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sábado, 27 de agosto de 2016

Mi novela en Amazon

#AbuelaTeCuenta En los primeros puestos de Amazon. Mil gracias por confiar en mis escritos.
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sábado, 20 de agosto de 2016

El sueño real de mi abuela

Esta mañana temprano,
Ojo avizor a la oferta,
Se vistió, se puso guapa,
Y echó mano a su cartera.

No tardó en regresar,
Nerviosa, parapetada,
Un paquete con dos piernas.

Se dirigió a la terraza
Cogió cientos de herramientas
Yo, la miraba asustada
¿Qué le pasaba a mi abuela?

Continuaba nerviosa
Pero estaba tan contenta…

Abrió, destrozó el paquete
Rompió lazos y correas
Y surgió del envoltorio,
¡Oh, gran magia, 
Oh, hechizo!

Tal tocado por varita,
Brotó, enorme pajarera.

Contentos los pajaritos
Entran por la portezuela
Saltan, estiran las alas
Suben, bajan,
Brincan, vuelan.

Y felices todos cantan, 
Felices, ya gorjean.

Pero quien es más feliz
Con la jaula es mi abuela.

Se ha vuelto contemplativa
Ya no come, ya no duerme,
Ya no escribe, ya no sale,
Ya no habla, ya no juega,

Mi abuela, sólo contempla

Sin respirar y sin ruidos,
Contempla la pajarera.

Ha pensado esta noche,
Tras mirar la pajarera,
Quitarle todos los palos

Y vivir dentro de ella.


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lunes, 15 de agosto de 2016

Cantos de mar en la tierra

Ayer, temprano en la playa,
Mientras vagaba mi abuela,
Halló, cercana a la orilla,
Caracola grande y bella.

Aunque mi abuela ha dicho,
Que la hermosa caracola
Le había hallado a ella.

Nadie habitaba su concha,
Más se encontraba bien llena.
Llenaban mi caracola,
Procedentes de los mares
Dulces y grandes orquestas.

Miles de olas cantaban,
Sonaban dentro de ella.

Y lo que más le gustaba,
A mi entusiasta abuela,
Es que vestía de cola,
Como se viste una novia
Como se viste la estrella.

Llevaba un traje de baile,
Para bailar en la feria.

Con su palacio de nácar,
Con su castillo de almenas,
Con sus salones lustrados,
Con su vaivén de mareas...
Y su traje de flamenca.

Transportó la caracola
Cantos de mar a la tierra.
De frescos días de playa,
Nostalgia, y reminiscencias.

¡Qué hermosa, mi caracola.

Me la ha traído, mi abuela! 

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domingo, 14 de agosto de 2016

No dejes para mañana...

No dejes para mañana…

Una frase hecha, que por repetida pocas veces se le toma en cuenta. Ocurre que cuando acostumbramos nuestros oídos a una repetición de palabras encadenadas, por mucha razón que éstas en sí mismas lleven, las tomamos por algo ya sabido, algo que estamos hartos de escuchar, y vacunados ya contra lo que encierra en sí dicha frase, la desechamos, la proscribimos de nuestras mentes.

Creo que todos odiamos esa frase. Sí, lo creo, porque se ha abusado de ella,  se ha repetido con demasiada frecuencia y ha perdido su efectividad, su cualidad de sorpresa, su frescura, y ya no hace efecto. Se ha quedado caducada por exceso de uso.

Al no causar ya efecto, jamás se nos ocurre pensar que quizá no tengamos otra oportunidad, que debemos escuchar la sabiduría popular, y te tomas la libertad de darte tiempo, de posponer aquello que deseabas hacer, aquello que renacía día a día dentro de ti, dentro de tu alma. Aquello, que una y otra vez llegaba a tu mente para encontrar salida, para hallar el momento del desborde necesario para ser volcado.

Jamás piensas que aquél puede ser el único momento; la última oportunidad.

Sin embargo, la vida, o mejor dicho, la inexorable muerte, tiene otros planes para ti, y para la oportunidad que te tomaste la libertad de posponer.

No he tenido la oportunidad de decirte que el día en que te conocí te sentí como una persona cercana, amable y cariñosa, no la tuve, y por ese motivo te lo digo ahora, para que desde donde estés recibas mi respeto, mi cariño y mi deseo de comunicación que quedó dentro de mí, pospuesto, postergado, esperando una oportunidad de atreverme a hablar contigo.

Mi cariño para ti, volará hacia el lugar donde ahora estés, que será en medio de ángeles, seres inteligentes, amables y bondadosos como lo eres tú, amigo,  compañero de tertulia.

Hasta luego, hasta siempre. 

Un abrazo

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viernes, 12 de agosto de 2016

Un nuevo Cometa!

Se promete lluvia,
De bellas perseidas
Para ver sus luces,
Llevé a mi abuela.

El viento barría,
Cálidas arenas,
Que gracias al viento...
Flotaban resecas.

Felices, del viaje,
Buscaban acera,
Les servían ojos,
Bocas, caras, 
Orejas, cabezas.

Volaban, flotaban
Corrían, giraban,
Jugaban de noche,
Dormían despiertas.

El viento arreciaba...
Celosa, mi abuela
De aquellas arenas,
Desafió al aire.

Abrió su chaqueta,
Le sirvió de alas,
Alas de rebeca.
Y salió volando
Orbitó la Tierra.

Se le estudia ahora
En clases de historia,
En clases de Ciencias.

La historia real,
Del Cometa Abuela.

#AbuelaTeCuenta


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miércoles, 3 de agosto de 2016

Qué gran aventura!

Pensaba subir a pie, llegaba de la piscina y debería continuar los ejercicios, si en realidad deseaba llegar a ponerme en bikini este año.

Pocos días antes, me resultaría imposible alcanzar el décimo piso escalera a escalera. La natación me estaba proporcionando energía y agilidad, además de resistencia, y comenzaba a notarse mi cintura. Esa pequeñez, me hacía recuperar la autoestima, me sentía ilusionada, quizá llegase a ver de nuevo mi vello púbico sin tener que ponerme frente al espejo, con un simple  mirar hacia abajo…

No había nadie en el portal, a excepción de él.

Me miró de arriba abajo.

Le miré…

Haciendo caso a un leve gesto, entré al ascensor.

Mi mente comenzó a soñar…

¡Qué tío tan fornido, qué pinta de atleta qué cara más bella! Pensaba casi en voz alta, mientras le contemplaba con toda atención y deseo.

Nos posicionamos uno frente al otro…

Me miraba incesantemente, se acercó a mí…

Abrió la boca con intención de hablar y, la acercó a mi oreja…

Me derretí… ¡Qué calor, Señor!

—Señora, ¿Podría ayudarme?

Permití que el tirante de mi camiseta se deslizase hacia abajo para que notase mi buena predisposición… Pensé entonces... "¿Se le habrá atascado la cremallera. Le habría ocurrido algún percance parecido?"…

¡Estaba dispuesta a ayudarle!

—¿En qué te ayudo, Cielo?

Le contesté.

—¡He dejado la máquina del bar a punto!

---¿Podría usted prestarme diez euros?

—¿Diez euros?

Aproveché la llegada del ascensor al décimo piso para bajarme apresurada. 

No sin antes despedirme de él como se merecía.

—¡Estúpido ludópata!!!!

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Ojú! Qué susto!

Nada más abrir la puerta, noté un extraño tufo.

Llegué de mis vacaciones cansado y deprimido, como se llega al final de algo que se acaba, al final de algo inmensamente bueno.

Intenté seguir el olor como lo haría un experto sabueso, aunque la verdad, estaba difícil. La casa había estado un mes cerrada a cal y canto y la pestilencia inundaba cada rincón con igual intensidad.

Decidí entrar en la cocina, quizá se me habían olvidado restos de desperdicios en el cubo de la basura…

No, la cocina olía igual que el hall de entrada.

Entré en el dormitorio y… Tampoco. No provenía de allí la pestilencia.

La salita de estar…. El salón….

Me quedaba únicamente la terraza… ¡No! De ahí no procedía el olor.

No podía aguantar las ganas de micción y corrí hacia el cuarto de baño.

Encendí la luz.

¡No podía creer lo que estaba viendo!

Un extrañísimo árbol o planta brotaba del centro de la taza del wáter, levantando por sí misma la tapa para abrirse paso hacia el exterior. Una planta sin apenas color pero cargada de frutos de nauseabunda fetidez… 

(Del susto, me oriné encima)

Recordé entonces lo ocurrido hacía un mes…

Recuerdo que entré al cuarto de baño… 

¡Una urgencia!

Llevaba en la mano una fruta que comí mientras daba rienda suelta a mi acuciante necesidad…

Recuerdo haber terminado la fruta y tirar al wc su hueso.

¡Jamás hubiese pensado que se pudiera mezclar el ADN de un desecho corporal, con un ADN frutal!

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