No dejes para mañana…
Una frase hecha, que por repetida pocas veces
se le toma en cuenta. Ocurre que cuando acostumbramos nuestros oídos a una
repetición de palabras encadenadas, por mucha razón que éstas en sí mismas lleven, las
tomamos por algo ya sabido, algo que estamos hartos de escuchar, y vacunados ya
contra lo que encierra en sí dicha frase, la desechamos, la proscribimos de
nuestras mentes.
Creo que todos odiamos esa frase. Sí, lo
creo, porque se ha abusado de ella, se
ha repetido con demasiada frecuencia y ha perdido su efectividad, su cualidad
de sorpresa, su frescura, y ya no hace efecto. Se ha quedado caducada por
exceso de uso.
Al no causar ya efecto, jamás se nos ocurre
pensar que quizá no tengamos otra oportunidad, que debemos escuchar la
sabiduría popular, y te tomas la libertad de darte tiempo, de posponer aquello
que deseabas hacer, aquello que renacía día a día dentro de ti, dentro de tu
alma. Aquello, que una y otra vez llegaba a tu mente para encontrar salida,
para hallar el momento del desborde necesario para ser volcado.
Jamás piensas que aquél puede ser el único
momento; la última oportunidad.
Sin embargo, la vida, o mejor dicho, la inexorable
muerte, tiene otros planes para ti, y para la oportunidad que te tomaste la libertad
de posponer.
No he tenido la oportunidad de decirte que el
día en que te conocí te sentí como una persona cercana, amable y cariñosa, no
la tuve, y por ese motivo te lo digo ahora, para que desde donde estés recibas
mi respeto, mi cariño y mi deseo de comunicación que quedó dentro de mí,
pospuesto, postergado, esperando una oportunidad de atreverme a hablar contigo.
Mi cariño para ti, volará hacia el lugar
donde ahora estés, que será en medio de ángeles, seres inteligentes, amables y
bondadosos como lo eres tú, amigo, compañero
de tertulia.
Hasta luego, hasta siempre.
Un abrazo
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