos.

El que sería su líder, montaba un caballo blanco y en su mano, a modo de estandarte, una pica con una cabeza romana teñía de rojo la mano que sostenía la lanza.

Aún permanecían lejos, los unos de los otros, pero el hedor cabalgaba a mayor velocidad que la furia, los pasos ligeros y la maldad que desprendían ambos ejércitos. El hedor estaba compuesto por los cientos de cuerpos sin lavar, por las cabezas en descomposición, por las horribles y asquerosas alas de buitre negro, por la falta de letrinas, por las feromonas y la adrenalina que brotaban a raudales de aquellos fornidos cuerpos, de jóvenes luchadores dispuestos a morir matando.

Muy cerca de mi posición, una piedra enorme cayó aproximándose a la avanzadilla de bárbaros que quedaban ya casi a tiro de los romanos.

Mi posición semi oculta detrás de unas cuantas hierbas altas, estaba a punto de ser invadida por los contrincantes bárbaros, así que me vi en la necesidad de abandonarla a toda velocidad, hasta alcanzar una pequeña elevación del terreno tras la que me escondí y desde la que percibía una más nítida imagen.

El primer encuentro de contrincantes, cercenó brazos, piernas, cabezas y descorazonó a cientos de guerreros. La técnica y estrategia romana no era esta vez ventaja, ante la kamikaze lucha a muerte del ejército bárbaro.

Todos… menos uno, que saltó a guarecerse de la guerra sobre mí. Apareció de la nada, le aparté de un empujón y eché a correr otra vez en dirección hacia mi máquina del tiempo.


Mientras la ponía en marcha y la programaba, el bárbaro alcanzó la nave sin puerta y con un único asiento donde ambos viajamos de vuelta, sirviendo yo de mullido cojín para aquél pestilente ser alado que veía llenarse de vómitos sin comprender su procedencia. Mi halo de invisibilidad, me salvaba la vida, pero no salvaba mi estómago ni mi olfato. Solo me quedó rezar por una pronta arribada y poder borrar de la memoria algún día aquella pestilencia y aquel recuerdo de muerte bárbaro-romana.

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miércoles, 3 de junio de 2015

El Sistema Solar

La inquisición no tardará en llegar.

Gritó Hernán  desde la puerta, sembrando el pánico entre los componentes de la reunión.

A toda velocidad, guardaron la bola redonda que representaba el planeta Tierra, el rudimentario sol.

La bola roja que representaba a Marte, pendía de un cordel junto a sendas bolas representantes de Venus, Júpiter, Saturno y Mercurio  que a distintas alturas, estaban representados circundando al sol, en una burda imitación del Sistema Solar, junto a todos los planetas entonces conocidos.

Temiendo ser descubiertos y esperando que alguna vez esto pudiera ocurrir, simularon todos los presentes un rezo de un rosario diciendo todos al unísono:

¡Amén!

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Nº Rg 9DLL-DIQY-IGP7-AUA6

martes, 19 de mayo de 2015

ELLA ES LA LUZ DE MI VIDA

     La llamaré ahora, quizá han sido demasiado bruscas mis palabras o mis gestos... –

     Puede que esté llorando y hasta que se pase la noche en vela... –

     Me siento… tan… culpable de todo lo ocurrido... –



Felipe, escuchaba a su amigo sin decir nada, alguna de las veces en las que Andrés hablaba, asentía con la cabeza o tocaba su hombro dándole una pequeña y compasiva palmada para tranquilizarle y hacerle saber que estaba allí, atento y a su lado. -

     Tendría que haberla besado y así callar su boca ofreciéndole la mía –

Reanudó Andrés tras un rato de silencio aquella confesión de malestar y culpa que resultaba prácticamente un monólogo.

     Tendría que haberla abrazado y decirle que para mí no hay nadie más que ella, que hasta su sombra se me hace la más atractiva de todas las sombras que el sol pueda reflejar un mediodía. Que su luz es la única luz capaz de iluminarme, que su mirada guía mis pasos y su camino, es la única senda que desea seguir mi vida, que el pensamiento de llegar a perderla, borra de mí todo deseo de pervivencia. -

     Debí decirle…-

Felipe escuchaba, asentía y por fin, tomó la palabra:

     Por mi experiencia te digo, que muchas veces es mejor esperar, callar, que… Para todos los males hay dos remedios: 
El tiempo y el silencio.

     Reflexionará y llegará a la conclusión de que no ha pasado nada grave, que todo ha sido una simpleza. Una tontería. -

     Todo terminará bien. -

     Sólo ha sido una niñería. -

     Llegará ella sola a pensar que no  hay nada malo en mirar a alguien que pasa por delante de ti.

     … Es normal mirar… La mirada se va sola, y de forma involuntaria. -

     Llámala mañana –


     O mejor… Corre a su ventana y repítele todo eso que me has dicho a mí. - 

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