Cuenta en su haber la Señora Maripí con una edad bastante cercana al centenar de años, y unas inmensas ganas de viajar a través del Mundo, como si éste, el propio Mundo, se tratase de un lugar pequeño, y de un tamaño reducido.
Hace unos escasos dos días, la han invitado a participar en
un programa de televisión en el que prometían hacerle unas cuantas preguntas
referentes al tema de sus viajes…
Ya en la televisión:
—Buenos días Maripí.
—Buenos días, encantada de poder participar en un programa
tan divino, ameno y divertido como este tuyo, Manoli. Que sepas que te escucho
todos los días, y que tu programa cuenta con mis preferencias.
—Muchas gracias, Maripí, siempre es un honor saber que nos
escuchas y que además, contamos con tus preferidos en antena. Sabemos Maripí,
que es muy difícil hallarte en casa, ya que te has hecho famosa, por tus viajes
alrededor del Mundo.
—Oh, sí, no paro en casa, es como si la casa me quemase.
—Dijo esbozando una sonrisa abierta, como de complacencia.
Como si tuviese fuego dentro, que no puedo apagar a no ser
con mis viajes. Sí, ya sé que podría provocar cierta risa, pero así, tal como
lo siento, aquí a ti, te lo cuento.
“Tal cual”
Entonces Maripí hizo un receso, como en espera de una nueva
pregunta, más ante la mirada inquisitiva de la presentadora “Manoli”, decidió
seguir contando el por qué de esa ansia de viajar. Debía contar la realidad de
aquella ansia que le corroía por dentro, y por qué no… También por fuera.
Verás Manoli, como tú ya sabes, mi edad está llegando al
límite…
—Mujer, tú estás muy bien, rebosas salud, y en realidad se te
ve incombustible.
—Ya, ya… Pero me refiero a una fecha de caducidad, que…
Aunque hipotética, por mi edad, ha de quedar próxima.
—Anda, anda, Maripí. Que tú estás muy sana y muy bien.
—No te lo discuto, porque yo también me siento así: “Como en
perfecto estado” Por eso aprovecho y salgo a pasear por el Mundo, ya que de ese
modo, si la “Señora Muerte” (Dijo este nombre en medio de una señal de la cruz)
viniese a buscarme a traición en mi casa, que no me encuentre.
Siguieron hablando de otras cosas que no tendrían importancia
alguna para este relato que ahora me esfuerzo por relatarles tal y como sucedió.
No pasaron muchos días desde el encuentro ante las ondas,
cuando en las noticias de las tres de la tarde se anunció su muerte.
Cuenta un simpático periodista destacado a las puertas de su
casa:
—Nos encontramos en las puertas de la casa de Maripí, la gran
viajera para informarles de los avatares de su propia muerte. Estamos con
Maripepa, su vecina y amiga.
Díganos Maripepa, cómo ha ocurrido el episodio de la muerte
de su amiga.
—Pues, mire usted, hace dos días, se presentó aquí una mujer
vestida de negro, con un velo “como una viuda” que apoyaba su mano derecha en
una guadaña puesta boca arriba… “¿Vive aquí Maripí?” Me preguntó, Yo, contesté
que sí, “con la cabeza” ya que me impresionó bastante y quedé un poco muda…
—Vaya, no soy capaz de hallarla en casa.
¿Me podría decir a dónde se ha ido?
—¡A Cancún! Contesté.
Me dio pena de que esa pobre tan huesuda viniese
tantas veces a preguntar por mi vecina, y tuve que contestarle.
Al momento medio me arrepentí, pues se oyó como un
trueno, y la mujer que preguntaba por Maripí, se convirtió en una sombra que
corría como una desesperada, como si fuesen las tres menos cinco, y su tren
saliese a las tres. Qué apuro, mire usted… Yo desde entonces estoy pensando que
si la muerte de Maripí estaría
relacionada con ese hecho tan extraño…
© Mercedes del Pilar Gil Sánchez; Copyright
Todos los derechos reservados.
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