He visto un
belén
En la
tardecita de ayer, cogí un autobús con mi abuela; volvía de Cádiz y ese autobús
tenía, una forma nueva.
—¡Parece un
belén!
¿Te has
fijado mi nena?
Le rodean
montañas…
En el
centro, un valle, donde lavan la ropa, gentiles lavanderas.
¿Lo puedes
ver Ana?
¿Lo ves,
desde esta ladera?—
Encogí los
hombros, y… pronto pensé…
¡Hay que
ver las cosas, que dice mi abuela!...
Pero lo iba
viendo…
Lo vi; y
vi, también la ladera.
Una madre
gestante, sube al autobús y en el centro del valle se asienta.
Y allí
mismo, en el asiento de al lado, una amiga se encuentra.
—¡Qué de
tiempo María!— Su amiga comenta.
—¿Qué tal
Isabel?... La gestante contesta.
—Te veo
gordita… ¿Para cuando estás?—“Hablaban las amigas del próximo parto de ella”.
—Muy
pronto, en diciembre. Para las fiestas.—Contestaba María, a su amiga… que
pregunta resuelta.
—¿Es niño o
es niña el tesoro que esperas?—
—¡Niño,
Jesús! Ya tiene nombre, y es bueno, se nota bondad en el reposo que lleva.—
—¿Y qué tal
va todo?... Tu marido… el trabajo… tu casa, tu familia…
—No, yo no
trabajo… Ya sabes, el paro… Mi marido que es carpintero, trabaja labrando
madera.
Estamos
ahora mal de vivienda. Me han prestado un portal, un antiguo garaje, en un
campo, a las afueras. Es bonito y caliente, al lado tenemos un redil con un
buey manso, y una mula muy buena. Estaremos allí hasta el fin de las fiestas,
que regresan los dueños y la casa me entregan.
¡Te espero,
Isabel. Ven con tu familia. Verás que no tiene pérdida. Una luz ilumina el
portal de forma perpetua, sobre el techado, igual que una estrella.
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