Todas las fechas son malas para quien habita la calle como lugar único de residencia.
Todas, absolutamente todas las fechas del año son malas para hacer morada de una acera, en una calle cualquiera. Todas, pero en invierno, cuando llueve, hiela o nieva, no es la calle el lugar más acertado para pasar las noches, ya que estoy segura, de que se pasarán en vela, aguantando dolores musculares y articulares, de unos huesos que protestan por del contacto con frío que acumula el suelo, del viento encorajado, y demás elementos adversos, hasta que los dientes les castañetean.
Un colchón de cartones, unas cuantas mantas, un chaquetón, si es que hay suerte... son armas únicas con las que lidiar contra la intemperie.
Existen, entre los protagonistas de esos improvisados belenes, personas que cobran ese sueldo ridículo de cuatrocientos euros mensuales, que sin duda, les desaloja de sus viviendas, del contacto familiar, y de todo cuanto con anterioridad al ridículo subsidio, les mantenía a buen cobijo, bajo un techado, como a personas de bien.
Ahora, las calles son sus viviendas, las únicas que pueden pagar; las únicas que les aceptan, y en estas fechas de navidad, las que les alojan en reuniones de verdaderos, e improvisados belenes, con independencia de dónde esté situada la ciudad en la que duerman, ya que en todas y cada una de las provincias españolas, existen belenes con protagonistas reales, que no pueden calentar sus organismos, con nada más, que el calor que desprendan los cuerpos de ellos mismos.
Nadie les dará visibilidad; no podrán competir con belenes tradicionales, porque la pobreza jamás ha interesado a nadie, y jamás interesa.