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jueves, 4 de junio de 2015

EL ESCAPARATISTA



Se levantó temprano aquella mañana pese al frío reinante en la calle y dentro de su casa, abandonó el arrullo de su edredón sin pereza, y... raudo, se dirigió hacia aquella dirección que marcaba el periódico en la sección de: Anuncios  por palabras.

Anuncio número 384;
Trabajos bien remunerados.
T. T. & R.
(Trabajo temporal y de riesgo)
Se necesita chico para escaparate
Cualidades:
Templado, y sin miedo a espacios cerrados.
Sueldo:
Se gratificará por tiempo completo de permanencia.

El anuncio resultaba un tanto excéntrico, raro, e implantó en su mente creativa, un escaparate nuevo, “novedoso”

Un escaparate diferente del que él sería autor único.

Quizá ahora los dioses o las hadas... o los elfos... o cualquiera de esos raros poderes, estaba por fin de su lado.

El ansia por comenzar le impidió dormir en toda la noche y se la pasó pensando en todas esas cosas que imaginaba, en las expectativas de promoción que le proporcionaría el nuevo empleo, y muy pronto anduvo el camino que, aunque alejado de su domicilio, se le hizo corto;  mientras andaba, iba dando forma en su mente a proyectos inéditos, diferentes a lo que jamás se habría hecho antes en temas de escaparatismo.


Al poco, se hallaba inmerso en su nuevo trabajo.

Sería igual que una apuesta, igual que un juego, pensaría en todo momento que aquello no era importante y así intentaría pasarlo bien.

 " ¡Has de tomar lo mejor que te vaya dando la vida!" 

  Solía repetir su madre cada vez que le veía dudar o con algún atisbo de desánimo.

   "¡Tú puedes, hijo mío!". 

Le animaba con aquella confianza de madre que de veras ama a un hijo y deposita en él lo mejor de sus sueños.

Pensó en ella.

Ahora que le faltaba, solo le quedaban para recordar, lo mejor de sus palabras.
*

Un enorme tarro como fabricado para dar cobijo a una mermelada gigante, le servía de habitáculo.


   Será un espectáculo maravilloso.

   Y el mejor de los experimentos.

  Será usted el hombre más famoso de la ciudad (o quizá del      mundo). — Explicaba el empleador al impactado empleado, incapaz de percibir con claridad la realidad de aquél trabajo...

   Pasará usted un mes metido en este tarro 

  No debe usted preocuparse por el aire, pues se lo insuflaremos a través del tapón. — Explicaba el dueño del escaparate displicente, sin dar importancia al motivo, ni al caso.

— Tampoco ha de preocuparse por la alimentación que se la   proporcionaremos líquida a través de ese tubo.

   Eso sí,  No podrá usted salir para ninguno de sus menesteres diarios. 

  Escuchó muy atentamente todas las explicaciones… y... como único comentario preguntó:

 ¿Podré fumar? 

*

Habían pasado ya quince días y el tarro se había llenado de inmundicia hasta la mitad y ya, le costaba mantenerse en la superficie y a salvo.

Cada día, el escaparate era admirado por miles de curiosos transeúntes que paraban, miraban y salían de allí completamente asqueados.


Cada vez que reclamaba con señales desesperadas e inaudibles la apertura del tapón; la parte contratante, (el dueño del escaparate) le mostraba a través del gélido vidrio su firma de permanencia plasmada en el contrato que le obligaría a permanecer en la inmunda prisión por un tiempo de treinta terroríficos y horriblemente nauseabundos días.

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miércoles, 3 de junio de 2015

MIENTRAS YO ME BEBO EL LODO DE ESTE DOLO


Mundo íntimo, degradado,
desahuciado.

En paredes transparentes 
encerrado.

Convulso, estrechado 
y asfixiado.

Escaparate de una vida 
arruinado.

Mundo ínfimo de aguas verdes 
inundado.

Desfilan ante mí vidas 
repletas.

Rebosantes de beldades 
materiales.

De logros conseguidos 
y acertados.

Mientras yo me bebo el lodo
De este dolo.

Sumergido en el tarro 
del desdoro.


Respirando humaredas 
de cigarros.

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viernes, 24 de abril de 2015

Estudiando Naturales

Los días de castigo se hacían interminables El libro de naturales abierto sobre la mesa de escritorio, convenientemente preparado para cuando entre papá o mamá.

Tras cinco minutos contemplando el libro, ocurría la infinita maravilla de lo inesperado… Un inmenso universo paralelo, penetraba en mi pequeña habitación a través de mi exigua ventana, para transportarme  en sus brazos a través de mundos infinitamente distantes e infinitamente desconocidos, habitados por diversos y extraños seres capaces de vivir en una plácida, inigualable armonía.

Al poco, me veía flotando en un camino formado de estrellas, nebulosas, y diminutos cuerpos celestes ascendentes.

El libro permanecía sobre la mesa como una huella terrible e imperecedera de mi castigo, le veía cada vez desde más lejos hasta haberse convertido en un punto microscópico incapaz de ser diferenciado de los demás puntitos estelares.

Mi mirada seguía fija en el puntito, mientras me alejaba flotando. Soportaban el peso de mis pies, dulces y hermosas flores aladas que iban desprendiendo sus deleitosos aromas frutales conocidos por mí como mandarina, manzana o pomelo.

Me llevaron como tele-transportado, hasta un jardín donde las mariposas se comportaban exactamente igual que aquí las flores, prendidas de sus tallos libres de espinas, aleteando sus alas al viento para hacer desprender su jugoso y brillante polen, más allá pude ver flores abejas preciosas con relucientes rayitas doradas libres también de aguijones. Las flores que me habían traído, tras depositarme en el suelo, volaron a libar ávidas de aquél zumo dulzón que producían las flores abejas.

Me sentía maravillado de ver aquel espectáculo maravilloso y único, cuando apareció un bello conejo alado persiguiendo a un águila corredora que asustada se guareció bajo el suelo en una especie de abrigada madriguera.

Disgustado el conejo, se posó a mi lado entristecido.

-Yo sólo quería jugar-

Musitó un tanto compungido dirigiéndose a mí.

-Hace varios días que no salgo y necesito volar y correr para estirar mis alas y aliviar mi mente de tanta retención y estudio-

-¿Qué te ha pasado conejito? –

Pregunté lleno de curiosidad.

-¡Aliconejo! -

Me corrigió.

-Suspendí el examen de matemáticas-

Contestó describiendo en su mirada una aguda tristeza que enturbió también su hasta entonces media sonrisa.

Dediqué a aquella absoluta belleza alada la más comprensiva de todas mis miradas.

-¿Tú has suspendido alguna vez? –

Asentí moviendo mi cabeza de arriba hacia abajo. Yo también entonces… mostré mi rostro más entristecido.

-Sí, conejito. ¡Perdón! Aliconejo. Sí que he suspendido, y estoy castigado en mi cuarto hasta que me sepa todas las lecciones que entraban en el examen. –

-Te ayudaré –

Repuso muy dispuesto el conejo alado.

-Aquí es todo naturaleza, así que te la iré mostrando y seguro que aprobarás tu examen de Naturales. –

Miré a mi alrededor y no me quedó más remedio que olvidar mi cara triste para convertirla en una sonrisa abierta aunque un poco pasmada.

-Tienes razón amigo aliconejo… pero esta naturaleza es tan diferente… No sé si serviría para mi examen. –

Entendí su gesto un poco molesto, así que le dije:

-Amigo, agradezco tu ayuda, seguro que aprobaré gracias a tus enseñanzas. –

Señaló con su preciosa alita blanca una bandada de margaritas que se acercaban cantarinas y dicharacheras formando  un murmullo un tanto estruendoso.

-Estas son besimargas y son las más cariñosas de nuestras flores. –

Una besimarga se acercó, tocó mi mejilla con sus labios y musitó muy cariñosa en mi oído:

-Vente a cenar, mi chiquitín. –

Abrí los ojos. Mamá había abierto la puerta. Se oían voces que llegaban de la cocina. Acariciándome preguntó con cara pícara y sonriente.


-¿Has estudiado mucho? –

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