¡Abarrotadas de gente!
Me dio miedo utilizar las escaleras mecánicas del centro comercial. Mi hija me convenció. Ella, me acompañaba en las compras semanales. En el momento que deposité mi pie sobre el peldaño y comencé a subir, dirigí hacia arriba la mirada.
Una niña subía tres peldaños superiores al mío cargada con un carrito de mano que pertenecía a su madre. Noté su mirada de preocupación que comprendí segundos después. El carrito se abalanzó escaleras abajo.
Quien viajaba en el peldaño contiguo, sorteó el carro dando un salto hacia la izquierda, e inmediatamente, cayó sobre mí arrollándome.
Quien viajaba en el peldaño contiguo, sorteó el carro dando un salto hacia la izquierda, e inmediatamente, cayó sobre mí arrollándome.
— ¡Mi hija! –
— ¿Dónde está mi hija? –
¡La había perdido!
Recorrí todo el centro comercial buscándola sin parar. Preguntando a cada paso…
— ¿Habéis visto a mi hija? –
— ¡Gina! –
— ¿Dónde estás Gina? –
Regresé a casa agotada y llena de dolor.
— ¡Señor, devuélveme a mi hija! –
Supliqué.
Al entrar, la encontré llorosa, triste, acompañada de gente extraña.
La distinguí desde la puerta sentada sobre mi cama.
Pero…
No puedo entender…
Por qué...
— ¿Yacía yo en la cama? -
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