miércoles, 29 de julio de 2015

DOÑA TRAPITO

Doña Trapito
Doña Trapito, es nana buena.
Doña Trapito, es muy morena.
Doña Trapito, cuida con gana,
Siempre a mi nena.

Del desayuno, hace mimitos.
Cuida su siesta... y si despierta.
De esos mimitos…
Hace una fiesta.

Mi niña come, y doña Trapito,
Cuentos hermosos, dulces, compone.
Si se adormece, pronto mi nena
Duerme trapito…
y el sueño llega.

Cuenta otro cuento, mientras se cena.
Mi niña escucha, siempre atenta.
La acaricia, con mucho orgullo.
Ser su trapito…
Le gusta mucho.

Si ve su cara, con churretones.
O  se le escapan, unos moquitos.
Sólo Trapito, está pendiente.
Cuidar su cara…
Es preferente.

Después se lava, dando mil vueltas.
La lavadora, ríe contenta.
Mucho le gusta…
Dar muchas vueltas.

¡Como es Trapito! juega en el agua
Mientras se lava, con jaboncito.
Canta una nana, como un arrullo.
Para en la noche…
Dormirnos juntos.

Doña Trapito, recoge flores.
Para deleitarle, con sus olores
y enseñarle... 
Sus mil colores.

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domingo, 26 de julio de 2015

El descanso por fin.

El descanso por fin.
Mercedes Gil (AbuelaTeCuenta)
Hará cerca de un mes que llegué a la playa. Al anhelado reino de Lop.

Atrás quedan las visiones, los desfallecimientos, las locuras febriles, el hambre, la sed  y todas las desgracias vividas en la antigua isla inhóspita y yerma.

En las primeras incursiones por mi reino, he ido recolectando semillas salvajes, no por ello menos comestibles y deliciosas que las cultivadas industrialmente. He desbrozado una pequeña parte de bosque para convertirla en huerto, intentando disimular lo más posible el cultivo intencionado para protegerme y disimular mi presencia. Ya han comenzado a brotar los primeros frutos, algo de grano (que aún está corto y verde) pero promete premiarme con buena sopa de trigo. Comienzan a brotar también las acelgas y algunas bayas. Desconocía de mí esta faceta y el gran valor de mis escasos conocimientos vegetales. Lo peor es, tras la identificación y la primera cata, a la que llamo “la prueba del pánico”.

Gracias a la estabilidad y el sosiego conseguido, dedico más tiempo a disertaciones con mi yo interlocutor que cada vez se hace más ágil y más experto en mí que yo mismo, así que mantenemos verdaderas discusiones sobre los temas más diversos y más versados. Este diálogo conmigo mismo, mantiene activo mi lenguaje,  rememora mis conocimientos y me acerca a veces a mis recuerdos.
Pienso en mi vida pasada. Sí, pienso y dedicamos muchas horas a esa parte de mi vida. También discurrimos sobre mi posible rescate, y hacemos planes de huída y defensa en caso necesario. Muchas veces recordamos, aunque otras… quizá debería decir “soñamos”.
Pienso, sí, pienso en mi vida pasada, en mi amada, en la civilización… Procuro no pensar… Debo mirar hacia delante. Pensar en lo perdido desestabiliza y hace perder el deseo de sobrevivir. Debo mantener mi cuerpo y mi mente alejados de pensamientos nocivos, manteniéndome ocupado. Ocupar el cuerpo para cansarlo con trabajos continuos y ocupar la mente en la consecución y perfeccionamiento de dicho trabajo.

He logrado gracias a este nuevo método de ocupación plena lo que tanto deseaba cuando la civilización circundaba mi existencia. Vivienda en la playa. En la atalaya, a modo de castillo, un refugio desde dónde otear el horizonte en busca de algún barco. Les he construido mimetizados con el terreno por si tuviese que utilizarlos como escondite en alguna desafortunada ocasión. He resuelto en lo posible una emergencia de defensa con la construcción de trampas en la periferia de mis refugios. Me he fabricado un arco y flechas con las que cada vez soy más diestro.

No he visto por aquí ningún depredador que inquiete mi integridad física, pero aún así, estoy muy atento a las huellas y a su identificación, así como procuro borrar las mías.

De momento, Eva permanece escondida, perfeccionada y reparada de los horribles daños sufridos en el viaje, pero dispuesta para la huída si ello fuese necesario.

Esta mañana amanecí espantado. Me ha parecido escuchar voces en la lejanía.

Voces incomprensibles para mí.

Corrí a mi castillo a otear el horizonte.

Me ha parecido ver restos de huellas en la arena.

Me he cubierto de pánico.
     ¡Dios, no me abandones! –
     ¡Que no deba combatir! –
     ¡Soy un ser de paz Señor! –

Mi yo interlocutor, salió en mi defensa para tranquilizarme diciéndome:
     Pueden haber sido fruto de tu imaginación –
     No te preocupes. –
     Aquí no hay nadie –
     Las huellas pueden ser de algún plantígrado que haya bajado a la playa. –

Me esconderé en mi refugio.

Necesito pensar y tranquilizarme…


Debo camuflar el huerto…
Un precioso dibujo que encontré en internet
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viernes, 24 de julio de 2015

¡QUÉ DÍA MÁS MALO!

     ¡Qué día más malo! –

     ¡Qué día más malo! –

Repetía Luzmila cuando me la crucé en el portal.

     ¿Qué ocurre Luzmila? –

Pregunté muy asustada.

     No creerás si te cuento.... –

Respondió.

     ¡Te creeré! –

     ¡Seguro que te creeré! –

Afirmé convencida.

     Esta mañana salí para hacer ejercicio por el parque… -

     No lo creerás, Virginia –

Asentí para afirmar, mientras  escuchaba.

     Iba campo a través, cuando una nave espacial paró en el aire. 

    Su luz cegadora me envolvió, aturdiéndome y  abduciéndome hacia su interior... 

    Recuerdo una sala de operaciones muy similar a la de un hospital...

    No recuerdo  nada de lo ocurrido después. –

     Me da miedo contarlo, temo que me tomen por loca. –

     No te preocupes Luzmila. -

  -    ¡Yo, te creo! –

Luzmila, presentaba un aspecto raro, extraño.

Era como si alguien recién aficionado a los puzles, la hubiese desmontado y una vez revueltas las piezas, no supiese volver a acomodarlas en su lugar de origen.

Vestía Luzmila unas mallas lila que cubrían sus piernas y  habían quedado colocadas en la parte superior de su cuerpo. 

Sobresalían sus piernas del lugar que correspondería a la cabeza, y ésta, emergía en lugar del brazo izquierdo. 

El brazo izquierdo hacía las veces de pierna, continuando el derecho en su lugar de origen. 

Andaba dando pasos cojos con los pies, en el lugar que deberían haber ocupado las manos. 

Una oreja sobresalía en de su pierna en  lugar de un pie. 

Una mano cubría su cara.

     ¡Te creo Luzmila! –

     ¡Te creo! -
          
        Luzmila desapareció tras cerrarse la puerta del ascensor con dirección al tercer piso, mientras sacaba con toda dificultad de su bolsillo un pañuelo para secar su nariz, que los extraterrestes, habían colocado justo al término  de su espalda.


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¡ABARROTADAS DE GENTE!!!


¡Abarrotadas de gente!

Me dio miedo utilizar las escaleras mecánicas del centro comercial. Mi hija me convenció. Ella, me acompañaba en las compras semanales. En el momento que deposité mi pie sobre el peldaño y comencé a subir, dirigí hacia arriba la mirada. 



Una niña subía tres peldaños superiores al mío cargada con un carrito de mano que pertenecía a su madre. Noté su mirada de preocupación que comprendí segundos después. El carrito se abalanzó escaleras abajo.

Quien viajaba en el peldaño contiguo, sorteó el carro dando un salto hacia la izquierda, e inmediatamente, cayó sobre mí arrollándome. 

Caí escaleras abajo y quedé clavada al suelo como un dibujo animado. Me levanté sin ayuda alguna y pronto vi que la gente de mi alrededor desaparecía.

— ¡Mi hija! –

— ¿Dónde está mi hija? –

¡La había perdido!

Recorrí todo el centro comercial buscándola sin parar. Preguntando a cada paso…

— ¿Habéis visto a mi hija? –

— ¡Gina! –

— ¿Dónde estás Gina? –

Regresé a casa agotada y llena de dolor.

— ¡Señor, devuélveme a mi hija! –

Supliqué.

Al entrar, la encontré llorosa, triste, acompañada de gente extraña.

La distinguí desde la puerta sentada sobre mi cama.

Pero… 


No puedo entender…


Por qué...

— ¿Yacía yo en la cama? -



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