Aquella mañana, Adelina no asistiría a la
guardería como hacía todos los días, mamá le dijo que saldrían a dar un paseo y así comprarían algo para papá.
Nada más salir de casa, notó en torno a sí un ambiente especial, era como si todo se hubiera transformado en rojo.
El color rojo reinaba en todo su derredor.
Todos los escaparates de las tiendas por las que
pasaba, se encontraban repletos de corazones rojos, lazos rojos, bombones rojos.
Las rosas, y demás flores eran rojas también.
Distinguía en los letreros expuestos un número conocido, (el uno) seguido de
otro número que no acertaba a adivinar cuál era (aunque se le hacía bastante
conocido y familiar), se parecía mucho a una sillita con su respaldo y su patita. Una sillita vacía,
pues no había nadie sentado en allí. Adelina no estaba segura de si
se trataba de un número o de un dibujito que acompañaba al uno para que no
se sintiese solo o por si en algún momento, aquel uno solitario se cansaba de estar allí tan erguido y estirado y necesitaba
sentarse para descansar, como solía ocurrirle a ella cuando llevaba mucho tiempo de pie.
Mamá la llevaba cogida de su
mano un tanto apresurada.
Adelina era tan pequeña que su
brazo permanecía completamente estirado y hasta se la veía un tanto torcida al mirarlas por detrás.
Debía estirarse y torcerse un poco para poder alcanzar bien la mano de mamá.
Con la
mano que le quedaba libre iba mostrando a mamá todas las cosas sorprendentes
que iba viendo en aquellos luminosos y atractivos escaparates que lucían tan
bellamente decorados y su pequeña intuición le decía que aquello se debía a un
acontecimiento importante y muy especial.
Un poco más adelante, junto a
una perfumería, descubrió un gran Corazón Rojo enorme, gigantesco, colosal, andando por la
calle.
La presencia de aquél gigante, consiguió que Adelina se escondiese detrás de mamá presa de un susto espantoso.
Su susto fue creciendo a medida que el corazón se fue acercando hacia ella.
Tenía aquél corazón gigante una mano repleta de rosas rojas que apenas podía
sujetar por el enorme tamaño del ramo y
la otra mano salía proyectada hacia delante en busca de alguien que pasara cerca de él, portando una única flor impregnada
de una fragancia penetrante que iba dejando una estela o aureola que casi podía
verse, espesa, densa, y asfixiante alrededor del corazón gigante, era un olor, dulzón y floral
que provocó en Adelina un estornudo muy estridente acompañado de esa masa viscosa y verdecilla que siempre sorprendía a la pequeña y le hacía tantísima gracia.
Adelina se hubiese reido muchísimo de no hallarse tan asustada.
Mamá inclinó su cabeza, y al ver
a Adelina tan asustada, la cogió en sus
brazos y limpió amorosa su naricilla con un
pañuelo.
Y con muchísimo cariño le dijo:
-No te asustes cariño, no es nada, es un
corazón.
-Sólo es un disfraz cariño, no tengas
miedo que no pasa nada.
-Mira, mi niña, nos ha regalado una flor muy bonita.
-¡Mira que
bien huele!
Adelina buscó mayor protección aún, apoyando y agachando la cabeza sobre el hombro de mamá.
No miró al enorme corazón
ni una sola vez pues pensó que si ella no le veía, el corazón tampoco podría
verla a ella.
En un momento de descuido, le miró con el cerquillo del ojo, entonces, el corazón levantó una especie de ventanilla que dejó ver el rostro
de un hombre sonriente, pintado de rojo, sudoroso y acalorado.... Y que hasta hablaba:
-Hola, chiquitina, ¿Cómo te
llamas? -Preguntó el Corazón en un tono amable y cariñoso .-
Adelina se puso a llorar presa
del pánico.
Aquél terrible corazón enorme, se había tragado a un hombre (pensó)
y además; ¡El hombre tiene la cara roja!
Aquel temible Corazón había mordido tanto a aquél pobre hombre que tenía roja de sangre la cara entera (pensó Adelina cada vez más y más asustada)
-¡MamáAAAaaaa.........
-¡MamáAAAAAAAAAAAAAAaaaa!!!
-Gritó espantada Adelina mientras volvía a
apretar con fuerza su cara contra el hombro de mamá.
-Ya está, cariño, -dijo
mamá con voz tranquilizadora aunque un tanto extrañada por la reacción su pequeña.-
-Ya está, mi niña, ya está. –Dijo mamá mientras seguía andando hacia el
centro comercial.
Cuando Adelina pensó que se habían alejado lo suficiente para que hubiera pasado el peligo,
la niña, levantó la cabeza y pudo entonces ver bien, (aunque cada vez desde más
lejos) a aquél corazón enorme que seguía ofreciendo flores a todas las mamás
que pasaban por enfrente de aquella perfumería.
Ahora (ya de lejos) no le daba tanto miedo mirarle
pues cada vez lo veía más pequeño a medida que se iban alejando de él.
-Puede que
no sea tan malo y además las flores son muy bonitas. –Pensó Adelina un poquito
más calmada.
Desde los brazos de mamá podía
contemplar mejor los escaparates, pero no le daba tanto tiempo de ver todo
como cuando mamá la llevaba de su mano. De este modo, mamá andaba más de prisa, aunque
aún así, no dejaba de ver lo bonitos y lo rojos que estaban aquellos escaparates.
Todo este colorido le
recordaba a la navidad, pero no era lo mismo, no estaba Papá Noel, ni tampoco
estaban los árboles de navidad que tanto
le gustaban con aquellas preciosas bolas de colores brillantes…. Es que a
Adelina le volvían “loca” los colores, los brillos y los regalos que traía Papá
Noel.
Estaba un poco confusa, aunque le gustaba.
Le gustaba muchísimo el color rojo.
Por fin llegaron al centro
comercial y Entraron en un comercio de ropa de hombre.
Mamá se paró a mirar muchas corbatas, estampadas, de colores, de listas, de lunares, de flores, de dibujos..... Mamá se detuvo un poco mirando una corbata con un estampado en tonos azules.
Miró muuuuchas
camisas.
Pantalones, trajes de chaqueta, sombreros, gorras, gafas, bufandas,
chaquetones, zapatos, carteras, porta documentos, tarjeteros y todas las cosas
que había en aquella tienda tan grande para hombres y después de mirarlo todo, todo, todo…
Volvió hacia las corbatas y cogió
una rápidamente, como sin pensar, como si la corbata estuviese allí esperándola,
como si la hubiese atraído hacia sí en un extraño, raro episodio de hipnosis.
Se fue con la corbata en la mano sin
dejar de mirarla ni un solo instante, como hechizada por aquél estampado de tonos
azules. Aquél trapo largo como una serpiente, casi una tira sin forma la había de veras hipnotizado.
Se apresuró
entonces para ir hacia la caja del establecimiento, como presa de una prisa
momentánea que nada tenía que ver con la parsimonia de mirar trajes, tonos, colores y formas de un momento antes y….
Llena de prisa, Corrió
hacia la caja dispuesta a pagar.
-¿Te gusta Adelina? -Preguntó
mamá sin dejar de mirar la corbata.- Será un regalito de San Valentín para
papá.
-¿Te gusta?
Adelina miró la corbata y contestó con un
gesto de aprobación, pero a ella le gustaría para papá otra cosa.
Adelina
solamente había visto a papá una única vez vestido con una corbata, y le había
visto tan extraño que casi no le reconocía vestido con una camisa, un traje, la corbata y muy repeinado, se le antojaba a Adelina tremendamente irreconocible.... Así que no le gustaban nada las
corbatas.
Ella le compraría una camiseta con un dibujo grande y con muchos
colores.
A Adelina le gustaban muchísimo los dibujos de animales, de flores, de
mariposas, de letras que aún no entendía pero sí le gustaba ver los dibujos que
construían con sus formas.
Le habría
comprado una camiseta con unas letras bonitas y con muchos, muchos colores.
Qué
guapo estaría papá con aquella camiseta que se había formado en su imaginación.
-Cuando sea mayor, le voy a
comprar a papá una camiseta-Comentó adelina a su mamá.-
-Que bien- dijo mamá sin prestar
demasiada atención.-
-¿Y yo, mamá? Mi regalito…. -Preguntó Adelina pensando que mamá se había olvidado de ella.-
-Cariño, mañana es el día de San
Valentín, el día de los enamorados, y todos los que están enamorados,
intercambian regalos con su pareja. -Explicó mamá.-
Adelina se quedó pensativa y
entonces mamá le aclaró.
-Verás chiquitina….
Mamá no pudo continuar, porque
Adelina echó a correr hacia una tienda de golosinas y enseguida señaló una gran
piruleta en forma de corazón, roja y envuelta en un papel transparente pintado
de corazoncitos blancos.
Mamá le compró la piruleta, no
sin antes advertirle que debía esperar para abrirla hasta después de comer.
Aquella noche, Adelina tardó en
quedarse dormida pensando en corazones, San Valentines, amores, y mil y una
fantasías relacionadas con el día de Los Enamorados.
Ya por la mañana, Adelina
preparó su maletita del colegio y en ella introdujo su piruleta, que.... la noche anterior, había
pegado por el palo a un trozo grande de cartulina roja en la que dibujó un niño
y una niña cogidos de la mano.
La niña de su dibujo llevaba en la mano una
piruleta igual a la suya y los dos lucían una sonrisa muy amplia, dulce,
tierna, hermosa.
Nada más llegar al colegio, abrió
su maleta, corrió hacia Victor, le abrazó y le entregó la cartulina junto con
un beso.
Victor tenía las manos detrás y permanecía de pie con una risa contenida y al ver acercarse a Adelina,
descubrió lo que escondía.
Una rosa roja muy grande pintada en un papel blanco
con un nombre escrito en letras mayúsculas, con trazos inseguros
y casi bien:
ADE I NA
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