Dedicado a Serafín y a sus hermanas,
cuando eran pequeños.
Los ojos de la nocturnidad
—Sentaos
aquí Paqui y Pili; no, así no… Debéis pegaros a mí así, una a cada lado Para que
podamos ver lo mismo los tres.
—¡Vale!
—Contestan ilusionadas y a dúo las dos niñas.
“Mientras
que la noche se cerraba en la oscuridad, la inmensa luna se va escondiendo de
prisa entre las nubes…
¿Es que acaso temía ser vista?...
Un
escalofrío heló la espalda de los pequeños, a la vez que unos ojos abiertos a
la nueva penumbra, desprendían los escasos reflejos proporcionados por el blanco,
y oculto satélite”…
—¡Tengo
miedo Sera! —Susurró Paqui muy bajito —Yo también —Dijo Pili con voz
temblorosa.
—Pssss
—Contestó su hermanito —Tranquilas, que yo estoy aquí, con vosotras; y, ya que
mis manos están ocupadas, cogeos fuerte a cada lado de mi chaqueta…
“Los
enormes ojos parecían no pertenecer a rostro alguno, vigilando en busca de
algún despistado que confiado en no ser visto, pasease la noche a deshora por
el Reino de lo Desconocido”…
—¿El
Reino de lo Desconocido dónde está Sera? —A lo que Serafín docto como el más
sabio de los maestros contestó:
—Podría
estar en cualquier lugar, Paqui.
Cualquier
lugar inexplorado, podría ser parte de ese reino, que por fuerza, ha de ser infinito.
—¡Ahhhh!
—Contestaron las niñas, no muy seguras de haber comprendido la explicación de
Serafín.
“Se
hizo un silencio… El silencio, aunque siempre está presente, no siempre es
detectable; no siempre se nota la presencia de un buen silencio…
—¿Pero
por qué Sera?
—No
lo sé niñas…
“Como
todo lo oculto, el silencio es un claro ejemplo de que siempre estará ahí, pero
nadie que no hiciese caso de ese silencio, podría detectar su presencia”.
—Psss
—Serafín que intuyó las preguntas de Paqui, y de Pili, acercó el dedo índice de
su mano derecha a la boca y, chistó. Casi, en absoluto silencio.
Paqui
y Pili abrieron mucho los ojos y también la boca, pero enseguida la cerraron,
no deseaban que sus palabras tuviesen la culpa de borrar aquella nada de silencio
sepulcral, que parecía inundar la noche, en aquella supuesta… “NADA” nocturna.
“De
pronto, los ojos se abrieron aún más enormes, al instante de que aquella nube apresurada
olvidó por un momento, la ocultación de la luna.
Uno
de sus fulgores, “el más travieso de todos” aprovechó el nimio fragmento de
tiempo, ya que se aburría soberanamente, y estaba harto de no ser punto de
atención entre las nubes, y crecía dentro de sí aquella necesidad imperiosa, de
hacer brillar como cada noche, a su pizca de natural protagonismo…
¿Pero
qué era aquél aire húmedo y caliente que asomaba a la cara de los niños?
Bajo
los ojos surgió gracias al rayo travieso, el reflejo de una especie de sonrisa blanca
y abierta, que a cada instante, se asemejaba más y más, a un bostezo descoyuntador
de mandíbulas; a la vez que un rugido mató en un instante al silencio”…
—¡Socorro!
—Gritaron Paqui y Pili las dos juntas —Mientras que Serafín cerró con fuerza extraordinaria,
las páginas de aquél pavoroso libro.
©Mercedes del Pilar Gil Sánchez #AbuelaTeCuenta
Novela publicada por Editorial Dalya.