La primera vez que corrí en la carrera de tacones, lo hice en el pasillo de mi casa, llevaba en los pies, los zapatos de mi mamá.
Corrí y corrí sin pausa contra mí mismo. Recuerdo que a mamá le destrocé
los zapatos, y recuerdo, que cuando me preguntó sobre el tema, me negué a
contestar.
---Dime Antoñito; ¿Has roto tú mis zapatos?
—¡De verdad, mamá, que yo no he sido!
“Por entonces, usábamos el mismo número” lo que me hacía más sospechoso todavía.
Aunque mi hermana Berta, estaba también entre los sospechosos de los habitantes que había en mi casa, y que
entraba dentro del coeficiente de sospecha, de mamá.
Confieso que en aquel entonces, dejé sin
despejar aquella incógnita; hoy me arrepiento, ya que Berta lloraba y perjuraba
que ella no había sido… “En todas las guerras, hay siempre perdedores o vencidos”.
Recuerdo que al principio, no podía dormir por causa de los remordimientos; claro que entonces eran otros tiempos, y me daba miedo de las reacciones de los llamados adultos…
Ay, si os contara…
Si os contara, no me creeríais, puesto que la simple sospecha de ser “diferente”, me hacía sufrir insultos, todos y cada uno de los días; claro que poco a poco a base de fingir, yo mismo me creía que entraba dentro de la llamada “normalidad.”
Sí, sí, la “Normalidad, normalizada en
aquellos tiempos”
Ayer me fui a Madrid, dejé mi tierra
natal atrás, y mi vida en aquella normalidad fingida, para salir a correr con
mis tacones de quince centímetros por la calle Pelayo.
¡Qué bien lo pasé!
Copiright Mercedes del Pilar Gil
Sánchez
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Tu blog ha sido un regalo continuo en mi viaje de crecimiento personal.
ResponderEliminarHola Mateo, no imaginas la alegría que me ha dado encontrarme con tu regalo en forma de comentario. Que maravilla saber que de algún. Odo te he ayudado. Gracias. Muchísimas gracias amigo Matheo.
ResponderEliminarInteresante
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