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domingo, 10 de septiembre de 2017

Un monstruo en la negrura!

Una especie de rugido sobresaltó al pequeño Emilio, mamá le había pedido que bajase al cuartillo de los trastos para dejar a resguardo su bicicleta de la que ya por fin había conseguido descartar los ruedines estabilizadores. Se sentía orgulloso y lleno de valor. Se había convertido en un niño mayor por fin.
Es cierto, le había costado muchas caídas, muchos sustos y raspones de rodillas y manos; eso, cuando le daba tiempo de apartarse de la bici durante la caída, la mayor parte de las veces se caía sin más, sin apercibirse de que llegaba el suelo a recibirle con dureza y la bicicleta se apresuraba a saludar el suelo más de lo que podría darse prisa en caer su pequeño cuerpo, con lo que en esas ocasiones, caían ambos casi a la vez y además del consiguiente raspón, debía aguantar el golpe producido por el peso de su pequeño vehículo a dos ruedas.
Ya no podría pasarle más, se había hecho mayor en un pis pas. Nunca creyó que se daría cuenta de que se hacía mayor pero sí, había ocurrido ante sus ojos. Era mayor, ya no usaría nunca más ruedines. 
El ser mayor venía acompañado de seguridad en sí mismo, de sentirse satisfecho, sin complejos y había ganado en valor. Podría a partir de ahora defender a su hermano en caso de necesidad.
Entró en el cuarto trastero contento y ufano, el rugido no le importó demasiado, al menos de momento, desconocía su procedencia, desconocía quién osaba poner a prueba su fortaleza de ánimo, pero estaba decidido a ser valiente y... ¿Qué era un rugido para un niño de cinco años que ya no tenía necesidad de estabilizadores en su bicicleta?
Tras posar su bici sobre su caballete, se subió a una maleta azul oscura que se encontraba vacía y en medio del cuarto, ojeó en forma circular girando sobre sí mismo y pudo ver bajo una estantería unos ojos amarillos entreabiertos y brillantes.
Se le escapó de entre los labios un grito:
—¡Mamáaaaaaaaaaa!!!!!
Mamá no estaba allí y no pudo escucharle, así que hubo de volver a pensar en sus estabilizadores y en lo importante que era ser mayor y valiente…
Comenzó a dudar… Más, pensó que debía hacer algo… Echaría a correr hasta casa y no pararía hasta que mamá le abriese la puerta.
—¡Mamá, mamá… Hay un monstruo en el cuarto de los trastos!!!!
Comenzó a manifestar este grito desde la primera escalera hasta la última, y al llegar a la puerta de casa, la aporrearía con todas sus fuerzas…
—¿Pero qué te pasa Emilio?—preguntó la vecina de abajo tras abrir la puerta alarmada por los gritos del pequeño.
—¡Hay un monstruo en el cuarto!!! 
¡Hay un monstruo en el cuarto!!!—repetía una y otra vez Emilio. —¡Y ya no necesito ruedines!...-- manifestó como nota aclaratoria.
La vecina se quedó un poco pensativa y desconcertada.
Cuando llegó al piso de arriba, su mamá abrió la puerta en el momento justo en que Emilio extendió sus brazos para aporrear la puerta, y para que el golpe fuese oído con toda seguridad por mamá, dejó caer todo el peso de su cuerpo en el gesto, que al hallar la puerta abierta le hizo caer de bruces sobre el pavimento moteado en tonos crema "a barullo", como se suelen motear las baldosas de terrazo, de esas, en las que se pierden las cosas que se caen al suelo por puro y simple camuflaje.
Mamá ayudó a Emilio a levantarse con sumo cariño intentando tranquilizarle y consolarle del golpe; pero... Emilio no pensaba en que le podía doler el choque de la caída ni en nada más que en el monstruo que rugía en el cuarto trastero.
—¡Un monstruo, mamá. Un monstruo horrible en el cuarto!!!— gritaba Emilio con desesperación, con intenso pánico que quedaba reflejado en los ojos extremadamente abiertos del pequeño.
—¿Cómo que un monstruo... Cuéntame Emilio, dime dónde has visto al  monstruo?…
¿Te ha hecho daño?...
¿Quién es el monstruo?... —Preguntaba la madre intrigada y preocupada por su niño.
Emilio no sabía explicarse… Decía… “
¡Mamá en el cuarto… 
Le vi… 
Rugía… 
Mamá era un monstruo… 
Te juro mamá que era un monstruo!”-- Mamá asentía con la cabeza mirando perpleja a su chiquitín…
—¡Vamos a ver Emilio! ¿Me puedes decir cómo era el monstruo… Me lo sabrías describir?...--
El niño responde:
—¿Mamá, describir qué es?—preguntó intrigado Emilio.
—Describir, es decir cómo son las cosas, las personas, o los monstruos… ¿Entiendes?... Si tú encuentras una caja, y sabes cómo son los cuadrados, puedes por ejemplo decir que la caja se parece a un cuadrado, o a un círculo, o a un rectángulo… O si son dos cajas o es una sola…-- explicó la mamá atenta y cariñosa.
—¡Sí, mamá! Sé qué quieres decir… 
El monstruo era... ¡Un monstruo!… Un “monstruo” que se ocultaba en la oscuridad. 
El monstruo era oscuridad... 
Oscuridad, con ojos amarillos… 
Ojos amarillos brillantes, mamá.--
—Pero… ¿Cómo eran los ojos Emilio?...
—¡Ay, mamá. Amarillos!
¡No estás atenta mamá!…
¡Los ojos eran amarillos!!!
Amarillos de oscuridad…
—¡Vamos Emilio; vamos a ver al monstruo!—contestó la mamá con decisión y valentía. 
La mamá de Emilio pensó que habían de hacer frente a la adversidad en todo momento, y si la adversidad venía disfrazada de monstruo habrían de hacerle frente con arrojo y valentía.
“Más vale un buen susto un momento, que un susto para toda la vida” pensó la mamá de Emilio más en voz queda que alzando la voz, aunque el niño la escuchó con toda claridad y enseguida pensó que seguramente su mamá tampoco usaba ruedines estabilizadores en su bicicleta.
Las vecinas que habían salido a la escalera para ver qué ocurría en el piso de arriba y a Emilio que era un niño bueno, dulce y cariñoso además de charlatán que solía embobar a todo el vecindario con sus historias de submarinos, de barcos, de aviones y demás vehículos movidos a motor, se arremolinaban alrededor del pequeño y su madre haciéndole preguntas tales como: “
¿Qué cara tenía el monstruo? 
¿Estaba el monstruo en el cuarto trastero? 
¿Cuántas patas tenía el monstruo? 
¿Daba miedo el monstruo Emilio?”
Emilio sólo contestó que sí a esta última pregunta asintiendo con la cabeza y con los ojos muy abiertos como si en ese instante recordase el susto de hacía unos pocos instantes…
La mamá de Emilio abrió la puerta del cuarto trastero sigilosa, pidiendo a su pequeño que se quedase tras la puerta donde no  pudiese correr ningún peligro.
Preguntó con un gesto al niño dónde se hallaba escondida "la oscuridad con ojos" y el niño respondió señalando bajo el primer estante de la repisa que sostenía varios libros y cajas polvorientas.
La mamá bajó la cabeza agachándose hasta ponerla a la altura de la “oscuridad de ojos amarillos”…
En ese mismo instante la oscuridad soltó un bufido que a Emilio pareció grande, pero que en realidad era un bufido pequeño. 
El niño vio con verdadero espanto cómo su mamá alargaba los brazos introduciéndolos en el improvisado cubil del monstruo perdiéndose sus manos y antebrazos en la negrura absoluta….
—¡MamAAAAAaaaaaaa!!!-- Gritó Emilio a la vez que abría muchísimo la boca, los ojos se le desorbitaban y dejaban caer del mismo modo que lo hacen las cataratas, lágrimas saladas que se dejaban perder micro segundos después en el interior de su boca y eran absorbidas por su lengua.
MamAAAAAaaaaaaa!!!-- Volvió a gritar repitiendo el gesto de terror, la catarata y la recogida de lágrimas al amparo de su lengua.
Mamá no contestó, continuaba entregando los brazos a la oscuridad moviéndolos de un lado a otro del hueco que dejaba la estantería entre su primer estante y el suelo.
Poco después, tras unos cuantos intentos fallidos, mamá retiró los brazos y como si se tratase de magia, apareció entre sus manos un trozo negro de oscuridad peluda de ojos brillantes y amarillos.
—¡Mira Emilio, qué maravilla!!!—Emilio no podía ver nada, había cerrado los ojos por el miedo de que su mamá perdiese ante el monstruo sus manos que él tanto quería y necesitaba para recibir el cariño, el amor de su mamá cada mañana cuando le despertaba con un abrazo y un beso, y cada noche cuando le deseaba buenas noches y le arropaba con extrema dulzura.
El ¡Ohhhhh!!! De las vecinas que permanecían como escolta en la escalera y en la puerta del cuarto trastero intrigó al niño que apartó las manos de delante de sus ojos y por fin vio…
—¡Oh, mamá!... ¡Dime que le adoptaremos!...
Emilio se acercó sin una pizca de miedo, no podía dar miedo a nadie… “Oscuridad” “que así le bautizaron desde ese mismo instante" era un gatito negro, desprotegido y abandonado que se había refugiado en el cuarto trastero al amparo de la oquedad que le brindaba la estantería.
—Oscuridad, escucha: Nunca más estarás solo, ni tendrás necesidad de rugir o de bufar, porque yo estaré ahí para velar por ti y defenderte; jamás te abandonaré. 
¡Te lo prometo! 
Sabré defenderte ahora que soy mayor y ya no he de usar ruedines.
Una ovación acompañó al pequeño Emilio mientras subía las escaleras hacia su piso con el peludo chiquitín entre sus manos, protegiéndole, cuidando de no apretarle o causarle daño.
—Mamá, qué bonito es Oscuridad. Seguro que le gustará que le cuide, seguro que va a estar muy contento en casa… 
¿A que sí mamá?
—¡Claro que sí, cariño. El gatito estará muy feliz con mi pequeñín!...
—¡Eh, mamá, que ya soy mayor, que ya no uso ruedines!...
Poco sabía Oscuridad de ser mayor, de valor o de ruedines, se acurrucó en las manos de su salvador y sintió que por fin alguien le quería. Enseguida entendió la promesa hecha por Emilio. Sabía que a partir de ese mismo instante, sería feliz para siempre.
"Fin"
Si lo deseas, puedes dejarme un comentario, a mi blog y a mí nos encantan los comentarios. Nos harás felices! GRACIAS!
©Copyright © 2017  All rights reserved  Mercedes del Pilar Gil Sánchez  #AbuelaTeCuenta








martes, 22 de agosto de 2017

Tu amor, un eclipse

Eclipsaste el silencio, que inundaba mi vida.
Eclipsaste la noche, que poblaba mis días.
Eclipsaste la luz, que mis ojos cegaba
en medio de la nada, habitada por penumbra. 
Una vida derramada sin saber que no existía.
Eclipsaste un sonido interruptor de sueños,
del amor, que revitaliza a las noches,
del amor, que florece de ensueños…
De tu amor, que penetra en mi alma.
De tu amor, que amanece anhelante.
De tu amor que en mí, renace deseos.
©Copyright © 2017  All rights reserved  Mercedes del Pilar Gil Sánchez  #AbuelaTeCuenta


viernes, 18 de agosto de 2017

Las palabras importantes...

Un día busqué tres letras
para nombrar a la PAZ.

Hoy busqué en mi diccionario,
palabras tan importantes…
Y en él pude encontrar:

Empatía, Simpatía,
Amor, y Afinidad…

Apoyo, Respaldo,
Ayuda, y… Solidaridad.

Adhesión,  Unión
Concordia, y Sinceridad…

Confianza, Salud,
Salvar, y Libertad.

Afecto, Apego
Ternura, y como no,
Amistad.

Éstas son buenas palabras
para hablar y practicar.

Para entender a los hombres...
Para amar y respetar.

©Copyright © 2017  All rights reserved  Mercedes del Pilar Gil Sánchez  #AbuelaTeCuenta



jueves, 10 de agosto de 2017

Distrayéndote mientras comes...

_¿Cua, va a pedí mamá?
_¡Er oxenta y tré!
_¿Y eze de qué eh?
_¡Er de “camarale”, Xoxo. Er que pio siempre!
_¡Ay, mamá! Quilla… ¿Camarale?....
_¡Tú ya sabe cuá quio decí!...
_Mamá, hiha, se dice ¡caramale!
_¡Qué má da, quilla!... ¡Tú pon oxenta y tré!
Y otro de trenta y tré de atún con lexuga…
****
_¡Mamá; ya tá quí er tío que llama y pretunta por ti!…
_Po dile: Mire uté; ¿Podría llamarme en otro momento que e, que toy cagando?...
¡Dame, dame er movi que yo se lo digo!...
¿Pero qué quiere uté?...
Ah, sí. Sí. Sí… Sí…
¿Podría llamá dentro de do hora que toy en lo Montaíto de Zan Fernando?...
¡¡¡Anda Xoxo, que e er de vodafon y me quiere hasé un dehcuento!!!
© Mercedes Del Pilar Gil Sánchez  #AbuelaTeCuenta

miércoles, 9 de agosto de 2017

Quién habita la escritura?

¿Pero quién habita escritura?
Decidme si sabéis… 

¿Qué genio habita en la escritura
que arrastra con fábulas y locuras, 
a las mentes más centradas y sesudas?
Que es capaz, 
de arrasar las más tristes amarguras.
De llenar mentes cuerdas de locuras, 
de lidiar con amor y desamores.
De oler, de las flores, 
sus más diversos olores.
De visualizar con palabras los colores, 
de cantarle a los vientos mil rumores, 
gobernados por quimeras de autores.
¡Poderoso huracán de letras puras, 
es el gran universo de escrituras!

© Mercedes Del Pilar Gil Sánchez  #AbuelaTeCuenta
Un poema que ha sido publicado por la Revista Literaria Azahar.

Una Cucharilla de Café


El absoluto y estricto silencio decretado por Otto Kretschmer se vio truncado por una mano temblorosa que el pánico convirtió en torpe y descuidada. 
Una mano que había demostrado agilidad y firmeza, más allá del momento que ahora se veía obligada a vivir.

La presión del agua sobre su estructura comenzaba a causar filtraciones en el U99 que descansaba camuflado en el fondo marino desde hacía más de tres horas. La tripulación fallecía deshidratada por la exuberante hiperproducción de sudor, que provocaba el exceso de calor, y el excesivo estado de miedo. 
El comandante que había prohibido el café por el simple y práctico hecho de regular el consumo de agua, permitió la excepción de una taza del codiciado líquido negro, más por estabilizar los nervios de la dotación y por hallar el punto medio del bien común o grupal e intentar restablecer con ello un ápice de confianza en sus marineros, en los que comenzaba a advertir pérdida del nivel de alerta, y, que dejaban acrecentar en su interior un pensamiento derrotista.
Flaqueaban las fuerzas.
La confianza en una hipotética salvación había huido del submarino a mayor velocidad que la velocidad punta de crucero que pudiera alcanzar con buena mar y buen tiempo el U99.
El constante, aunque intermitente pitido del sonar volvía locos a los hombres a quienes por momentos, se les advertía acrecentar la necesidad de salir corriendo, gritar, o luchar cuerpo a cuerpo a vida o muerte antes que quedarse a la espera en tan dolorosa incertidumbre.

La mano del marinero klaus tembló presa del desconcierto y del pánico, lo que terminó lanzando la cucharilla que serviría para endulzar el café hacia una de las chapas que constituían la zona de descanso del submarino y en la que se amontonaba sigilosa la totalidad de la tripulación en torno a una humeante cafetera.
El café se vertió ardiente sobre sus piernas y aún habiendo ahogado el grito, los despabilados oídos del radiotelegrafista de un  viejo y persistente destructor que en el sosiego de la noche escrutaba al silencio, escuchó un “Clin” repetido por el choque de la cuchara contra la chapa de la camareta, seguido del consiguiente “Clin” producido por la colisión de la cuchara contra el acero del suelo.

La primera carga de profundidad hizo saltar en el pecho los corazones de los cuarenta y un navegantes atrapados en la acerada mazmorra que intuían ya, y sin remedio, su tumba.
Esa primera explosión fue seguida por cincuenta más, repartidas en ráfagas de veinte en veinte minutos durante hora y media, que explosionaban, “a Dios gracias” sobre el sumergible, ya que de explosionar bajo su estructura, provocaría sin remedio alguno, la destrucción de la nave. No podían abandonar su posición y debían confiar en que los ciento cincuenta metros que les separaban de la superficie, resultasen suficientes para su supervivencia.
Unas horas después, cuando la tripulación del U99 se sentía a salvo y libre del asedio, entró en batalla contra un convoy compuesto por cincuenta buques resultando en la refriega tocado de muerte; una vez en la superficie, su comandante, se vio obligado a ordenar el abandono de la nave tras lastrar los tanques e inundar las zonas estancas, quedándose en la cubierta del HMS. Walker, su verdugo - rescatador tras ser apresado, para contemplar el hundimiento de su uboot, que ocurriría a primera hora del 17 de marzo de 1941 tras haber hundido seis buques, entre ellos, un petrolero que tuvo la capacidad de convertir la noche en día, en horrible ignición comparable a la lejana y espectacular explosión de enana roja, antes de desaparecer para siempre tragado por las aguas.
El ingeniero jefe, tras emerger, y ya dispuesto al abandono de la nave; celoso de los secretos que guardaba en su interior el U99, entró de nuevo al buque, para pasar a inundar la cocina, decidiendo en el último momento, quedarse por toda la eternidad a descansar en el buque sobre la arena de la más tenebrosa profundidad del océano, junto con su amada embarcación.
Murieron tres de sus tripulantes; Kretschmer, su comandante, y treinta y ocho de sus navegantes fueron rescatados por el HMS. Walker y conducidos a Liverpool.
****

"Esta es una historia inspirada en un hecho real de la historia" Y... aunque no suelo escribir Ficción histórica o sobre temas históricos... No sé qué me ha ocurrido esta vez... Espero que os entretenga. Gracias por vuestra benevolencia.
©Copyright © 2017  All rights reserved  Mercedes del Pilar Gil Sánchez  #AbuelaTeCuenta


sábado, 5 de agosto de 2017

Letanías de Amor



Me encontré hoy contigo
Acudimos a tu huerto
rezamos mil letanías
Lejos de los padres nuestros
¿Me miras? Y te lo digo…
Te digo, que sí te miro…
¿Me quieres? Y, que te quiero…
¿Me abrazas? Y te abrazo
¿Me besas? Y te lo grito...
Gritos de miles de besos.


© Copyright Mercedes del Pilar Gil Sánchez 
#AbuelaTeCuenta

lunes, 31 de julio de 2017

Me revestí de tu sombra

Me revestí de tu sombra,
y te quise tal cual eras, 
para llenarme del lujo
de pasear a tu vera.

©Mercedes del Pilar Gil Sánchez #AbuelaTeCuenta

domingo, 30 de julio de 2017

Bendita paga extra!!!

La paga extra de verano le llenó de satisfacción y pensó en el mismo instante que fue cobrada en cómo deshacerse de ese dinerito inhabitual sin que supusiese para él ningún problema de conciencia. 
Esta vez, no ocurriría como cuando compraba zapatos, o algunas imprescindibles prendas para el diario vestir; ocurría siempre, que su conciencia le hacía reprocharse a sí mismo haber gastado más dinero del que debía.
Los tiempos estaban duros, y trabajar, no suponía una garantía de no pasar hambre, si no se poseía una conciencia exhaustiva de los “gastos” realizados en el hogar.
Sabía que el dinero de la paga extra volaría de un plumazo sin sentir, sin que tuviese tiempo de degustarlo, de tenerle, de contemplarle entre sus manos…
¡Nada importaba!
¡Nada impediría aquel  gasto gustoso!
¡Nada!
¡Por fin conseguiría, lo que tanto ansiaba!

Es cierto, él únicamente pensaba “hasta ese momento” en bienes tangibles, como podrían ser: Pasar a conseguir la propiedad de un coche, o poder gozar en su salita de estar, de una pantalla televisiva de esas enormes, led, de ultimísima generación de la que tantas  ganas tenía…

Se hallaba seguro de que no habría lugar para contabilizar activos, o pasivos, a hacer balances, cuadrar cuentas… Ocurriese lo que ocurriese, la cuenta final, vendría a conseguir resultados más que positivos.

Ya había solicitado el billete desde hacía más de seis meses...
El mismo tiempo que llevaba hablando con ella, dedicándole a través de internet las horas de asueto que su vida laboral le permitía...
Necesitaba tanto su voz…
Necesitaba el rumor de su aliento adentrándose en su oído…
Necesitaba... 
Sentir en su piel las caricias que la cálida voz de la amada, entre susurros interrumpidos por un forzado clímax prometía.
Necesitaba su boca, su cara, su piel, y enterrar las manos entre la negrura de sus cabellos, asirse a ellos y acercarla hacia sí con la máxima de las ternuras para una vez unidas sus pieles, estrujarla contra sí hasta dejar de sentir esa sensación de pérdida que le consumía por dentro, esa ansiedad provocada por la distancia, la angustia y la pena que el deseo de tocarse provocaba en él con mayor fuerza cada día transcurrido sin poder calmar la Ansiedad, el Deseo... La Incertidumbre... La Prohibición... El Desconocimiento... La PENA.
¡Sí, la necesitaba! Más que el respirar, más que el saciado del hambre o de la más angustiosa sed.

Y era así como transcurrían todas sus conversaciones con Stella Maris, con un grito creciente día a día, acallando una necesidad palpable, más tangible que sus cuentas, que sus ahorros, que un flamante automóvil o un televisor led de sesenta pulgadas.

Anoche, repasó que no faltase lo más preciso en su maleta, y a las doce y diez de este mismo mediodía, llegó a un aeropuerto madrileño con destino a Caracas, en Argentina.

El letrero: 
“Desde hoy, treinta de julio, y hasta nuevo aviso, quedan SUSPENDIDOS LOS VUELOS CON DESTINO A CARACAS”
Le dejó pegado al suelo como si éste estuviese anegado por un pegamento inconsistente, blando, que le tragaba sin consideración alguna, hasta una longitud que sobrepasaba la altura de su cuello.
©Copyright © 2017  All rights reserved  Mercedes del Pilar Gil Sánchez  #AbuelaTeCuenta

sábado, 29 de julio de 2017

Una historia de AMOR

Sucedió una mañana...
Ya bien llegadas las dos.
Se encontraron en un plato,
Cuchara, y Tenedor.

Fue flechazo de momento.
Fueron miradas de amor.
Un Cuchillo que cortaba,
se interpuso entre los dos.

Pero pronto, con dos manos,
un comensal les unió.
Aprovechando el momento,
se abrazaron con pasión.

Crecieron, sus sentimientos,
fueron creciendo en amor.
Muy pronto ya, se casaron...
¡Qué feliz Doña Cuchara!

Luce tocado de boda,
y un merengue de mantón.
Será feliz para siempre,
con su galán, Tenedor.

Cucharillas, de mermelada,
Tenedorcillo de tarta,  
de postre rico, de arroz,
nacieron, como retoños...

De esta historia de amor.

©Copyright © 2017  All rights reserved  Mercedes del Pilar Gil Sánchez  #AbuelaTeCuenta

domingo, 16 de julio de 2017

Un conflicto mañanero


Por la mañana temprano
Llevo a pasear a mi abuela
La llevo, a un comercio
En el que venden muñecas.
Le muestro el que me gusta…

Con sus faldones y tocas
Con biberón y sus platos
Con sus trajes y pijamas
Con mantones y chupetas…

Demuestro, cuánto me gusta…
Pregunto, a la dependienta…
Del precio se escandaliza
Mi comedida abuela…

¿¡Pues no dices que te gusta!?
¿¡pues no has venido a la tienda!?
¿¡Para qué he de preguntar
Si no me lo compras… abuela!?

©Copyright © 2017  All rights reserved  Mercedes del Pilar Gil Sánchez  #AbuelaTeCuenta

Un camino hacia el amor

Esta mañana temprano
comenzó un gran viaje
lavadora de abuela.
¿Deseaba vacaciones?
¿Se cansó de lavar ropas?
¿A dónde vas lavadora?
Pregunté con voz muy queda...
No respondió mis preguntas
la lavadora viajera.
Se soltó de su enchufe
y corrí detrás de ella.
En ese nimio instante...
Lavando a mano las prendas
imaginé a mi abuela.
Lloré, pues esa imagen
llenó mis ojos de pena.
Al comenzar sus andares,
la seguí. Seguí sus pasos…
Me intrigó a dónde fuera
y concluyó su viaje
en alcoba de abuela.
Se enamoró Lavadora
de un aparato gastado...
Un aire acondicionado
chuchurrido, de mi abuela
que debió nacer con ella.
Pude verles abrazarse,
en el cuarto de abuela.
Les vi besarse, amarse...
Les vi, olvidar tristezas...
Les vi, que ambos lloraban
de dicha alborozada,
de verse, la lavadora
abandonar la nostalgia,
verse de amor cubierta...
Les vi llorar extasiados,
Les vi quererse sin penas…

Este amor viene de lejos
me contó después abuela,
de un día acalorado,
que Aire Acondicionado
heló en la noche la cena.
Lavadora, desde entonces,
esperó al aparato
regresar junto a ella.
Le llamó con sus ruidillos
y al no hallar respuesta
decidió salir andando
hacia un amor de vida...
Hacia la vida más bella.
No está sola, Lavadora
Tiene su amor con ella.

©Copyright © 2017  All rights reserved  Mercedes del Pilar Gil Sánchez  #AbuelaTeCuenta

domingo, 9 de julio de 2017

Atrapando Recuerdos

Atrapando recuerdos


En mis viajes a la luna

suelo atrapar mil recuerdos,

reflejos de luna, luna,

que se prenden en mi pelo.

Collares de piedra luna

que saben a caramelo.

Pulseras de miel de lluna

cerradas pronto en mis sueños.

Remedios de luna oscura

para guardar los recuerdos.

¿Quieres venir a mi luna...

Que es volar tu anhelo?

Remóntate hacia mi nube

Elévate, apóyate en mis cabellos.

Llegaremos a mi luna

en su fase más redonda,

¡Patinaremos su hielo!

viernes, 23 de junio de 2017

Una explosión pinturera

La calidez de la tarde hacía mella en mi cuerpo. Llevaba horas pintando y el sudor invadía mis calzones después de haber inundado y traspasado la ropa interior que notaba en extremo pegada a mi cuerpo. Pensé que si continuaba de ese modo, desaparecería en un charco de líquido exudado por mis glándulas sudoríparas en extrema actividad. Mis reflejos, intactos al clarear la mañana empezaban a flaquear por acumulo de cansancio. Comencé a notar como primer aviso la pesadez de mis brazos, la turbieza en la mirada, y en el pulso de mi mano que obligaba a la brocha cargada de pintura a realizar líneas onduladas en vez de las impertérritas rectilíneas que sin esfuerzo alguno, deslizaba sobre la pared esta misma mañana.
Sin cejar en mi esfuerzo, llegué al tramo final del techado que cambiaba un tono parduzco y sucio por un nítido y pulcro blanco inmaculado que parecía haber inundado de suave luz el cielo de un pasillo que va del cuarto de baño a la entrada de la casa.
Respiré de sano alivio al pensar en el merecido descanso que me esperaba…
Moví la escalera y entonces…
En un ínfimo instante… El recipiente que contenía la pintura cayó desde más de un metro de altura.
Su contenido chocó junto al cubo contra el suelo y como en una estampida descargada por un trueno la pintura rebotó hacia arriba en busca de todas las direcciones posibles, deteniéndose acá y allá como una ruleta de suerte extraña; como un pintor poseído por la locura que intentase pintar sobre fondo oscuro un cuadro de insólitas flores blancas.
Paralicé de pánico y estrépito…
Dirigí hacia arriba mis ojos que el sudor inundaba, y al poco, se confundieron con el sudor dos lágrimas…
Lúa mi pequeña perrita acudió a ver qué me pasaba. No tuve voz para detenerla. Me miró sin comprender nada. Mojó de pintura sus patas y pintó florecillas de huellas en el pasillo, el salón, la cocina, la sala… Repitió, repitió varias veces, las flores que al principio esparcía solitarias,  poco a poco, con gusto de unión, en nutridos ramos se juntaban.
No conforme mi Luita con formar ramos de suelos, subió al sofá y formó en él ramos con hojas y ramas.
No me quedaban ganas de limpiar, no podía… mi cuerpo no respondía, y optó por no hacer nada.
Me puse la camiseta, me revolqué en la pintura, me convertí en “nube blanca”

Huí, salí de la casa justo por una ventana, floté en el horizonte y llené mi nube de dulce blanca agua.
©Copyright © 2017 AbuelaTeCuenta All rights reserved  #AbuelaTeCuenta

jueves, 15 de junio de 2017

Hoy, comemos en el jardín



¡Comeremos en un jardín!
Me prometía mi abuela
Mientras llevaba sus pasos
Hacia su casa de vuelta…
Mas… al llegar a su casa…
Abuela ¿Dónde está el jardín?
Me mostró una ensalada
Que había hecho para mí.
Me costó. Me costó mucho…
Me costó en un principio,
Ver a la ensaladera,
Disfrazada de jardín...
Apareció ya en mi plato,
Apareció para mí.
Como en un acto de magia
Como puesto por un hada,
De pronto… El jardín estaba allí.
Con su césped de lechuga,
Las margaritas de huevo
Canónigos que eran trébol,
Vinagrillos de maíz
Tulipanes que en tres tonos
Alegraban mi jardín,
Que se hacían de pasta,
En tres colores,
Entre ellos, el carmín.
Me gusta, me gusta mucho
Comer tan rica ensalada
Sentadita en mi jardín.

© Copyright Mercedes del Pilar Gil Sánchez #AbuelaTeCuenta

lunes, 12 de junio de 2017

Ay, mi abuela que está tan loca...



En la mañana de ayer
fui a nadar con mi yaya
me llevó a la piscina
que está cerca de su casa.

Me enseñó a hacer la "boya"
una forma redondilla
que no es verso ni es prosa
que ella hace en la piscina
y no nada... Sólo flota.

Me enseñó a hacer la "gamba"
una forma en que ella nada,
que no es natación... Es broma.

Me reí, me reí tanto,
que casi, casi, la risa me ahoga.
Mi abuela que es chiquita,
encogida como boya,
desplazándose como gamba...
llorando de risa loca...

Y ella que siempre dice:
¡No me hagas reír...
que me ahogas!

© Copyright Mercedes del Pilar Gil Sánchez #AbuelaTeCuenta

domingo, 11 de junio de 2017

Demasiado???



Cuando el tiempo se excede
y el aire que roza tu cuerpo,
te envuelve en: demasiado...
Cuando la esperanza se cubre
de ausencias, de pérdidas
excluyentes en demasiado...
Cuando los albores primeros
de vida cuajan en destellos
cobrizos en... Demasiado...
El dilatar del tiempo, el fluir de los días,
La esperanza huida...
La vida, el rutilar de estrellas,
el sol, el universo flotando...
El infinito embriaga tu cuerpo
que pierde medida,
y el tiempo revienta en sí mismo
en frutos corruptos de, DEMASIADO!


© Copyright Mercedes del Pilar Gil Sánchez #AbuelaTeCuenta

sábado, 10 de junio de 2017

Un amor de letras

Esperaba las ocho de la tarde con ansia en desmesura, con el deseo en efervescente incendio de llamas a duras penas contenidas. Le deseaba, y necesitaba calmar todo aquello que precisamente por el sosiego forzado, por la contención desmedida, por no dar rienda suelta a la apetencia, le embargaba en un halo de tristeza y de una cruel melancolía.

No podía comer, su boca se llenó de miedos pavorosos, de sentidos sin sentido, de dolores estomacales producidos por la desgana, y por tener que devorarse su estómago a sí mismo.

Llevaba tiempo hablándole e intentando huir del amor que letra a letra, notaba penetrar sin remedio por sus retinas, a través de letras que él tecleaba y ella leía con la avidez propia de lo necesario para seguir viviendo. Poco a poco las letras se habían transformado en su propia vida o en parte tan importante de ella, que no podría prescindir ya jamás de ese abecedario mostrado día a día, letra a letra, cada uno de los días y a través de internet.

Su problema principal, era el de la propia incomprensión de sí misma. Leía las letras que amaba, y sabía que eran únicamente eso... Simples “Letras” sin apoyo, sin una imagen, sin poder descubrir qué habría tras el monitor, tras el teclado… ¿Quién podría escribir palabras embrujadas de amor? ¿Quién podría ser el ser especial que con tan poco, le hacía sentir tanto? ¿Qué podría tener de especial ese alfabeto utilizado por un ser oculto, sin imagen, quizá sin dedos… ¿Podría ser quizá un robot... Un automatismo capaz de llenar su alma y todos sus vacíos con un vocabulario de amor perfecto. Un ser cuyo cerebro creado, dulcificado y sentido para ser compuesto únicamente de envolventes letras?

Las ocho de esta misma tarde, sería la hora que haría poner transparencia a la opacidad, que llenaría de luz su oscuridad infinita. Por fin podría traspasar la pantalla y ver... Convertir letras en humanidad, en descanso mental, en dar plenitud a un amor que se hacía ya desesperado.

Una flor roja en el ojal le definiría entre un mar de transeúntes, de personas que pululaban sin rumbo por la plaza monumental, cuajada de turistas, plagada de personas que… Quizá... cualquiera de ellas, cualquiera, podría ser el propietario de su idolatrado alfabeto.

A lo lejos presintió una presencia que también los turistas presintieron… Un ser se acercaba con una flor roja en el pecho. La gente, los transeúntes le abrían paso a la vez que le admiraban como prendados de su figura, para una vez había pasado mirar perplejos al suelo.

Cuando le tuvo cerca, le reconoció, era tal como se lo imaginaba. Su figura consistía en letras amontonadas flotando en forma humana. Él extendió un brazo que antes había doblado para arrancar de su pecho la flor y ofrecérsela extendiéndola hacia ella; en su brazo se juntaban en hilera, una tras otra, estas letras: Para ti, mi amor, con el amor más grande y más extenso...

En el suelo, tras él había ido sembrando otras letras que ella comenzó a leer: Amor de mi vida, seré para ti el ser que esperabas…

Ella, lejos de decepcionarse le abrazó esparciendo letras flotantes por doquier que se configuraban de nuevo para lograr una imagen igual a la primigenia de ser hecho de letras. Las letras desprendidas flotantes, al caer sobre ella se deshacían, la penetraban y la envolvían en el más puro éxtasis del más genuino y bello amor que jamás había conocido.

  ©copyright Mercedes del Pilar Gil Sánchez #AbuelaTeCuenta