El viaje prometía ser lo mejor de nuestras vidas, lo habíamos esperado durante tanto tiempo...
En el
avión llevábamos únicamente lo más necesario.
No necesitábamos más que unas cuantas prendas, Nos teníamos el uno al otro y... ¿Para qué necesitábamos más?
El portátil y la cámara
fotográfica, que perpetuarían las maravillas que el paisaje y los buenos ratos de compañía nos brindasen.
Pocas eran
las horas de casados y aquello pintaba bien...
¡Muy bien!
Sería esta la primera vez que estaríamos juntos, repartiendo nuestro tiempo con nosotros mismos, sin importar nada más...
__¡Cuánto deseaba que llegase por fin este día Luis de mi alma!
__ Estaremos juntos para toda nuestra vida y jamás me alejaré de ti.
Musité al oído de mi recién marido que dormitaba apoyando la cabeza en una almohada pegada a la ventana del avión, hallándose la inclinación de la cabeza, hacia el lado opuesto con respecto a mí.
Guardé silencio para no perturbar su descanso, pensé además que sería bueno descansar para llegar con fuerzas a nuestra soñada Luna de Miel.
*
La señorita azafata preguntó:
__Don Luis... -
__¿Desea usted
algo? -
En la cara de mi marido, se dibujó una complacida sonrisa.
Le miré, y rápidamente volví la vista hacia la azafata.
Vi a ésta, que introducía algo parecido a una misiva en la mano de mi
esposo...
Quiso el destino que aquél viaje fuese el principio del
fin de mi vida, mi amor y mi felicidad…
La misiva rezaba así:
Amado Luis, te espero.
Recuerda que estaré en el hotel a las tres.
Te amo.
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Este relato, ha sido seleccionado para aparecer en un libro sobre relatos de desamor.
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