La
escritura la atrapó como atrapan las drogas, provocando su aislamiento del
resto de los seres vivientes que habitaban el planeta.
Ya
nada existía a su alrededor, sus únicas relaciones consistían en manejar a su
antojo los diferentes símbolos de las diferentes letras con la única
intromisión de los caracteres ortográficos conocidos como signos de puntuación.
Solía
utilizar los más familiares, no era ella de usar para sus escritos signos
rimbombantes u ostentosos, se conformaba con algunas comas y algunos puntos,
puestos estos algunas de las veces en hilera, como cuando formaba con ellos puntos
suspensivos…
Su
aislamiento, se fue haciendo cada vez más y más prolongado en el tiempo, hasta
llegar a pasar semanas enteras sin dejarse rozar la piel por el bendito aire de
la calle, sin dejar que el sol iluminase sus ojos, o que sintetizase en su
cuerpo ningún rastro de vitamina D.
Su
vulnerabilidad se fue haciendo cada vez más patente, al no tolerar su cuerpo
ningún virus o bacteria, o contaminación alguna que no fuesen las propias de su
medio ambiente, que se auto limitaba cada vez más y que fue reduciendo cada
vez, hasta quedar en un exiguo, pequeño rincón de su casa.
Sus
dedos mostraban callos circundando sus yemas, y su cuerpo fue imitando a uno de
los caracteres más utilizados por la escritora.
Sus
hombros se curvaban hacia delante, junto con su cabeza, y sus piernas ya
estiradas y en posición erguida, se iban curvando cada vez más en sus
articulaciones de cadera y de rodillas.
Se
asemejaba su figura a una S mayúscula.
Apercibía
todos aquellos cambios, pero no podía ya volver atrás.
Se
hallaba prisionera de sus propios escritos.
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