tus comentarios son mi regalo
La quitanieves, despejó la calzada y el paso de
peatones, se volvió resbaladizo y muy, peligroso… Un grupo de niños, festejaba
con risas las caídas de quienes osaban cruzar la calle.
Pablo, estrenó zapatos antideslizantes y observó que
un anciano temía cruzar, así que le acompañó
y juntos pasaron al otro lado de la acera, mientras el grupo de niños lanzaba
bolas de nieve con el único fin de hacerles caer.
El anciano agradeció su ayuda y le quiso recompensar
con unas monedas tan hermoso acto.
- Poderle ayudar, ha sido suficiente recompensa para
mí. (Respondió Pablo)
El corazón del pequeño, se había esponjado de gozo,
rebosándose de felicidad.
Realmente, no necesitaba más recompensa que la
deliciosa sensación de haber hecho el bien aquella gélida mañana invernal.
Ayudar a los demás nos hace mejores personas, ayudándonos
a nosotros mismos y nos premia con esa maravillosa sensación de felicidad
interior.