Todo por amor…
Lo hice por amor, la amaba aunque
apenas la conocía.
Sí, ya sé que parece raro, pero no… En realidad, ni la conocía.
Hablaba con ella, a través de mi teclado, y cada día mis ojos más cerca de mí la sentían…
Sí, ya sé que he dicho antes que
apenas la conocía, y así era entonces y así viene siendo hoy, pero mi mente volaba a su lado como si
estuviese pegado, a la mejor de mis amigas… Le contaba mis cosas, y ella, al principio me
escuchaba… “O leía” y su silencio me hacía sentir reconfortado ya que era por mí interpretado como comprensión, e inmensa capacidad para entender mis problemas…
¡Já! (Me río)
Problemas… Creía entonces que mi vida estaba cargada de problemas, cuando se trataba de las distintas incidencias que conlleva la vida, y la inmensidad de monotonía en que llega a convertirse una convivencia normal en pareja…
La simple insistencia de tu mujer, que por echar abajo tus
penas, te dice que no es nada; que no tienes motivos de queja… Que si problemas son otros que pasan otras
parejas… Que nosotros somos felices y vivimos sin más traspiés que aquellos
que trae por sí misma la vida… Que si el trabajo es el trabajo y que no hay
necesidad de sufrir por sus tonterías.
“Cuando sales del trabajo debes
dedicarte a hacer tu propia vida”
Esa era su frase favorita, y ya… Cortaba de
raíz mis deseos de todo tipo de acercamiento a alguien que sentí que “no me
comprendía”.
"Ella" mi contertulia era distinta, aguantaba horas de
tecleado continuo, hasta que perdíamos ambos la necesidad del sueño y todo deseo
de descanso…
Comencé a cerrar la puerta del cuarto, para pasar desapercibido en casa, y más tiempo a gusto para ir dejando reflejada en la pantalla mi salud, mi descanso, y mi
sentido de la responsabilidad para con mi familia…
Si tengo que decir algo en mi favor…
es que no era consciente de que aquél acercamiento a ella, me alejaba de todo cuanto hasta entonces, había sido mi vida.
Poco a poco, según se iba consolidando este absurdo de relación continuada, yo hablaba menos… Sucedía como si ya se lo hubiese contado todo, y ella, por el contrario, se iba abriendo
ante mí y, cada vez con mayor amplitud de detalle daba luz a unos sentimientos que guardaba para mí ocultos en la umbría de sus pensamientos.
“Mi marido tampoco se ocupa de mí”
Esa fue la primera frase que sobre sí misma llevó a
la pantalla…
¿Cómo podía ser que una existencia
tan maravillosa, no obtuviese en su casa compensación a sus desvelos?...
“Me ocurre lo mismo que a ti… Él,
tampoco piensa en mí, ni le importan ninguno de mis sentimientos”
La pantalla se desvaneció de frío al igual que mi corazón, presos de una horrible sensación de soledad.
Por primera
vez me sentí físicamente, a años luz de ella…
Sí, esa fue exactamente la primera
vez que deseé abrazarla y llenar sus ojos de besos que desterrasen para siempre
el dolor vertido por la incomprensión de su hogar… Aquél hombre debía ser un
patán desagradecido… Un sinvergüenza sin mayor capacidad mental que la de verse
a sí mismo.
La imaginé en la cama sufriendo
quién sabe qué clase de tratos humillantes de alguien que no la quería… Y yo,
aquí lejos de ella sumido en la impotencia de la soledad y lejanía.
Ahora… ahora la pantalla del ordenador se hacía barrera insalvable, un agujero
negro lleno de vacío, y ella, desvanecida para mí en el lado oculto de la luna.
¿Dónde vives? Le pregunté por primera
vez…
Ella me dio sus datos completos y su
dirección sin más barreras ni más miedos, hasta me envió unas fotografías suyas
en las que él, el sinvergüenza maltratador, sonreía a su lado mostrando sus asquerosos dientes, como si tal cosa.
No me sentía capaz, ni mirarle… Cogí un editor
gráfico y eliminé el trozo de fotografía en el que aparecía aquella persona de aspecto tan desagradable.
Le odiaba, y mi odio hacia él crecía
cada noche, cada vez que ella se abría más y más a su teclado para dejar la
negrura de aquellas palabras de infinitos desengaños, reflejadas en la
deslumbrante y blanca luz de mi pantalla.
¡Si pillo a ese tío... Si lo pillo lo
mato!
Me decía a mí mismo, hasta que una
vez, también por vez primera, mis dedos lo pasaron a palabras que ella leyó.
“Tenemos que vernos”
Esa había sido su respuesta…
Nos vimos…
Y… Sin más, dimos rienda suelta a nuestros íntimos instintos, a la necesidad de encuentro carnal que sin saber, iba llenando nuestros días cada vez más solitarios y nuestras noches de mental encuentro.
“Tenemos que matarle. Él es nuestra
única barrera para la felicidad completa”.
Yo, para sorpresa de mí mismo, repetí aquella
frase con cada vez mayor convicción…
Lo demás ha sobrevenido por ese acto
reprochable que perpetramos exclusivamente por “AMOR”…
Ella le hundió el cuchillo hasta más
allá del corazón, y él cayó fulminado en mis brazos como un saco que contuviese en su interior puro plomo y, que se deslizase desde un bordillo cualquiera.
¡No te preocupes, yo cargaré con
todo!
Le dije a ella, y así lo hice, como en un acto heroico ocurrido en una guerra en el que uno se lanza como barrera a parar el fuego del un enemigo en puertas.... Así me sentía, como su héroe... Hasta que la vi en los juzgados acusándome, lavando su culpa con mi culpa y tan tranquila.
Sí, tan tranquila, mientras
que yo desde que ocurrió lo ocurrido; no dejo de llorar, no concilio el sueño, no pueden mis
ojos dejar de recordarme el peso de su cuerpo en mis brazos, y su sangre
saliendo a borbotones para teñir de rojo mis prendas exteriores de vestir, como el chaquetón
que llevaba puesto y que se caló en mí, hasta el blanco de los calzoncillos.
¡Has sido tú!
Grité enfurecido mientras el juez
dicta contra mí su brutal sentencia:
"Se le condena a ser tratado con
fármacos intravenosos, hasta que sus pulmones pierdan la capacidad de respirar"
La miré, miré aquellos ojos libres de
obstáculos y henchidos de frialdad, y aquellos labios que sin temor a nada, esbozaban solamente para mí, una leve
sonrisa.
¡Has sido tú!
Repetí, pero nadie escuchaba ya mis palabras, ni tampoco nadie deseaba escucharme…
¿Para qué si a manos de la ley, existía ya un
culpable?
©Mercedes del Pilar Gil Sánchez
#AbuelaTeCuenta
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"Amor es sólo una palabra, hasta que alguien llega para darle sentido"
(Paulo Coelho)