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domingo, 28 de diciembre de 2014

Este es mi nuevo cuento publicado en Amazon "Mi Amigo Cactus"
http://www.amazon.es/Amigo-Cactus-Mercedes-Pilar-S%C3%A1nchez-ebook/dp/B00RIBSD8K

Canción del Geranio
***
De verdes los pantalones,
Chaqueta roja de paño.
Vestido para la feria,
Marcha el señor don Geranio.

Canción de la Margarita
***
La preciosa Margarita,
Hoy se ha vestido de blanco.
Usa un botón amarillo,
Para abrochar su refajo.

Canción de la Cinta
***
Que hermosa viene la Cinta,
Con su pelito entrenzado.
Bailando se va la cinta,
Con don Geranio del brazo.

Estos son dos fragmentos de mi cuento 
"Mi amigo Cactus"


Él la defendería siempre y aquella noche dormiría muy feliz, tranquilo y orgulloso dentro de su amplia y cómoda maceta luciendo en su pecho aquella insignia fabricada por su amiga que le hacía inmensamente feliz.
Era feliz, sí, lo era y no ya por el valor de aquél galardón brillante en su pecho, si no por el cariño que había puesto su amiguita mientras le fabricaba la insignia y también por su significado.

Era muy importante para él, para el bueno de Cactus que Ana, reconociera todo su esfuerzo y valor.


jueves, 18 de diciembre de 2014

Carta a Papá Noel




Papá Noel, agobiado ya de leer y leer más y más cartas, y apuntar en su agenda de nombres, una por una, las peticiones de todos los niños y niñas que le habían escrito este año….

De pronto, una carta le dejó totalmente perplejo y confundido.

Papá Noel, tenía muchísisisima prisa, ya estábamos a día 24 de diciembre y esta era la noche mágica en que debía descender por todas las chimeneas de todo el Mundo, cargado con su enorme y pesado saco.

Le esperaba una dura jornada, pero tuvo que hacer una pausa e interrumpir la cadena formada por su esposa, Mamá Noel y sus elfos, que estaban distribuidos en lo que venía a ser una larga cadena de variadas categorías.

El principio de la cadena, estaba formada por elfos clasificadores, que se dedicaban a distribuir las cartas después de leídas por Papá Noel en varios montones.

Un montón estaba dedicado a las cartas de niños.

El siguiente montón hacía referencia a las cartas escritas por las niñas.

Los elfos siguientes, distribuían las cartas por edades.

Carta de niño bebé que casi siempre consistía en una hoja de una revista de juguetes señalada con una pequeña manchita, hecha con la yemita del diminuto dedo índice del pequeñin.

Carta de niño de más de tres años.

Esta vez, casi siempre, el niño enviaba una página de la revista de juguetes con su juguete favorito señalado por un tachón hecho con un rotulador de punta gruesa.

Carta de niño de más de seis años.

Estas cartas suelen estar escritas muy pulcramente, aunque con letras un tanto inseguras.


Carta de niño de más de ocho…

Y así sucesivamente.

Hacían lo mismo con las cartas de niña, quedando también éstas, distribuidas por edades.

La distribución proseguía después con los niños cuya petición comenzaba por:

Querido Papá Noel, tráeme lo que tú quieras.

Cuando Papá Noel y los elfos encontraban una carta de esas, casi siempre, hacían un estudio previo de los gustos del niño, o niña que la enviaba. Y hasta alguna vez... se dirigían hacia la casa del peque o la peque, e investigaban a ver qué le podía hacer ilusión, o qué le podría hacer falta al niño o niña que enviaba aquella carta, que demostraba quizá.... interés por todo o... Quizá... por nada. Pero lo que quedaba muy claro es que el niño o niña, depositaba toda su confianza en Papá Noel.


Así que esas cartas siempre eran merecedoras de un exhaustivo 

estudio previo, antes de decidir qué llevar la noche de Navidad,

Papá Noel pone muchísimo cuidado para no meter la pata. 


Papá Noel, había sido siempre muy concienzudo, y no quería defraudar a los niños o niñas que habían depositado su confianza en él, así que pocas veces fallaba, y por eso, todos los niños, generación tras generación, después de miles y miles de generaciones, continuaban enviándole peticiones para el día de Navidad.

Si de algo se sentía orgulloso Papá Noel era de la confianza que sentían los niños en su persona.

Hasta muchas veces, pensaba que su enorme barriga se había ido formado gracias a su felicidad, y a la felicidad de los niños que en él tanto y tanto confiaban.

Por eso, le extrañó tanto recibir aquella carta de aquella niña que él conocía tan bien de años anteriores.

Merceditas (que así se llamaba la niña) le había escrito cartas en los años pasados.

En la carta del año pasado, como en la de otros años, Merceditas hacía peticiones para las personas cercanas a ella, para los pobres y apenas pedía algo para sí misma.

Eran cartas largas, en las que hablaba de sus amigos y amigas, de sus papás y de las cosas que le preocupaban.

Unas cartas preciosas... (Opinaba Papá Noel)

Por eso, la carta de este año le dejó helado, traspuesto, petrificado.

Cuando Papá Noel abrió la carta de Merceditas, leyó aquellas palabras escritas en letras enormes que decían así:

¡NO quiero NADA!

Papá Noel, se entristeció e imaginó que algo grave ocurría en la mente de Merceditas.

- ¡Tengo que hablar con ella!. –

Se levantó Papá Noel muy seguro y muy dispuesto a llevar a cabo su idea de ir a hablar con Merceditas.

- ¡Estás loco! 

 ¿Cómo vas a ir a hablar con Merceditas? 

 ¡Eso va contra las reglas! –

Protestó Mamá Noel muy enfadada.


- ¡Papá Noel, no puede hablar con los niños! 

¡Eso va contra las normas de la Navidad! –

Prosiguió diciendo la señora Noel.

-¡No!


¡Tengo que ir; e iré a hablar con Merceditas! 

¡No me quedo sin saber qué le ocurre a esta niña!-

Papá Noel cogió su trineo y una vez dentro de él, pidió a sus renos que remontaran el vuelo.

El trineo de Papá Noel surcó los cielos a mayor velocidad de la que puede producir un rayo, dejando tras de sí, una estela de estrellas doradas y brillantes, tan espesa que casi se podría caminar encima de ella.

Papá Noel, no tardó, pues en llegar a casa de Merceditas, aún viniendo desde tan lejos, como desde el Polo Norte, y viviendo ella en una esquinita de Europa. Una península llamada España y en una puntita de ésta, Cádiz.

Llegó temprano, Merceditas aún estaba ayudando a mamá, con los preparativos de la cena, y debía cenar aún. Después se acostaría a dormir.

Merceditas, estaba tranquila, este año no le invadían los nervios de la Nochebuena, no tenía el ansia de no dormir, o de despertar temprano como en las nochebuenas de los años anteriores.

Estaba tranquila y relajada, y sabía que en cuanto se metiera entre las sábanas se quedaría dormida como cuando era una pequeña bebita.

Y... Eso era lo que esperaba Papá Noel.

Que se quedase dormida.


Papá Noel no podría hablar con los niños.

¡NO!

No podía.

Pero sí... podía introducirse dentro de sus sueños.

Esperó frente a la ventana de Merceditas, haciendo valer su poder único de la INVISIBILIDAD, para él, para sus renos y todo su inmenso trineo.

Mientras esperaba, estuvo contemplando a la niña, y llevando un control de todos sus movimientos, intentando adivinar el motivo del desdén, y desgana mostrados con la negación de su carta.

Papá Noel, la observó un poco triste y cansada, pero no era algo tan anormal, pues... debía la niña, tener sueño a aquellas horas de la noche.

Papá Noel vio cómo la mamá de Merceditas depositaba un beso en la frente de su niña y leyó en sus labios, a través de la ventana, cómo le daba las buenas noches.

- Hasta mañana mi niña 

Que tus sueños sean inmensamente felices, en esta maravillosa noche de Navidad.

¡Te quiero, mi niña preciosa! –

La mamá, salió de la habitación y Merceditas cayó en un sueño tranquilo, dulce y silencioso.

Papá Noel entró entonces en la habitación de la pequeña, y se sentó a los pies de su cama para poder ver bien a la niña y entonces…

Papá Noel entró en el sueño de Merceditas que ahora mismo comenzaba a formarse en su mente de niña pequeña.

Merceditas en su sueño, se encontraba como flotando sobre el hielo del Polo Norte, pero no tenía frío, y estaba contenta, muy contenta y muy feliz de estar en aquél lugar tan blanco, tan tranquilo y tan hermoso.

Desde allí, desde su sueño, podía ver a los elfos, a la Mamá Noel y las clasificaciones de cartas, y el trajín de los pequeños elfos transportando juguetes de miles y miles de pedidos.

Les veía clasificar juguetes en pequeños montoncitos, y sobre cada montoncito, había una carta de aquellas tantísimas cartas que había recibido Papá Noel.

Interpretó Merceditas que cada montoncito era una petición de un niño al bueno de Papá Noel.

Nunca había visto tanto movimiento de juguetes, de elfos, y de miles y miles de destinos diferentes.

Se dio cuenta entonces, de lo tremendamente complicado que podría llegar a ser el envío de paquetes a tantas direcciones distintas, de tan distintas partes del Mundo, y que si no fuese por la magia del día de Navidad, y de que sólo Papá Noel era capaz de realizar tantos envíos en una única noche de cada año. Año tras año,  y año tras año...Todo aquello, sería imposible de entregar.

Merceditas en su sueño, estaba tan distraída que no se dio cuenta de que Papá Noel la estaba observando.

- ¡Merceditas! –

Dijo Papá Noel para sacar a la niña de su ensimismamiento.

Merceditas en su sueño, miró hacia Papá Noel, y enseguida, se dibujó en su cara una dulce y plácida sonrisa, y una alegría interior que jamás había percibido antes de aquél mágico momento.

- ¿Dime, Merceditas te has enfadado conmigo por algo? –

Preguntó muy preocupado Papá Noel.

- ¡No! 

 ¡Jamás! 

 ¿Cómo podría?... 

 ¡Nunca! –

Contestó Merceditas sorprendida y extrañada por la que para ella era una extraña pregunta de Papá Noel.

- ¡Nunca! –

Se reafirmó la niña en su respuesta.

Y en sus sueños, corrió a abrazar al gran Papá Noel recostando su cabecita sobre la gran barba blanca que a Merceditas se le antojó como de algodón de azúcar o de algo mucho más suave y mullido.

¡Que bien se estaba abrazada a Papá Noel!

Pensó en su sueño Merceditas.

- No podría enfadarme contigo jamás, mi querido Papá Noel 

 ¿Por qué has pensado esa tontería? –

Se abrazaron en silencio y después de un rato…

- Abrí tu carta, pensé que te había ocurrido algo o que te hubieras enfadado conmigo 

 ¿qué te ha pasado Merceditas… Cuéntame? -

- ¡Oh! 

 Perdóname Papá Noel 

 Nunca pensé en preocuparte ni en causarte ningún disgusto. 

 Lo siento muchísimo 

 No pensé… 

 ¿Me perdonas? -

Explicó Merceditas

- Claro que te perdono 

 No te preocupes cielo –

Contestó Papá Noel mientras abrazaba a la niña y le transmitía todo su cariño para no preocuparla más de lo estrictamente conveniente.

Papá Noel era muy cuidadoso, aunque se tratase de un sueño, debía extremar sus cuidados para con todos los niños.

Los niños son muy delicados y no se les pueden causar traumas o preocupaciones que les puedan dañar.

- Los motivos que he tenido para escribirte esa carta, no han sido nada personales, siento haberte alarmado, debí explicártelo en mi carta...

¡Perdóname! 


 Mi amiga, Noelia, me contó que una niña había pedido un plato de macarrones a los Reyes Magos… 

 Así que yo pensé que como tú llegas antes que ellos… Y si yo no pedía nada, tú le podrías llevar a esa niña lo que necesita, aunque ella no te lo haya pedido a ti...

 ¿Lo harás Papá Noel? –

Preguntó la niña, dormida pero con los ojos muy abiertos.

- ¡Claro que lo haré! 

 ¡Esta noche esa niña, tendrá lo que desea y necesita! –

Contestó Papá Noel mientras ponía un beso de algodón, sobre la frente de la pequeña.

En ese mismo instante, Papá Noel desapareció de los sueños de Merceditas y ella siguió soñando sueños hermosos llenos de color, de amor, y de amistad.

Aquella mañana, Merceditas se despertó tal y como se acostó, tranquila, sin ansias, sin desasosiegos y muy feliz. Recordaba vagamente su conversación con Papá Noel, que pensaba había sido fruto de uno de sus sueños.

Se desperezó, se levantó de la cama y al entrar en la cocina, descubrió sobre la mesa, un hermoso plato blanco de filo dorado, tapado por una gran tapadera abombada, de plata con un asa de oro en su parte superior, de la que pendía una pequeña tarjeta cogida al asa por un cordón dorado.

La tarjeta decía:

“Para ti Merceditas”

Merceditas se subió de pie sobre una silla y como pudo, levantó la pesada tapa abombada.

Un gran plato de macarrones asomó por debajo de la tapadera.

Y escrito sobre los macarrones con salsa de tomate estaba esta frase:

“Regálalos a quien tú quieras”

Aquellos macarrones eran mágicos, como lo era Papá Noel, y como lo era la Navidad.

Cuando se vaciaba el plato, sólo había que poner otra vez la tapa y volvía a llenarse de aquellos exquisitos macarrones que gustaban a todos por igual, pues en la boca de los comensales, se convertían en deliciosos y exquisitos platos, que dependiendo del comensal, tenía uno u otro sabor y siempre, siempre, coincidía con su sabor favorito.

Merceditas estaba contenta, guardaría el secreto de su conversación con Papá Noel, y estaba dispuesta a hacer el mejor de los usos con aquel regalo que le había traído la noche de Navidad.

Merceditas estaba segura de que gracias a Papá Noel, ya ningún niño o niña, tendría que pedir jamás como regalo de Reyes un plato de comida.


Merceditas era inmensamente feliz y su corazón rebosaba de alegría, que estaba deseosa de compartir con todas las personas que  le rodearan o necesitaran de alguien feliz a su lado. Merceditas estaba dispuesta a regalar lo que poseía. Paz, y la inmensa felicidad que le había traído aquella noche navideña.      


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Un plato mágico de deliciosos macarrones, regalo  de Papá Noel.






miércoles, 17 de diciembre de 2014

Feliz Cumpleaños

El Cumpleaños de Manuel y de Pablo

Hoy cumple mi niño,
sus catorce años,
y le tengo guardado,
un dulce regalo.

¡Una tarta de besos!
 que esta misma mañana,
feliz, brotó de mis labios.

jueves, 20 de noviembre de 2014

Mis Cuentos en Amazon

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sábado, 8 de noviembre de 2014

Pobrecitos mis pies


 


Mis dos pies, Pie derecho,

con su hermano. Pie izquierdo

Pies hermanos, Pies traviesos,

Cómplices al Sol vivieron


Mientras que duró el verano,

Mientras que duró el buen tiempo,

Retozaron y brincaron,

Juntos los dos corrieron.

Pisando la arena,

Hacia el mar huyeron,

Buscaban fresquito,

Ahora en el agua,

Ahora en el suelo,

El Sol les miraba,

Desde allí, desde arriba,

Flotando en el cielo.

Después de seis meses,

Que duró aquel buen tiempo,

Hoy son sometidos.

Su libertad hoy perdieron.

Reducidos, encerrados.

Humillados, atrapados.

En muy estrechos zapatos,

De muy cortas miras,

Y más estrechos vuelos,

Protestaron y lloraron,

Gritaron, patalearon,

Se inflaron y abultaron,

De mil rozaduras se hirieron.

Buscando verse librados,

Y librados pronto se vieron.

Para entrar en más zapatos,

De iguales miras,

E iguales vuelos.

Y es que llegaron las lluvias,

Y refresca ya el tiempo.

Atrás quedan las sandalias.

Chanclas y demás anhelos.

Y el retozar en la arena,

Y el correr libres por el suelo.

Porque llegaron las lluvias,

Y el Sol ríe desde el Cielo.

sábado, 23 de agosto de 2014

Anita

Me gusta tanto bañarme 

Dentro de tus ojos, 


Que me quedo ensimismada, 

Y descubro aquí, mientras estoy dentro, 

Que estoy en ti reflejada. 

No te miro, te contemplo, 

Y te tengo ya estudiada, 

Si dibujas en tu rostro 

Esa sonrisa adorada. 

Se te iluminan los ojos 

Y te miro embelesada. 

Me gustas si es que sonríes 

Y cuando estás enojada. 

Cuando pones los morritos 

Y tu boquita apretada. 

Y te molesta si es que río, 

Y protestas muy airada. 

¡Abuela, no te rías! 

¡Que estoy muy enfadada!!! 

Y yo a ti te contesto: 

¡Ay mi niña, que te quiero! 

¡Te quiero, sí, te quiero!

Porque eres mi muñeca,

Mi Luna, mi Sol,

Mi dulce estrellita del alba.

Y porque eres Tú te quiero,

Porque eres tú mi dulce Hada.

¡Te quiero, sí, te quiero!

Por buena, y Guapa!!