y nada más levantarme,
enseguida me arreglé
pues habría de leer...
en un colegio;
el Almirante Laulhé.
Nada más salir de casa,
el sol, siempre indiscreto,
sacó a la luz de mi atuendo,
una mancha, que en la sombra,
se mantenía en secreto.
Para reparar el daño
saqué del bolsillo un pañuelo.
Puse en él mi salivita,
y froté con mucho esmero...
Se me olvidaba decirte,
que, de papel, era el pañuelo.
Froté y froté en la mancha
que de sombra,
pasó a ser, del color
de un blanco cielo.
Se extendió con la saliva
se pegó al tejido, el pañuelo.
Probé a echar más saliva...
Más mojada, y más pañuelo
con lo que creció la mancha
se reveló, cobró vida,
salió marchando sin duelo,
y me dejó allí solita;
cubriéndome con un pañuelo.
© Copyright 2018 Mercedes del Pilar Gil Sánchez
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