Des;
ese era su nombre y le gustaba llamarse de ese modo.
Le gustaba, y gustaba a quienes la rodeaban; a sus amigas les parecía “muy chic” un nombre compuesto por tres letras que podría servir de prefijo a múltiples cualidades. Su mejor amiga Maripepa solía llamrle Desy y
las amigas de mamá le llamaban Desdi, tal como solía llamarla con sumo cariño su solícita madre.
Cuando
comenzó a ir al colegio, tenía como compañera de mesa a Margarita. Todos los días
debían escribir su nombre en el papel en blanco que les facilitaba su profesora
la señorita Herminia. Cuando Margarita había escrito su primera sílaba, Des
había concluido y se quedaba mirando como su compañera escribía con trazos
inseguros el resto de su extenso nombre.
Pasada
su primera etapa infantil, comenzó a añadir una “s” más a su pequeño nombre que
quedaba aún más chic, si es que eso era posible.
Podríamos
pensar que se trataba de un nombre maravilloso para una niña maravillosa, como
lo son todas las niñas y Des, era especialmente cariñosa conteniendo dentro de
sí un alma artística que la hacía tan especial como lo era su escueto nombre…
Aunque… Algunas veces… esas ahora “cuatro letras” se volvían en su contra, como
cuando perdió sus primeros dientes frontales que sus compañeros de clase le
decían: Des-Dentada y algunas otras veces, como cuando se le olvidaba la
merienda en casa o cuando se le rompía alguna goma o la mina del lápiz su
nombre servía para llamarle Des-Cuidada…
Pero
esas eran pequeñas cosas de pequeñas ocasiones que no mermaban en absoluto su
calidad de vida, ni su autoestima, ni su necesidad de aprender, o sus ansias de
juegos y felicidad.
La
mamá de Dess era considerada en el pueblo como una visionaria o adivina, aunque
eso sí, muy bien considerada. Mantenía a sus amigas alerta sobre cosas que
podrían ser perjudiciales para en lo que fuese posible evitarlas. Leía
pensamientos e interpretaba sueños absteniéndose de transmitir a los
interesados las cosas que pudieran ser perjudiciales o malas, con lo que todo el
mundo la adoraba; y ella, adoraba a su pequeña, le consentía y apoyaba en todos
sus pequeños proyectos o haciendo realidad todos los deseos que Dess expresaba.
Sus amigas algunas veces reprochaban el comportamiento permisivo de la mamá
consentidora, a lo que ella repetía como única respuesta: Las niñas han de
aprovechar al máximo su niñez y disfrutar de todo lo que la vida les pueda
ofrecer. La niñez dura apenas unos instantes en nuestras vidas y si no se es
feliz entonces cuándo, en qué momento se podrá ser…
Las
otras mujeres que también eran madres no tenían más remedio que asentir ante
tales argumentos, y pensando en sus propios hijos repetían la frase como se
repiten las letanías… Como si se tratase de una verdad única y dicha por un
pensador antiguo que hubiese demostrado a través del tiempo la veracidad de una
frase dicha.
La
niñez de Dess transcurría plagada de felicidad, embriagada de cariño y por si
la felicidad proporcionada por su mamá no fuese suficiente, cuando cumplió los
dieciséis años, Dess conoció a Fermín, aunque ya le conocía con anterioridad, o
desde siempre, pero no se había fijado en él hasta entonces… Cuando iban al
colegio, él estaba unos cursos por encima del de ella y eso le hacía invisible,
aunque Fermín sí la veía y sí reparaba en su belleza y en el aura de bondad que
parecía rodearla que la hacía elegante, atractiva, y quizá aún más bella.
Pasaron
tres años de relación marcada por el placer, el amor y la felicidad… Fermín un
día de fiesta y en medio del estruendo producido por un castillo de fuegos
artificiales pidió a Dess en matrimonio, ella aceptó encantada, y en ese íntimo
instante, soñó con amanecer día tras día al lado de su amor, de compartir con
él el tiempo, la vida el amor y hacer realidad aquel deseo constante de sentir
su cuerpo desnudo junto al suyo.
Tal
como había ocurrido toda su vida, la mamá de Dess se hizo cargo de todos los
preparativos, de todos los papeles, de todo cuando Dess necesitaba.
El
día de su boda el Reverendo Padre Don José María Izquierdo preguntó a Fermín:
— Fermín.
¿Quieres por esposa a Desdichada?—
Dess
miró hacia un lado y hacia otro en busca de semejante nombre que jamás había
escuchado hasta entonces…
Tras
la respuesta afirmativa del novio, la pregunta fue dirigida a ella:
— ¿Y
tú Desdichada, quieres por esposo a Fermín?...—
El
mundo se cayó sobre el alma de Dess al descubrir que su nombre era “Desdichada”
y en el mareo que sintió tras el impacto de ser portadora de un nombre horrible,
su cabeza pareció asentir… Una S sorda se asomó a sus labios y fue tomada por
el Padre como un sí. Mientras ella no sabía qué pensar…
¿Cómo
se le pudo ocurrir a su madre, a su padre, o a quien se le haya ocurrido un
nombre tan horrible?
—Puedes
besar a la novia—
Fermín
la abrazó y la besó haciendo caso a la petición del oficiante que dio permiso
para un beso. Ese hecho le hizo olvidar un nombre que llevaba con ella desde
hacía diecinueve años y que permaneció oculto hasta entonces...
Tres
días después de su boda, Fermín la dejó sola en una habitación cualquiera un
hotel cualquiera de una bella ciudad para salir a pasear o… Vete a saber qué… no
regresó hasta pasadas las tres de la madrugada… Al ser interpelado por Dess…
—¿A
dónde has ido mi amor, estaba preocupada por ti?…—
Fermín
contestó sin palabras, con una acción que no dejaba lugar a dudas sobre lo que
no deseaba ser preguntado.
Un
empellón la hizo perder el equilibrio chocando secamente contra la pared, con
la suficiente fuerza como para acallar
la curiosidad de “Desdichada”.
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Mercedes del Pilar Gil Sánchez #AbuelaTeCuenta