La
amaba.
Sí, la
amaba.
La amaba tanto
que sus besos
los hacía flotar en el aire,
para no
rozarla.
Para no
manchar
su tierna boca sonrosada.
Para no
lastimar su dulce piel,
delicada y blanca.
La
amaba, sí, la amaba.
La
amaba y su boca….
Siempre
a solas lo gritaba,
para no herir los oídos
delicados de su amada.
Mientras…
Siempre triste,
ella…. Languidecía
a la espera de ese amor
que él callaba.
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