Debía salir a la calle; esta mañana le agobiaba la casa…
Dejó todo sin hacer y salió como expulsada
por un tirachinas de tamaño descomunal. Le quemaba la tranquilidad del hogar
que contrastaba con su interior agitado y plagado de preocupaciones que le
estaban resultando muy difíciles de resolver…
No le importaba demasiado hacia dónde
encaminar sus pasos…
Necesitaba aire en la cara y viento helado
que le pudiese despejar…
Sin darse ni cuenta llegó al centro
comercial, tras haber traspasado un puente peatonal que le separaba del pueblo…
Solía encontrarse en ese camino… vecinos… amigos a los que saludar o hasta…
Algunas veces… Podría dar la casualidad que se encontrase a su hermana o a su
prima Manuela…
Hoy, no había nadie para consolarla…
Nadie pasaba hoy el puente, y las
preocupaciones la aplastaban hasta dejarla del grosor de un papel de arroz como
en el que venían envueltas las bolsitas de té.
El centro comercial estaba concurrido, miles
de personas se habían dado cita (por pura coincidencia horaria) para efectuar
sus compras a la vez…
Era tanta la necesidad de hallar a alguien
conocido, que para sus adentros iba rogando:
“Que encuentre alguien con quién hablar” y
repitió la súplica una y otra vez para sus adentros… Para no verbalizarla y la
confundiesen con una loca.
Cerca del puesto del pan, divisó de lejos a
su amiga Conchita. Aceleró el paso para no perderla de vista y…
—¡Conchita… Conchita!…—Alzó la voz Adelina
para reclamar el interés de su amiga.
Conchita no giró la cabeza; no prestó
atención a la llamada desesperada de Adelina…
Con lo que Adelina le atajó por uno de los
pasillos cargados de productos, y se hizo la encontradiza dos pasillos más allá…
—¡Conchita… Qué alegría verte!...—
—Ah, Hola, Adel… ¿Qué tal?...—
—Pues ya sabes… Preocupada con la operación y
demás… problemillas…—
—¡Que te vaya muy bien… Que tengas mucha
suerte!...—
—Gracias… Conchita… Verás…—
—¡Que te vaya todo bien… Adel!...—respondió
Conchita dando unos pasos hacia atrás, girándose hacia el lado contrario a la
posición que ocupaba en aquél inmenso espacio Adelina.
Adelina comprendió que Conchita, no estaba
por la labor de prestarle la más mínima atención… que debía ahogarse con sus
penas, que quizá ella no era importante para nadie…
Quizá… debería dejar de ser importante
también para sí misma…
©Mercedes
Del Pilar Gil #AbuelaTeCuenta
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Comentarios! quiero comentarios!!!
ñam ñam... Comentarios!!!
Qué ricos los comentarios!
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