domingo, 26 de julio de 2015

El descanso por fin.

El descanso por fin.
Mercedes Gil (AbuelaTeCuenta)
Hará cerca de un mes que llegué a la playa. Al anhelado reino de Lop.

Atrás quedan las visiones, los desfallecimientos, las locuras febriles, el hambre, la sed  y todas las desgracias vividas en la antigua isla inhóspita y yerma.

En las primeras incursiones por mi reino, he ido recolectando semillas salvajes, no por ello menos comestibles y deliciosas que las cultivadas industrialmente. He desbrozado una pequeña parte de bosque para convertirla en huerto, intentando disimular lo más posible el cultivo intencionado para protegerme y disimular mi presencia. Ya han comenzado a brotar los primeros frutos, algo de grano (que aún está corto y verde) pero promete premiarme con buena sopa de trigo. Comienzan a brotar también las acelgas y algunas bayas. Desconocía de mí esta faceta y el gran valor de mis escasos conocimientos vegetales. Lo peor es, tras la identificación y la primera cata, a la que llamo “la prueba del pánico”.

Gracias a la estabilidad y el sosiego conseguido, dedico más tiempo a disertaciones con mi yo interlocutor que cada vez se hace más ágil y más experto en mí que yo mismo, así que mantenemos verdaderas discusiones sobre los temas más diversos y más versados. Este diálogo conmigo mismo, mantiene activo mi lenguaje,  rememora mis conocimientos y me acerca a veces a mis recuerdos.
Pienso en mi vida pasada. Sí, pienso y dedicamos muchas horas a esa parte de mi vida. También discurrimos sobre mi posible rescate, y hacemos planes de huída y defensa en caso necesario. Muchas veces recordamos, aunque otras… quizá debería decir “soñamos”.
Pienso, sí, pienso en mi vida pasada, en mi amada, en la civilización… Procuro no pensar… Debo mirar hacia delante. Pensar en lo perdido desestabiliza y hace perder el deseo de sobrevivir. Debo mantener mi cuerpo y mi mente alejados de pensamientos nocivos, manteniéndome ocupado. Ocupar el cuerpo para cansarlo con trabajos continuos y ocupar la mente en la consecución y perfeccionamiento de dicho trabajo.

He logrado gracias a este nuevo método de ocupación plena lo que tanto deseaba cuando la civilización circundaba mi existencia. Vivienda en la playa. En la atalaya, a modo de castillo, un refugio desde dónde otear el horizonte en busca de algún barco. Les he construido mimetizados con el terreno por si tuviese que utilizarlos como escondite en alguna desafortunada ocasión. He resuelto en lo posible una emergencia de defensa con la construcción de trampas en la periferia de mis refugios. Me he fabricado un arco y flechas con las que cada vez soy más diestro.

No he visto por aquí ningún depredador que inquiete mi integridad física, pero aún así, estoy muy atento a las huellas y a su identificación, así como procuro borrar las mías.

De momento, Eva permanece escondida, perfeccionada y reparada de los horribles daños sufridos en el viaje, pero dispuesta para la huída si ello fuese necesario.

Esta mañana amanecí espantado. Me ha parecido escuchar voces en la lejanía.

Voces incomprensibles para mí.

Corrí a mi castillo a otear el horizonte.

Me ha parecido ver restos de huellas en la arena.

Me he cubierto de pánico.
     ¡Dios, no me abandones! –
     ¡Que no deba combatir! –
     ¡Soy un ser de paz Señor! –

Mi yo interlocutor, salió en mi defensa para tranquilizarme diciéndome:
     Pueden haber sido fruto de tu imaginación –
     No te preocupes. –
     Aquí no hay nadie –
     Las huellas pueden ser de algún plantígrado que haya bajado a la playa. –

Me esconderé en mi refugio.

Necesito pensar y tranquilizarme…


Debo camuflar el huerto…
Un precioso dibujo que encontré en internet
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