Las noticias del telediario, han revelado la
existencia de un país único en el que la enfermedad carece de presencia.
Simplemente... ese país ha resultado ser. el más saludable del mundo.
Sus fiestas anuales, son celebradas en el
espacio de tiempo que comprende íntegras dos semanas; Para mi suerte, quiere la casualidad
que ese período de tiempo anual, adquiera su protagonismo, en fechas próximas.
Debo acudir a ese lugar especial, para matar mi curiosidad, y gozar del privilegio de desarrollar in situ, mi actividad periodística…
Me
fascinó la posibilidad de desplazarme hacia un lugar en el que la vida,
sea respetada por el mal, desde su principio, hasta la consecución de su final; ya que su población es la única en pasar de la vida a la muerte, sin sufrir periodo alguno de sobrecarga para sus cuerpos; sin estrés oxidativo, sin signos aparentes de padecimiento, como
si las almas de esa nación, fuesen tocadas por la mano divina, de un Dios omnipotente.
¿Estaría el milagro comprendido en su aire, o en sus aguas... Poseían alguna planta milagrosa sus campos?
¿Estaría afectada su atmósfera por un aire que precediese al del pecado cometido por Adán y Eva en el Paraíso?...
A mi llegada, ya habían comenzado las fiestas y
me parecieron insólitamente extrañas…
Caminaban sus participantes cubiertos con algo
muy parecido a antiguos sudarios numerados en estricta correlación numérica, visible a distancia. Un número enorme que viene a comprometer por entero a su espalda…
Mientras que... los no participantes, que en cualquier otro lugar del universo
Tierra, solían llamarse espectadores, son conocidos aquí, como “Saludables”
Los llamados "Saludables" también parecían estar
uniformados; su túnica era más perfeccionada, más enriquecida en lo que comprendía a sus tejidos y a su exquisita confección, contrastando con el pobre ropón de los “Participantes”
portadores de escasos, y escuetos sudarios.
La intervención de estos participantes,
parecía consistir en un paseo, una caminata hacia alguna parte, atravesando en fila india, un
camino extremadamente angosto, en el que no existe opción de regreso, ya que deben
conservar hasta el final, esa fila única, unidireccional, no sólo por la estrechez del trayecto, que aparece en su longitud visible, parapetado por inmensas e infranqueables gradas, atestadas de vociferantes "Saludables".
No comprendí en qué podía consistir tan extraño juego... Con lo que se me dio
por pensar que se trataría de un circuito cerrado en forma circular u oval, y… la extensa fila de sudarios, por ese
simple motivo, no parecía concluir nunca.
Lo que está más o menos claro, es que no se
trata de una carrera, pues los números son correlativos y existen
encargados de comprobar su orden correcto durante tan singular "recorrido".
No pude evitar fijarme en que los “Saludables”
muestran un rostro sonrosado, sus ojos lucen despiertos y con brillos propios
del vigor que proporciona una salud imperturbable.
Me pareció bastante tonto un juego, en que personas que parecían agotadas, depauperadas, extintas, y portadoras de sudarios
uniformes, caminasen en círculos hasta la extenuación…
¿Qué sentido tiene dar
vueltas… si no es para ganar en una posible meta?...
Otro hecho curioso, es, que si se trata de un itinerario circular… ¿Por qué no aparece nunca a mi vista, el número
correspondiente al primero de la fila, mientras la cifra sucesiva crece sin parar?...
No pude más de aguantar la intriga, y me
decidí a investigar…
Debía saber qué razón contenía aquél camino, aquella caminata que para mi mente, está resultando estúpida…
Tras subir a las gradas más altas, donde el griterío anima el paso
de los participantes, y que parecía hacer apuestas de... Si un número determinado de sudario, era o no capaz de llegar... hasta el final…
¿Qué final?... ¿Llegar a dónde?...
Me pregunté.
Decidí bajar, de un salto, aprovechando un hueco, una distancia entre dos participantes y caminar tras uno de los
portadores de sudarios…
Pude ver, tras girar hacia atrás la cabeza, el rostro de mi inmediato seguidor…
Me resultó
estremecedor su aspecto…
Los ojos vidriosos… El pelo quebrado, las pupilas
amarillentas, las encías enrojecidas y sanguinolentas…
Sin fuerzas suficientes para tragar
saliva, babea dejando un rastro visible de flema, que va quedando bajo las pisadas de sus seguidores, a lo largo del camino.
Dos niños pequeños, provistos de pequeños sudarios, caminan agarrados a la raída mortaja de otro participante que parecía ser su padre, con quien compartían el mismo nauseabundo aspecto…
Sentí lástima, y un temor de hielo que cabalgó a toda velocidad por mi espalda.
Tras caminar varios metros, pude llegar a escuchar angustiosos gritos de pánico frente a mí... un poco más allá…
¡No me lo podía creer!…
Un grupo de “Saludables” provistos de mascarillas, guantes, y revestidos de plásticos, se situaban a ambos lados del final del circuito, y van turnándose de dos en dos, para agarrar a los “Participantes” por las axilas, haciendo caso omiso de pataleos, de histéricos gritos, de extenuantes llantos... y... sin piedad alguna, les arrojan uno
por uno, a un estremecedor cráter ardiente, a todos los portadores de sudarios numerados que van llegando a la aterradora línea de meta.
Del espeluznante cráter, salen expelidas a gran altura, grandiosas chispas ruidosas, acompañadas de brillantes llamaradas y coloreadas de exquisita regurgitación, o ardiente y gustoso eructo, a modo de póstumo saludo del volcán, a cada nuevo
participante.
©Mercedes Del Pilar Gil
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