Esta misma mañana, he podido descubrir al otoño cabalgando sobre las áridas aristas del futuro.
Sin cogollos de hojas verdes,
sin retoños, sin vistas de brotes recientes, que inunden al mundo con el color del mar de la esperanza.
Esta misma mañana, he revivido primaveras pasadas, que
lucieron cuajadas de preciosas flores prometedoras, que hacían renacer los campos de brillos multicolores.
Hoy, se hallan marchitas, caducas, deshojadas...
Bellas flores, que por bellas, jamás fueron
apreciadas.
Atrás quedan veranos de cálidas maravillas a orillas
de las playas.
Hoy las playas, nos devuelven angelitos en la arena,
procedentes de otras aguas.
Recuerdo dejar atrás gélidos, helados inviernos, rodeando a pequeñas estufas, en pequeñas mesas colocadas, y al amor de la lumbre, la familia congregada.
Cuando ahora nos calientan rumores negros de
metralla.
Cuando ahora, es la muerte quien se asoma a las
pantallas, dejando atrás noticias de amores. Esos que han de ser, los que
enciendan bellas llamas.
Esos que deben cuidar el futuro, ondeando la bandera del amor.
Sin más armas.
Esos, que deben velar por los cuerpos y las almas.
Amores, sí… Amores.
Amores hacedores de vida, de luz, de amor...
Y... De
nuevas esperanzas.
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