En un pequeño pueblo rodeado de montañas, vivía Pepe el Militar, un hombre de mirada firme, bigote impecable y botas que resonaban con cada paso. Aunque ya se había retirado del ejército, todos en el pueblo seguían llamándolo "el Capitán Pepe". Era conocido por su disciplina, su valentía y, sobre todo, por su extraño hábito de dar órdenes... ¡hasta a los animales del campo!
Una mañana, el alcalde del pueblo llegó corriendo a su casa.
—¡Pepe! ¡Necesitamos tu ayuda! —gritó, agitado—. ¡El puente del río se ha caído y nadie puede cruzar al otro lado! ¡Y la escuela está allá, con los niños atrapados!
Pepe se cuadró de inmediato, como si aún estuviera en servicio.
—¡Misión aceptada!
Sin perder tiempo, reunió a su antiguo equipo: su perro sargento Trueno, una cabra llamada Sargenta Rocío y su nieto Manolito, que llevaba un casco de juguete y muchas ganas de ayudar.
—¡Escuadrón, en marcha!
Cruzaron el bosque con disciplina militar, construyendo un plan mientras caminaban. Pepe, con sus años de experiencia, pensó en usar árboles caídos como vigas. Trueno ladraba cada vez que encontraba una madera útil, y Rocío, con su increíble fuerza, las empujaba hasta la orilla del río.
Pero cuando intentaron colocarlas, el río creció de repente por una tormenta lejana. Todo parecía perdido... hasta que Manolito tuvo una idea:
—¡Abuelo! ¡Podemos usar tu viejo bote inflable militar!
Pepe lo miró sorprendido.
—¡Esa es iniciativa, soldado!
Sacaron el bote, lo inflaron, y uno por uno, comenzaron a cruzar el río. Primero los niños, luego los maestros. Al final, cuando Pepe fue el último en cruzar, el bote se pinchó con una rama.
Pero Pepe no era hombre de rendirse. Agarró una rama, se la puso entre los dientes, y nadó con fuerza, cruzando el río como en sus viejos tiempos de entrenamiento. Cuando llegó a la orilla, todo el pueblo aplaudía.
Desde ese día, cada 15 de junio, el pueblo celebra el “Día del Capitán Pepe”, en honor al hombre que jamás dejó de servir, ni siquiera después de retirarse.
Y aunque le regalaron una medalla de oro, él siempre dijo:
—¡Sólo cumplí con mi deber, soldado!
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