Si no sientes realmente que me amas desdícete de promesas; despójate de tus genes... Incendia el amor en sus llamas destruye de amor tus mañanas; y si decides que regresas, Revuélcate en tu amor, y vuelve. Regresa, de todo tu amor impregnada.
Descubrí hoy tu amor en el llanto de esa nube, en el brillo de la estrella, en el fulgor rutilante, de un escondido planeta. Descubrí tu amor puro, En esta angustiada noche oyendo el sentido canto, de un excelso poeta.
Esta mañana temprano, y nada más levantarme, enseguida me arreglé pues habría de leer... en un colegio; el Almirante Laulhé.
Nada más salir de casa, el sol, siempre indiscreto, sacó a la luz de mi atuendo, una mancha, que en la sombra, se mantenía en secreto.
Para reparar el daño saqué del bolsillo un pañuelo. Puse en él mi salivita, y froté con mucho esmero... Se me olvidaba decirte, que, de papel, era el pañuelo.
Froté y froté en la mancha que de sombra, pasó a ser, del color de un blanco cielo. Se extendió con la saliva se pegó al tejido, el pañuelo.
Probé a echar más saliva... Más mojada, y más pañuelo con lo que creció la mancha se reveló, cobró vida, salió marchando sin duelo, y me dejó allí solita; cubriéndome con un pañuelo.