Amarte fue sellar con sangre un pacto,
jurar al tiempo lo que niega el día,
vivir lo nuestro en muda melodía
y ser culpables sin buscar el acto.
Tus ojos me condenan, y el contacto
de tu voz es caricia y herejía.
Bajo la luna, el alma se desvía,
y el corazón transgrede su contrato.
No hay ley que a nuestro anhelo lo limite,
ni muro que detenga este delirio,
ni cruz que nos redima de este error.
Prohibido es el amor que más se escribe,
más puro entre las llamas del martirio,
más vivo por morir sin su fulgor.
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