—
¡Elvira ven aquí!
¡Aléjate de la ventana!
—
¡No me asustes Alberto!
¡Alberto!
¡No me mires con ojos desorbitados!
¡No me mires con ojos desorbitados!
¡¿No ves que me asusta la expresión de tu cara?!
—
¡Ven aquí querida, acurrúcate a mi
lado!
¡Y sobre todo... No mires hacia la ventana!
—
¡AAAaaaaAAAAaaaaHHHhhhhhh!!!
—
¡Te advertí que no deberías mirar!
¡Agárrate fuerte a mí!
¡No te preocupes, mi amor, que no podrá vernos a oscuras!
Cuando regrese la luz, quizá podamos
bajar al sótano. Allí estaremos más seguros.
—
¡Puedo ver sus dientes Alberto!
Los veo con toda claridad... ¡Tengo muchísimo miedo!
Los veo con toda claridad... ¡Tengo muchísimo miedo!
—
¡Estás temblando! Por favor, no temas que
estamos juntos...
Jamás te dejaré sola.
Jamás te dejaré sola.
—
¿Y si abre la ventana?...
¡Tiemblas Tú también, Alberto!
¡Tiemblas Tú también, Alberto!
¡Te noto muy sudado!
¡AlbErtOOOooooo!!!!
*
—
¿Ha sido usted quién nos ha
llamado?
—
¡Sí, señor policía!
—
¿Dígame, qué ha ocurrido?
—
He llegado esta mañana como todos
los días, a traer el desayuno a mis abuelos.
Se lo prepara mi madre todas las mañanas, y yo se lo traigo.
Se lo prepara mi madre todas las mañanas, y yo se lo traigo.
—
¿Y… Dígame... Cuál es el problema?
—
¡Pase usted a la vivienda y véalo
por sí mismo!
—
¡Tremendo!
—
¿Les ha colocado usted en esa
postura?
—
¡No!... no...
Les encontré así, abrazados y
acurrucados en esa esquina.
No he querido tocar, absolutamente nada.
Ni siquiera el teléfono.
Les he llamado a ustedes, desde mi móvil...
No he querido quitar, ni esa horrible careta
de hombre lobo, colgada en la ventana.
—
¿Celebraban Halloween sus abuelos?
*
—
¡Vámonos Paquito!
¡Corre!... ¡Corre!... ¡No te pares!
—
¿Y la careta?
— ¡Cállate!
¡Y... Déjala ahí!
¡Y... Déjala ahí!
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