Cada una
de las noches a las que daba lugar cada nuevo día, Merceditas soñaba.
Y se
veía en sus sueños vestida de bailarina, con la falda almidonada, con sus
zapatos de baile de puntera reforzada, con su cabello estirado, impregnado de gomina y brillante purpurina que en un gracioso moño, subido a su cabeza, su peinado concluía. Se miraba en el espejo y en sus sueños, para sí misma, frente al espejo
danzaba.
Se contemplaba esbelta, y también muy estirada, pareciendo aún más alta, con el moño de su pelo, que al sobrepasar
su cabeza, la hacía espigada.
Flotaba
en sus sueños, saltaba, brincaba, corría de puntillas y abría los brazos elevando su pierna,
igual que un avión, el cielo entero surcaba.
A la
mañana siguiente cuando se despertaba, corría hacia el espejo para descubrir en
él su traje de bailarina con su falda almidonada, más el espejo brindaba una
imagen que la desconcertaba, de una niña desconocida, de una niña en pijama. No existía el moño, ni su falda, ni
tampoco existían zapatillas, de puntera reforzada.
—¡Yo,
quiero ser bailarina! —
Merceditas,
a su mamá reclamaba.
—¡Yo,
quiero ser bailarina con una falda muy dura que para abajo no caiga, que se
quede suspendida, una falda acartonada.—
—¡Yo,
quiero ser bailarina! —
—Quiero
ser bailarina, con el pelo muy peinado sin que en mi cabeza haya ninguna raya,
que concluya mi peinado en un moño de mi pelo, con el que parezca alta.—
—Yo,
quiero ser bailarina, mamá, con zapatillas de baile de punteras reforzadas,
para bailar de puntillas, para danzar en la plaza.—
*
—Cariño,
para ser bailarina hay que estudiar danza.—
—Hay
que esforzarse mucho.—
—Hay
que vivir en un lugar en el que alguna profesora, se dedique a la danza.—
—No es
posible mi niña, no podrás estudiar danza, no tenemos el dinero, no se puede mi cariño, no podrás estudiar danza.—
*
Merceditas
aguardaba la noche para soñar, y soñaba y en las noches que sus sueños eran una
realidad exacta. Convertía en bailarina, a la niña sin más trabas. Pasaba
noches enteras baila que baila y que baila.
Una
tarde de regreso del colegio a su casa, se paró en un comercio a contemplar una
caja de la que asomaba una muñeca vestida igual que ella, cuando en las noches
danzaba.
Giraba
la muñequita, igual que ella giraba.
—¡Mamá,
quiero ser esa muñeca!—
—¡Quiero
vivir en esa caja!—
—¡Quiero
girar así vestida, no quiero cuando me despierto, ver en el espejo que llevo puesto un aburrido pijama!
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