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jueves, 29 de octubre de 2020

Halloween

Hallloween

Salí a la calle sin ánimo  y un tanto desconcertada…

¿Me habría equivocado de día?

No sería raro en mí… Recuerdo el día aquél en que me peiné de peluquería y me vestí de tiros largos para la boda de Alejandra, y esperé a la puerta de la iglesia durante horas a que llegasen los novios…

O aquella otra que en idénticas circunstancias me equivoqué de iglesia, asistiendo a una ceremonia en la que a nadie conocía; no me di cuenta hasta que salieron los recién casados por la puerta y… Salí yo detrás sumergida en colosal bochorno, ya que en la reunión previa que suele formarse ante la iglesia, me había presentado y saludado a todas aquellas personas que me miraban, y yo miraba con extrañeza, pero que nadie, nada decía.

Había comenzado la noche y yo de Halloween vestida, con dos trenzas largas y negras, que caían sobre dos cuellos blancos, en un sábado de Halloween, de Miércoles vestida.

Decidí regresar a casa un tanto decepcionada media hora después de mi frustrada salida, cuando le vi llegar… Un momento inolvidable en que le descubrí en medio de la oscuridad desde lejos.

Se acercaba a mí con una trasnochada capa que le caía desde los hombros en continuada búsqueda de su inalcanzable suelo, penando por él contagiada en color por la inmensa negrura de la noche, y desventando los sueños a merced de un obstinado y recalcitrante viento.

Éste, se afanaba por mostrarlo a mis ojos a conciencia, dejando que la escasa luz de las más escasas farolas que permanecían encendidas, se reflejasen en los rojos de los rasos internos para hacerles brillar, y contribuir con un poco de color a la humildad de la noche.

El cuello alto de aquella amplia y vistosa prenda, se pega a él como una segunda piel de bordes purpúreos, para hacer juego con aquél insólito y solitario hilillo de sangre falsa que se adhiere a las comisuras de una boca sonrosada y carnosa, que pronuncia para resaltar, el fulgor de sus dientes brillantes y encaje perfecto con incipientes colmillos…

El color de la tez parece empolvado en talco, y el pelo forzado hacia atrás estirado al máximo, e impregnado de brillante gomina.

Su disfraz no tenía nada que ver con el del clásico Drácula, pues apenas se había maquillado, sólo aquél hilillo rojo sangrante; rubio de tez albina y ojos impregnados de luz, tan azules, como la inmensidad del océano… Alto, delgado, de sonrisa franca y amplia. Mostrando en su porte, un fino ademán de elegancia sumamente tierno…

No restregué los ojos porque el halo circundante y negro que les había pintado, al igual que un borrón en un cuaderno infantil antiguo se expandiría.

Conocía a ese hombre; sí, estoy segura… Le había soñado en multitud de ocasiones; ya lo creo que le conocía. ¿Quién no reconoce a su hombre ideal cuando de repente le ve en persona? Es que lo contrario, sería una verdadera tontería.

Se me acercó…

¿Es que acaso había alguien en un séptimo u octavo cielo leyendo mis pensamientos?

-“Hola, ¿Has venido a la fiesta?”

-Sí “Contesté titubeante”

No podía imaginar cómo mi ideal de hombre y yo, nos habíamos equivocado de día, de fiesta o de lo que fuese que nos equivocásemos, en un mismo momento de un mismo día…

-“¿Qué te parece si vamos juntos, o esperamos a que vaya llegando la gente en esa cafetería?”

¡Os lo aseguro… todos los bares cerrados, y únicamente abría sus puertas al público, una única cafetería!

Entramos, y estaba allí, toda la gente metida…

¡Qué de Miércoles… Qué de Dráculas!… Qué mogollón de caretas, qué de gritos y de risas, y él y yo, como almitas gemelas… Él cargado de belleza masculina y yo que le miro embelesada como se mira lo inalcanzable. Mi hombre ideal por fin, por una vez en mi vida, frente a mí.

Cogió mi mano, me levantó de la silla en la que me había dejado caer como un fardo agotado libre de todo atisbo de sensualidad…

Pasó su mano izquierda alrededor de mi cintura, y con la mano derecha libre de estorbos, agarró mis mofletes, frunció mis labios para acercarlos a los suyos…

Cerré los ojos… y muy cerca de mis oídos escuché mi nombre como susurrado advirtiéndome: 

¡Cuidado con sus colmillos!... 

¿Es que no sabes que el hombre ideal no existe?

Desperté de repente y... justo a tiempo, ya que mi boca mostraba huellas de un intento de punción de aquella cortante y atractiva dentadura.

Aunque… no pude dejar de pensar en que: El peor de los sueños, es aquel que te pone la miel en los labios, y que cuando te rindes a sus pies para saborearla, desaparece de repente. 

Mercedes del Pilar Gil Sánchez

 


https://www.agapea.com/Mercedes-del-Pilar-Gil-Sanchez/Las-vacaciones-que-iluminaron-mi-vida-9788494695025-i.htm

Un #relato de #AbuelaTeCuenta

©Mercedes del Pilar Gil Sánchez

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