"Es mejor quemarse, que apagarse lentamente...
Créeme Julia...
Es mucho mejor...
Te quemas una vez y ya….
Estas cosas, cuanto más las piensas es peor...
Debes hacerlo por tu bien...
¡Déjale!...
¡Hoy te parecerá precipitado, pero mañana comprenderás que no había otro camino... que tú así... no puedes continuar, que sufrimos por ti, todos los que te queremos!...
¡Déjale!...
¡Ven a casa, criatura!"...
Mantenía esta conversación con su hija, ya estaba harta de verla llegar con moretones y ya... la clásica disculpa de “Me caí” no servía.
Al principio se dejaba engañar, por darle a él un voto de confianza y porque conocía el genio de ella, que le sería difícil quedarse quieta, y también era conocedora de que ese genio, le haría hablar, contestar más de la cuenta, no callarse nada; ni ante nadie.
Muchas veces ese tipo de carácter juega a nuestro favor, sin embargo, otras, puede llegar a ser nuestra ruina.
"¡Basta de disculpas y de sentirnos culpables!
¡En estas cosas no se puede dar tiempo ni oportunidad!"
Víctor era de estos buenos chicos... de apariencia tranquila y paciente, que tienden a llevar dentro de sí una bomba de relojería que detona sin aviso previo, al colmarse su paciencia y entonces... estalla en locura.
De estos “Cascabelitos en casa ajena” que a todos cae bien, y de quien todos desconocen ese lado explosivo que trae la confianza, y la convivencia.
"¡Mañana paso a recogerte!...
No te hará falta traerte nada
No te preocupes...
¡Mejor, me pasaré ahora!
Sí; mejor ahora...
¡Ahora mismo voy para allá!...
No importa que no quieras… ¡Prefiero que me odies, a verte mañana como titular en las noticias!"
Fue la última palabra de aquella conversación, cerró el teléfono móvil y cambió de dirección encaminándose hacia la casa de su hija.
Se encontraba a muy pocas manzanas de su destino, así que llegó enseguida.
Julia abrió la puerta sólo una rendija.
- ¡Vete, mamá! –
Advirtió en voz baja desde el otro lado de la puerta.
Beatriz, pegó un empujón a la puerta, cogió a su hija de la mano y con el brazo derecho alzado amenazó con su bolso a Víctor que suplicaba.
- ¡Está usted equivocada Beatriz!
¡Está usted equivocada, su hija no corre ningún peligro aquí!
Su hija está bien conmigo y nadie le hace daño –
Beatriz movió con todas sus fuerzas el brazo de derecha a izquierda, haciendo pasar su bolso cerca de la cara de Víctor, aunque le separaban unos treinta centímetros de estatura, no se amedrentaba y seguía agitando el bolso ante su cara con el fin de mantenerle alejado.
Tiró del brazo de su hija, y se la llevó escaleras abajo.
Mientras iba murmurando entre dientes…
- Está usted equivocada… Está usted equivocada…
¡Maldito hijo de la grandísima!...
¿Y quién le ha hecho esto a mi hija?
¿Quién le ha hecho esto? –
Clamaba llena de furia mostrando la cara inflamada de Julia, que se dejaba arrastrar por aquella pequeña mujer engrandecida, capaz de detener un volcán en erupción que en ese momento, se le pusiera por delante.
- No pasa nada, mi niña, ahora estás con mamá, no permitiré que nadie vuelva a hacerte daño...
Debí pararlo todo la primera vez que “Te caíste”
Sí, debí hacerlo entonces –
Relato premiado con el segundo puesto.
Copyright © 2015 AbuelaTeCuenta All raights reserved